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[Especial] John Lennon, leyenda inmortal

 

Los hados del destino dejaron claro desde el mismo momento de su nacimiento que estarían de su parte. Así, John Winston Lennon, vino milagrosamente al mundo en Liverpool una noche de 1940, durante el transcurso de un intenso bombardeo alemán en la II Guerra Mundial.

John Lennon padeció una infancia de posguerra marcada por las carencias y los traumas afectivos derivados de la separación de sus progenitores. Esto último hizo que viviera con sus tíos, considerados en muchos aspectos sus auténticos padres. Pero John mantuvo el contacto diario con su madre quien le amenizaba las visitas con la reproducción de discos de Elvis Presley. En uno de esos encuentros recibió el regalo de su primera guitarra, una Gallore acústica. De esta forma, casi casual, su madre despertó el interés del pequeño John por la música, y muy especialmente por el rock & roll.

John Lennon de niño

Transcurrido el tiempo, John Lennon transitó por la adolescencia exhibiendo un carácter conflictivo en los centros escolares –y fuera de ellos- donde mostró un completo desprecio por su formación. Pero, en aquellos críticos momentos, Orfeo, dios mitológico de la música, posó su mirada en el que se convertiría en uno de sus más fieles y universales discípulos, guiándole para que se dedicara a ese noble arte. Y John, armado con su voz y una guitarra,  trató de canalizar sus frustraciones y de encontrar un sentido a su vida. Así, en 1956, formó un grupo llamado The Quarryman, nombre derivado de Quarry Bank High School, colegio del que John y otros de sus componentes eran alumnos.

Durante la celebración de su segundo concierto, John Lennon y Paul McCartney se conocieron, uniendo sus fuerzas. Acababa así de nacer una de las relaciones más fértiles –y complejas- para la música del Siglo XX y, probablemente, de toda la historia. Su sintonía era tal que enseguida comenzaron a componer y tocar juntos, tratando de demostrar el uno al otro todo el genio -en sentido polisémico- que atesoraban. A ellos se sumaron, un joven batería de 14 años llamado George Harrison, tras demostrarle a John Lennon que esa edad era compatible con la destreza, y otro llamado Ringo Star. Habían nacido The Beatles, una de las formaciones más importantes e influyentes de todos los tiempos.

Un golpe de suerte hizo que fueran contratados para ofrecer 48 conciertos en Hamburgo. Esa agotadora gira se extendió hasta 1962 y en ella comenzaron a consumir anfetaminas como medio para combatir el cansancio. El éxito llamó a su puerta apenas un año después, con Brian Epstein ya convertido en su manager. Desde ese momento, y tras la publicación de su primer disco Please, please, me, se desató la beatlemanía, primero en el Reino Unido y después en todo el mundo, gracias a su actuación en el programa estadounidense de Ed Sullivan.

La fama, el dinero, las mujeres llegaron súbitamente, pero también las malas compañías y los peores hábitos. John Lennon comenzó a sentirse incómodo cuando los gritos histéricos que sus seguidores emitían habitualmente en sus conciertos impedían escuchar las canciones. Sus melodías quedaban eclipsadas por los chillidos. Al mismo tiempo, su espíritu libre y combativo, se asfixiaba en el encorsetamiento comercial que dominaba los designios de la formación. De esa época data su composición Help, un grito desesperado en búsqueda de consuelo. El catálogo de efectos colaterales de la gloria se amplió con el consumo excesivo de múltiples sustancias estupefacientes y la lucha de egos que siempre mantuvo con Paul. Y por si todo esto fuera poco, a finales de los años 60 falleció Brian Epstein, padre artístico y nexo de unión de los integrantes del grupo. Para colmo, irrumpió  en la vida de Lennon una artista japonesa llamada Yoko Ono.

Mucho se ha especulado con la influencia –negativa- que Yoko ejerció en la desaparición de The Beatles. Pero, todo hace indicar que ella sólo llegó para firmar el acta de defunción profesional del cuarteto, datado en septiembre de 1969. Este final le supuso a John Lennon una liberación, puesto que a partir de ese instante, dio rienda suelta a su fertilidad creativa que había estado enclaustrada. Atrás quedó la imagen de un Lennon vestido de traje y corbata, políticamente correcto, educado y edulcorado, diseñada e implementada por la industria de la música para cumplir con los estereotipos de un icono pop.

Lennon y Yoko Ono en 1969

John retornó a sus orígenes, a su ‘yo’ más puro, liberando su auténtica personalidad, la de su adolescencia en los años de instituto, cuando era un joven indómito, lenguaraz, un alma libre, y en muchos aspectos, un verso suelto. Al mismo tiempo, como si experimentara una catarsis integral, retomó sus raíces musicales, volviendo su mirada al rock & roll, por el que siempre sintió devoción. De hecho, elaboró un disco con el nombre de ese género.

En el plano afectivo, había llegado a su vida una corriente –a veces brisa y otras, huracán- de aire fresco llamada Yoko. Esta, convertida en su segunda esposa, guía espiritual y musa, sería su referente existencial hasta el final de sus días. De esta unión sentimental y artística de la pareja, nació The Plastic Ono Band y tres discos experimentales. A pesar de los irregulares frutos que cosecharon, todo es perdonable si tenemos en cuenta que de esa ‘colaboración matrimonial’ nació un himno pacifista, atemporal e intergeneracional llamado Give peace a chance. Con esta composición, John mostró su vertiente más reivindicativa en los aspectos políticos y sociales, y se manifestó en contra de la guerra de Vietnam y de otros conflictos armados.

Más tarde, en 1971 publicó el disco ‘Imagine’, cuyo single homónimo se convertirá en uno de los temas más conocidos de la historia de la música de todos los tiempos. El matrimonio trasladó en el verano de ese año su residencia a Nueva York. Y para felicitar las Navidades al mundo lanzaron el single Happy Xmas (War is over), otro alegato pacifista mal acogido por los políticos estadounidenses y muy bien por la crítica y el público.

Lennon intensificó su protagonismo como personaje público comprometido con múltiples causas políticas y sociales, especialmente antimilitaristas. Y, de paso, encontró un nuevo espacio de expresión alejado de los micrófonos y las guitarras. En 1975, cuando disfrutaba de una sólida estabilidad familiar y un gran éxito profesional desarrollando su carrera –más o menos- en solitario, sorprendió al mundo con el anuncio de su retirada temporal. El motivo, ver crecer al que pronto sería su segundo hijo –Sean-, y el primero nacido de su relación con Yoko.

Trascurrido un lustro, Lennon, más maduro y feliz que nunca reapareció con el lanzamiento de Double fantasy. Precisamente, el 8 de diciembre de 1980 cuando regresaba del estudio de grabación donde había estado realizando unos últimos retoques al disco, fue asesinado con cuarenta años, por un fan llamado Mark David Chapman. Este le descerrajó varios disparos por la espalda en la entrada del edificio Dakota donde vivía, cerca de Central Park en Nueva York.Pero lejos de conseguir su objetivo, el magnicida perpetuó la obra de Lennon, quien se convirtió en una leyenda, un mito. No había nacido una estrella, sino una galaxia o una supernova.

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Ya lo manifestó el poeta clásico Homero a través de su obra: ‘existen dos tipos de hombres: ‘los que no dejan ninguna huella de su vulgar existencia y aquellos ídolos que son recordados por generaciones venideras, alcanzando la inmortalidad’.

Lennon, intérprete, compositor, multiinstrumentista, poeta, actor, productor, en definitiva, un concepto integral de artista y de genio, pertenece a este segundo grupo de seres humanos privilegiados. Su legado artístico hace que su figura permanezca imperecedera y más viva que nunca brillando en el firmamento de nuestra memoria. Gracias, John.

Autor: Javier Prieto Pérez

Web: http://lemiaunoir.com/

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