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[Reseña] EX:Re – Ex:Re

Marcha fúnebre por las ruinas del desamor

“¿Destruyo mi mundo para poder escribir sobre la destrucción de mi mundo?”, se pregunta Elena Tonra en la nota de prensa (escrita por ella) explicativa de su primer álbum en solitario como Ex:Re. Es la eterna cuestión: la difícil relación entre el desamor y el arte, o la tendencia autodestructiva pero tremendamente inspiradora que caracteriza a muchos artistas. En este caso, Tonra en realidad no llega a explicarnos en Ex:Re si efectivamente fue ella quien destruyó la relación de pareja sobre cuyo final pivota el álbum; se dedica a dibujarnos escenas del año de luto que vivió tras la ruptura, reflexionando sobre sí misma a través de notas y cartas que se escribió, y que ha transformado en música como terapia de superación con la ayuda de Fabian Prynn (producción y percusiones) y Josephine Stephenson (cello y coros). Un álbum, según confiesa, “hecho de devastación”.

Dentro de una arquitectura minimalista, basada en ritmos funestos y ruinosos, en pinceladas instrumentales que esbozan bucles y en una voz derrotada, la cantante y compositora británica nos habla del tiempo transcurrido desde que la relación terminó, de la dolorosa ausencia, del inmenso espacio vacío que dejó tras de sí su ex y de algunas de las experiencias con las que intentó volver a llenarlo, casi siempre fallidas. Apenas menciona directamente la relación o a su ex, pero se perciben omnipresentes en la nostalgia, en la carencia. El disco, de una belleza triste y sobrecogedora, trata sobre su (nueva y casi insoportable) vida sin él, y es producto de su soledad mezclada con alcohol.

Ese vacío casi personificado se percibe desde el primer instante, desde una Where The Time Went que se mece entre un arpegio en bucle, una serie de arreglos muy sutiles y la quietud más absoluta. Pero los momentos más duros llegan más adelante. En New York (hola, Cat Power de Moon Pix), por ejemplo, un tema construido a ritmo casi fúnebre sobre ruinas devastadas, donde Tonra, desde un dolor casi febril, ahogada en alcohol y nostalgia, canta visceralmente a la ausencia: “I’m seeing things I’m missing / I miss him and I hate it”. En Too Sad, también funeraria aunque con arranque pasional, donde admite estar invadida por el recuerdo: “I see our fingerprints on household things / I’m too sad to touch / I feel your skin on human beings / I’m too sad to fuck”. En la desamparada Liar; o en el principio de 5AM, canción nocturna sobre piano que va ganando seguridad, donde describe uno de esos momentos en los que se dio cuenta de que, efectivamente, estaba sola: “It’s a 5AM wake up call, you’re screaming / (…) Scared, shut in, see no one’s helping / No bystanders, then you disappeared”.

En otros temas como Romance y The Dazzler el vacío puede parece más cálido y hasta sensual, pero sigue remitiéndonos a la misma (omni)presencia ausente. La primera, con una luz esperanzadora que incita a levantar el vuelo aunque todavía no sea el momento, describe una triste noche de sexo con un desconocido, con frases devastadoras como “I was uncomfortable, I was hurt”, “I thought of another the whole time”, “The grass is dead and barren / And it hurts between my thighs on this side” o “I want to know who you are”, como queriendo decir “ojalá fueras quien yo conozco [su ex]”. En la segunda, que pasa de solitaria a cálida gracias al piano que nace hacia la mitad, vemos a Tonra en un hotel bebiendo y recordando sus noches de sexo y tequieros con su ex en esa misma habitación, tratando de distraerse pero regodeándose inevitablemente en la nostalgia de sus recuerdos (“The way you used to say you loved me”).

Sin romper la extraordinaria coherencia estética ni la simbiosis entre continente y contenido, hay tres cortes que se salen un poco de la norma. Por un lado My Heart, pieza final, por ser la única canción en la que parece ser la voz quien guía a la instrumentación, extremadamente mínima; y por otro Crushing y I Can’t Keep You, por su carácter de urgencia. En la primera, un tema trotón de folk intimista (hola otra vez, Chan), la emergencia es por volver a conectar, por aliviar el destrozo; mientras que en la segunda, más áspera, es por desprenderse definitivamente de la ausencia y los recuerdos de su ex, motivo por el cual cambia la arquitectura vacía por una especie de horror vacui musical muy simbólico.

Ante tamaña muestra de sinceridad y valentía, solo queda recomendar este disco a cualquier persona en cualquier momento de sus vidas, a excepción de ese peor momento en la fase de luto por una ruptura. Ahí no, porque te destroza. Pero una obra al desamor tan formidable como la que ha creado Elena Tonra, por el carácter tan universal del tema, permanecerá por muchos años.

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