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Dream Theater – Octavarium

Quizás este no sea un grupo que case demasiado con la tendencia general que se respira en altafidelidad; no obstante, es una referencia del rock contemporáneo obligada. Para quien no esté muy familiarizado con esta banda, Dream Theater es un grupo norteamericano que impulsó el movimiento de rock progresivo en los noventa, rescantando un sonido que comercialmente entró en declive por ajustarse demasiado a pautas que tornaron a la denominación del AOR (Adult Oriented Rock). Con claras reminiscencias al rock sinfónico de los 70 encabezado por Yes, Pink Floyd o Kansas, Dream Theater supo rejuvenecer adecuadamente esta tendencia gaseándola con la contundencia de Metallica o Napalm Death. El resultado fue tomando forma bajo la batuta de una música elaborada y muy técnica, en una progresión ecléctica que nos ha conducido hasta este último trabajo, Octavarium, editado el 7 de Junio de este año.

Si el oyente de Octavarium está versado en el trabajo continuado de Dream Theater encontrará lugares comunes y otros sensiblemente nuevos. Sigue la línea oscurantista del anterior trabajo del grupo, Train of Thought, álbum de crisis que marca una nueva dirección en el sonido de la banda. Si algo ha caracterizado los 7 discos de estudio que precedieron a este último ha sido la carencia total de uniformidad estilística en cada uno de los discos, lo cual no sólo les ha otorgado un libertad compositiva excelente, sino que ha abierto las exigencias del público “heavy”, demasiado integrista en ocasiones, y que con Dream Theater ha sabido degustar las mieles de géneros tan alejados de hard rock como el jazz, la electrónica o el pop comercial. Sin embargo, con la edición de Train of Thought, Dream Theater adopta una postura más acorde con el mercado mayoritario que va a sus conciertos y configura un disco muy duro, el más duro de su carrera, algo que acogen con alegría el sector más melenudo del público, pero que la audiencia más melómana pone en cuarentena.

La edición de Train of Thought responde a un cambio de dirección obligado por parte de Dream Theater. En disco que se lanzó anteriormente a éste, Six Degrees of Inner Turbulence, tuvo una acogida tímida, producto del devastador efecto que provocó la obra maestra del grupo, Metropolis pt. 2: Screnes from a Memory, el disco perfecto que toda banda de música querría hacer, pero que planteó la fatídica pregunta de se hace todo grupo al tocar techo en su carrera: ¿y ahora qué? La respuesta fue Six Degrees of Inner Turbulence, un disco doble en el que Dream Theater puso toda la carne en el asador, pero que no pasó de un “revival” de toda su carrera hasta el momento, sin el brillo que todos esperaban y que a pesar de desplegar un arsenal de magnificencia no ofreció el pasito adelante que marcó toda la etapa “pre-scenes”. Por ello, Train of Thought redefinió la tendencia estilística de Dream Theater hacia un plano más duro y agresivo, a la par que oscuro, muy oscuro.

Y es precisamente en este punto donde aparece Octavarium. Comprender el contexto de este disco ayuda a disfrutarlo. Y es así porque el disfrute de Dream Theater depende mucho del entendimiento que se quiera hacer de su música. Esta banda es muy intelectual, sus canciones están plagadas de complicados cambios de ritmo, escalas imposibles, riffs doblados por guitarras y teclados, bases rítmicas camaleónicas y registros vocales muy flexibles. Por decirlo de un modo sintético, Dream Theater no es un grupo fácil de escuchar. Es por eso que su sonido responde a una tendencia evolutiva, no sólo en la actividad del grupo, sino la de cada uno de sus miembros en proyectos paralelos (como Transatlantic, Lyquid Tension Experiemt, OSI, Platypus o The Jelly Jam). Toda una orquesta de movimientos musicales que dan por resultado Octavarium.

En fin, ¿y a dónde nos conduce esto? Pues a un disco que parece tomarse en serio el “borrón y cuenta nueva” que pretendieron Six Degrees of Inner Turbulence y Train of Thought. Dream Theater parecen haber encontrado de nuevo su lugar, y de nuevo retoman su carrera para hacerla progresar. Si en un principio el primer álbum de la formación, When dream and day unite, planteó el comienzo de un camino que se completó de manera perfecta con Scenes from a memory, en esta ocasión Octavarium supone la partida de una nueva y excitante etapa. Sin perder el estilo característico, Dream Theater amplía su campo musical, algo que queda patente en los registros de James La Brie, más cercano ahora a Metal Sinfónico de Rhapsody. La instrumentación también evoluciona, con un John Petrucci más minimalista (todo lo minimalista que permite el virtuosismo desenfrenado del rock progresivo), preocupado por generear ritmos percutivos sobre sus cuerdas en lugar de regalar punteos imposibles y de vértigo. El bajista Myung se entiende a las mil maravillas con el batería Portnoy, llegando a generar un sonido único para vertebrar en núcleo principal de las ocho canciones. Mención muy especial merece Jordan Rudess, teclista del grupo desde Scenes from a Memory, que encajó en la banda con armonía y ahora marca la base melódica de este nuevo Dream Theater.

En líneas generales el disco se sitúa en la naturaleza de lo que supuso en su momento el disco que más se adecúa a los cánones del rock progresivo, Awake. Para muchos, Awake es el disco más experimental y bizarro del grupo, pero para otros es el más completo, cargado de temas herméticos y bellos por un lado, y temas comerciales y fáciles de oir por otro. Así, Octavarium es un disco que muchos, mal acostumbrados a la concesión comercial que brindó Dream Theater con sus dos trabajos anteriores, están sufriendo a la hora de entenderlo, por haber retornado a ese hermetismo técnico que hizo despuntar a Dream Theater entre el panorama rock. Entre las joyas que regala Octavarium brilla con luz propia Panic Attack, tema que parte de un planteamiento más cercano al death metal, acelerado y frenético como el propio diablo, pero que evoluciona con sutileza y belleza hasta cotas de lirismo agresivo, para enlazar con el tema más electrónico de la banda hasta el momento, Never Enough, que a su vez termina por fusionarse con la canción que la cede, Sacrified Sons. Los temas citados acaban por construir una tríada conceptual no expresada que sugiere a la que se explicitó en el disco Awake con las tres canciones que componían en concepto de A mind beside itself, constituída por tres obras maestras como son Erotomania, Voices y The Silent Man. Pues bien, en este caso, el tríptico musical no queda patente en el track list del disco, pero sugiere un concepto común que parece tratar la actual situación de demencia que vive el mundo en relación al problema del terrorismo. Es esta cuestión la que se respira en el tono general del álbum, tanto en la angustia que emanan las líneas melódicas de cada una de las canciones como en las letras, siempre geniales, de Octavarium. La guinda del pastel la pone el último tema del disco. Tal y como acostumbra a hacer el grupo, reserva una amplia traca final para resumir el espíritu del álbum en un tema que comparte título con el disco: Octavarium. Si en Imagen and Words fue Learning to Live, en Falling into Infinty se trató de (la también tríada conceptual) Trial of Tears y en Six Degrees of Inner Turbulence se reservó para el segundo CD (y último tema) que compuso este disco la canción que da nombre al disco (epopeya musical de 42 minutos), en Octavarium el último tema despliega el arsenal de tecnicismo académico aplicado a la música que tanto disfrutan los fans de la banda y ponen un broche de altísima calidad al disco.

Octavarium es una muy interesante propuesta que hacer renacer las esperanzas que muchos seguidores del grupo habían perdido por creer que ya nunca podrían volver a sorprender. Este disco, efectivamente, no sorprende, pero abre la puerta a una nueva etapa que, quien sabe, puede culminar con otra obra maestra de la música contemporánea como lo fue Scenes from a memory. Más allá del tipo de música que escuches, si te gusta la MÚSICA con mayúsculas deberías tener en cuenta Octavarium; y si, por lo menos, te agrada, deberías descubrir toda su discografía anterior.

Autor: Rplc

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