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Oasis – Don’t believe the truth

Después de aquel pequeño paso hacia el camino de siempre que fue Heathen chemistry (Sony-BMG, 2002), Oasis editan Don’t believe the truth (Sony-BMG, 2005), sexto álbum de estudio que trae consigo la novedad de Zak Starkey -hijo de Ringo- como nuevo batería tras la marcha de Alan White. Dave Sardy se ha ocupado finalmente de la producción, tras no cuajar la colaboración de los Gallagher con Death in Vegas. Las aportaciones por parte de toda la banda aumentan en cantidad y calidad, dejando a Noel con solo cinco temas suyos de los once que componen el álbum. Lo que hace años podría haber sido algo impensable y tal vez negativo, ahora se confirma como el principal factor del sonido actual del grupo, más compactado y definido pese a aportar poco a lo hecho hasta el momento.

Liam no llega al nivel de Songbird pero cumple con sus tres composiciones. Love like a bomb, con la voz a lo Lennon (y van…), es lo más parecido a sus anteriores piezas: corta, de letra apacible y con una parte final que saca a la canción de la mediocridad. En The meaning of soul, estrenada hace ya un año en Glastonbury, el ritmo lo marcan unas guitarras acústicas y batería que acompañan a un Liam empeñado, tal vez, en sonar a una especie de Elvis enloquecido. Fascinante mezcla para un tema que se disfrutará, seguro, más en directo. Guess God thinks I’m Abel, de tremendo título, sirve para confirmar los derroteros del álbum en general (adios a los muros de guitarra), ayudados de una melodía campestre y reconciliadora que, hacia el último minuto, incluye un drástico cambio de dudoso gusto. A bell will ring, de Gem Archer, pasa sin pena ni gloria. Se agradecen, eso si, las guitarras eléctricas que, como hemos comentado, no tienen mucho protagonismo a lo largo del disco. Turn up the sun y Keep the dream alive son las dos aportaciones del bajista Andy Bell. La primera supera la prueba con nota, encajando perfectamente como contundente y sobresaliente apertura del disco. La segunda, sin embargo, se pierde en un excesivo minutaje siendo una de esas canciones que gustará a los fans del típico sonido de la banda pero que dejará algo indiferentes a otros. A destacar la magnífica interpretación de Liam.

El trabajo más representativo de Noel Gallagher para Don’t believe the truth se sostiene en las cinco canciones que ha compuesto. El single, Lyla, de nuevo perfecto para convertirse en un nuevo número uno, hace gala de aquel sonido loco y esquizofrénico de Be here now (Sony-BMG, 1997) pero apoyado en una banda que toca mejor y con la cabeza no tan llena de pajaritos. Desde los Who a los Beatles, pasando por los Stones, Velvet o Dylan, Noel no esconde sus influencias, cogiendo de aquí y allá para hacer cosas sorprendentes como Mucky fingers, tal vez el mejor corte del álbum. Partiendo de un ritmo similar al de I’m waiting for the man de la Velvet y cantando por unos minutos como Dylan, Noel se desmarca con un pieza redonda, culminada con una de las mejores letras que ha escrito en años (junto a las otras dos que canta) y un solo de armónica totalmente excitante y desafinado. Part of the queue, con la colaboración del percusionista cubano Lenny Castro, y The importance of being idle -de lo más destacado-, completan un triplete difícil de superar para el mayor de los Gallagher. Como colofón final se incluye Let there be love, conocida ya gracias a las demos del Standing on the shoulder of giants (Sony-BMG, 2000). El tema, con la voz de Liam en estado de gracia, cuenta con la intervención de su hermano hacia la parte central (algo que no ocurría desde Aquiesce). Las guitarras acústicas y el piano revolotean lánguidamente en el tema más beatle del disco. Buen broche final.

Don’t believe the truth se nos presenta como un trabajo diferente dentro de la discorgrafía de Oasis. Menos guitarras eléctricas y más percusión y guitarras acústicas. Todo ello dentro de un sonido menos británico, más sosegado y compacto, pese a las notables diferencias existentes entre las canciones que incluye. El resultado es bueno y nos hace mirar al futuro con más esperanzas que hace tres años.

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