Aloud Music Festival 2013. Día 1
Aloud Music Festival 2013. Día 1: Syberia y Cuzo.
Durante algunos años, fundamentalmente hacia el final de mi adolescencia, fui tildado por varios de mis amigos como el raro de la pandilla por el tipo de música que escuchaba y que les recomendaba insistentemente. Fue más o menos la época en la que conocí los inescrutables caminos de la música alternativa y, en concreto, los del post-rock instrumental. Gentes de bien como Mogwai, Sigur Rós, Mono, Godspeed You! Black Emperor o Explosions In The Sky hacían sus primeros pinitos en el género, en una ola derivada, probablemente, del reforzamiento anímico de las generaciones posteriores al grunge y al shoegaze de mediados de los ’90. Nunca imaginé que años más tarde asistiría a un festival íntegramente dedicado al post-rock instrumental en España, ni que llegaría el día en que el público abarrotaría salas de conciertos escuchando a bandas, más allá del mainstream, que engordan un género ya aceptado, asentado y valorado como se merece.
Pero Aloud Music, el sello independiente barcelonés, lo ha hecho posible. En 2013 cumplen 10 años de trabajo en la producción y distribución musical, con un estilo, una filosofía y un método absolutamente ejemplares a todos los niveles. Y no han sabido celebrarlo de otra manera: lo que probablemente iba a ser una cena íntima de 3 o 4, ha derivado en todo un festival: han montado la edición inaugural (que no la única) del Aloud Music Festival, que ayer abrió sus puertas en Sidecar, la primera de las tres salas que albergará, durante tres días, lo mejorcito del panorama nacional y europeo del género. Las otrora insalvables deficiencias técnicas de sonido de la sala quedaron reducidas a un mero recuerdo cuando los chicos de Syberia dieron comienzo, casi puntualmente, a su recital de caudaloso guitarreo.
El quinteto de Barcelona arrancó con la marcha ya puesta al menos en cuarta, y durante la hora que duró su concierto no ahorraron una gota de combustible: son de esas bandas de post-rock que, pese a no acelerar demasiado el ritmo, sí flirtean con el metal de manera insistente y pendular. No especulan con el tempo ni con el desarrollo, más o menos épico, o más o menos crescente: su música es rocosa, un torrente pedregoso de agua cargada de desechos naturales fruto del paso de un alud de notas sesgadas, un ritmo recio y una distorsión constantes. Un caudal poderoso de nervio gordo que por momentos resultaba incontable, pero en la desorientación estructural que sufrimos los espectadores, resulta que nos fue cómoda la escucha, hasta el punto del disfrute, y factible el salto de un punteo a otro. Incluso más allá de la ordenación tradicional por temas.
Syberia, en ciertos aspectos de su enfoque musical post-rockero, vendrían a ser como el tipo de narrativa de Las mil y una noches: un incesante pasar de una anécdota a otra, de un cuento a otro, sin que haya necesaria o aparentemente un hilo argumental claro y común que lo vertebre todo. Sin embargo, es la confección casual de una gran obra, coherente y cargada de estilo. Mucho más en la ortodoxia del post-rock instrumental que Cuzo, que fue la otra banda que inauguró el Aloud Music Fest 2013. Ésta se podría enmarcar incluso en algo tipo hard-rock psicodélico instrumental progresivo, con tres apellidos como mínimo, porque el contenido, en este caso, supera ampliamente al continente. Y no es que no den de sí los miembros de la banda, pero en cierta medida parece como si solo reprodujeran un poco de todas las referencias e inspiraciones que hay, sin embargo, sin tapujos en su música; como si solo nos permitieran verlas a través del ojo de una cerradura.
En cualquier caso, resulta atractiva y lógica la fórmula de Cuzo porque en todo hay una sombra de acidez y frivolidad, de paranoia y obsesión, de querer y no poder, y de poder y no deber cruzar una línea de perversidad muy clara y tentadora. Sus fraseos recogen fragmentariamente la esencia de muchos de los grandes hitos alternativos de la música desde los ’70, krautrock incluido, pero al ser todo como una alocada carrera, a veces parece que incluso en la misma canción pueden avanzar, de golpe, 5 o 10 años. El trío, con una estética descocada, sincera y directa, ofreció otra hora sin letra alguna, pero con mucho discurso. Fueron, de hecho, más capaces de desmelenar al público que los primeros. Dos aperitivos que auguran un banquete pantagruélico. Porque en el Aloud Music Fest, como en las mejores avalanchas del mercado, todo va siempre a más.
Fotos de Pablo Luna Chao.