conciertos

Two Gallants (Sala Music Hall, Barcelona, 29-11-2012)

El cuerpo y el pulso.

Tras un largo hiato de cinco años sin material nuevo, los Two Galants volvían ayer a Barcelona, a la sala Music Hall, para presentar su cuarto Cd, The Bloom and the Blight (ATO Records, 2012), mientras en la capital muchos siguen inmersos en la resaca de The Black Keys. No sé muy bien a qué se debe la coincidencia de fechas de ambas giras: ¿casualidad, un acierto o un desliz de los organizadores? Es evidente el paralelismo que hay entre estas dos bandas, y aunque no es mi intención compararlas, ni examinar a alguna de las dos en función de la otra, me pregunto si el público podrá evitar hacerlo. La gira de Two Gallants, organizada en parte por Mercury Wheels, y con la colaboración de Producciones Animadas, se completará hoy en Madrid y mañana en Bilbao; y bien podría pensarse que sirviéndonos de placebo a algunos, y de receta para la resaca a otros. Pero el caso es que van a hacer sold out en los tres bolos.

En cualquier caso, al menos yo personalmente, no me acordé de otras bandas durante el concierto del dúo de San Francisco. Two Gallants tienen su propio discurso, y de principio a fin del recital se hicieron dueños y señores de la sala esgrimiéndolo. Luego hay niveles de ambición, supongo, y los Black Keys deben tener tanta como talento, que no es malo. Pero desde luego la elección de Adam Stephens y Tyson Vogel ha de haber sido otra, contando con la estupidez de que las palpables semejanzas con los de Ohio debieran haber unido en todo sus destinos. Porque pienso que una banda con ese estilo y calidad de Two Gallants puede elegir a qué nivel de popularidad quiere hacer circular su música. Y por lo que parece, se sienten cómodos en salas donde puedan verle la cara a todo el público.

Entiendo que tienen coherencia porque transmiten eso mismo con su música: componen y ejecutan sin artificios, aportando una visión de su tierra desde el neo-folk que ni pretende ser la única ni la más grandilocuente. Stephens desde la guitarra, y con esa preciosa voz tan partida en dos que tiene, y Vogel, haciendo gala de una hipnótica y poderosa capacidad rítmica que casi habla, son el cuerpo y el pulso de este proyecto en su materialización en directo, porque en su expresiva carnalidad son capaces de crear una música realmente viva, fruto de su extraordinaria conexión. Las figuras que habitan en sus canciones, o los campos y los pueblos que recorren sus acordes, puede que no sean los más eminentes, legendarios o los más grandes e importantes, pero estos dos galanes los dibujan con tal cariño y aceptación, que hacen que parezcan únicos, irrepetibles y un poco más reales si cabe. Porque la música de Two Gallants es, ante todo, muy suya; y eso hace que sea especial.

Es como aquel poema de Fernando Pessoa: “O Tejo é mais belo que o rio que corre pela minha aldeia/Mas o Tejo não é mais belo que o rio que corre pela minha aldeia/Porque o Tejo não é o rio que corre pela minha aldeia.”.

Al margen del setlist, que dejó satisfecho a casi todo el mundo, presentaron un concierto ni muy rotundo ni muy íntimo. Stephen jugó con la distorsión, más presente en su último trabajo, cuando quisieron animar al personal, y para eso contó siempre con la contundencia y elasticidad rítmica de Vogel. Pero también supieron desnudar sus temas más lentos, con mayor o menos peso instrumental, pero siempre presente, logrando que los fabulosos requiebros de voz del guitarrista nos recordaran que las penas, en compañía, son un poco más llevaderas. Con una bandera estadounidense a modo de mantel de mesita para las harmónicas, los de San Francisco sonaron 100% (norte)americanos: embadurnando en cada nota y cada entonación, canónicamente folklorizadas, todo el sabor del rock a la parrilla. Salsa y receta, ambas caseras.

La nota negativa y de inevitable mención, al margen de la correctísima actuación de Two Gallants y de la inmejorable apertura de Steaming Satellites, fue la presencia entre el público, desde mediados de concierto, de un trío de personajes que destrozó el buen ambiente que pudo haber habido en las primeras filas. Impusieron a los demás su forma de vivir el concierto, y ésta fue ruidosa, irrespetuosa y bastante pasada de rosca. Una de ellas en particular, tras irrumpir abruptamente en la primera fila, se dedicó un buen rato a berrear, literal y desaforadamente, haciendo en ocasiones los acompañamientos a Adam Stephens, quien en un determinado momento, cuando ya la cosa empezó a resultar cansina incluso para ellos, le espetó que se estuviera quieta de una vez. Empujones, gritos y pataleos injustificados, en una demostración de falta de consideración, que bien pudo estropear el concierto a más de uno. Lamentable.

Fotos de Pablo Luna Chao.

2 comentarios

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