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Heineken Primavera Sound 2013. Día 3

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Primavera Sound 2013. Día 3: Deerhunter, Wu-Tang Clan, Dan Deacon, Phosphorescente, The Drones y My Bloody Valentine.

(Continuación de la segunda jornada, día viernes 24 de mayo)

Los casi 100.000 metros cuadrados del recinto que aloja al Primavera Sound empezaban ayer a hacer mella sobre las piernas y espaldas del gentío, que tras dos noches de muchísima música en directo, encaraba como podía la última jornada; a priori la más floja. El frío, además, se había convertido en incómodo invitado sorpresa, y no parecía querer abandonar el festival por las buenas. Supongo que no fueron esas las causas climatológicas que obligaron a Band Of Horses a suspender a última hora su actuación, pero lo habríamos entendido. El caso es que sus sustitutos fueron Deerhunter, y con ellos empezamos esta última entrega de Primavera 2013 en el Fòrum. Encantados siempre de tocar en Barcelona, los de Georgia pueden hacer triplete en cuatro días si mañana acuden a su cita programada en sala Apolo; y aunque tocaran cada día, su público nunca se cansaría.

Deerhunter (83)RetPSalió Bradford Cox medio disfrazado al escenario Heineken, secundado por su inseparable mejor amigo Lockett Pundt, y juntos empezaron a desgranar esa densa cebolla musical que es Deerhunter. Guitarras en capas, estructuras que parecen un eterno rodeo que conduce cada vez más al centro, y un regusto dulce y amargo que sin embargo resulta esencial para todo tipo de paladares. Cox, como siempre, llevaba la voz cantante: esa voz que utiliza con cierta dejadez, y que pese a carecer completamente de virtudes, resulta la perfecta cresta para la ola melódica que generan instrumentalmente. En ese sentido, su último Cd, Monomania (4AD, 2013), no es más que otro océano de mareas electrificadas a sumar a su ya destacada discografía. Por eso los de Atlanta son gente de fiar: porque aunque demuestren cierta verborrea compositiva, traducida en más de un disco al año (aprovechando proyectos paralelos), en directo demuestran que su genio es un manantial de chorro gordo que no sufre altibajos.

Wu-Tang Clan (76)RetPAcabada la cita diaria con Deerhunter, tocaba cambiar radicalmente de tercio, cruzar medio recinto hasta el Primavera, y asistir a la reunión del 20º aniversario del Enter The Wu-tang (36 Chamber) (Loud Records, 1993), uno de los disco capitales de la historia de hip-hop de la costa este. Una pandilla entera de negratas rapeando ocupó el escenario para el regocijo de un público que, aunque mayoritariamente menor de la media del festival en general, reconocía las canciones como aquello himnos de rabia y soberbia que casi todos hemos necesitado oír alguna vez. El problema es que el hip-hop, o al menos el que es bueno, parece seguir anclado en el mismo punto en el que estaba en 1993, y tal vez solo se tratara de un asunto generacional. Llegaba entonces el momento de elegir: o Nick Cave o Dan Deacon; todo un dilema sobre lo que es convencional y lo que no, y afortunadamente ganó el menos cuerdo.

Dan Deacon (39)RetPDan Deacon es un personaje fuera de lo normal: una especie de Michel Moore de la música electrónica avanzada que tiene la necesidad de hacer partícipe de sus concierto al público, y hasta a la luna llena de ayer noche, de una manera muy especial. Además de producir una música luminosa, que parece despeñarse aceleradamente por una ladera empinada de alegría incontenible y dadaísmo, el autor de America (Domino, 2012), uno de nuestros discos favoritos del año pasado, organiza y dirige juegos de baile para que su público se suelte, se divierta e interactúe con él. Provoca una vivencia muy poco habitual en la música, ya sea en la instrumental tradicional que en la electrónica. Porque la suya es una muy particular también, muy propia de la Guía del autoestopista galáctico (#FF): construida con piezas sueltas de cohetes espaciales, condensadores de fluzo, chapa brillante, y dos baterías dignas de acorazado de combate por el control del universo.

Phosphorescent (23)RetpMuchos de los allí presentes salieron de su actuación con la idea de que habían asistido a uno de los conciertos de festival: dinámico, imprevisible y tremendamente festivo, no hizo sino demostrar el impresionante poder que tiene la desinhibición, y que la música, en ciertas ocasiones, podría ser una fuente ilimitada de energía. En otras ocasiones, como en el concierto de Phosphorescent, no es así. Entiendo que para algunos debió marcar el final de un festival para el que se necesita combustible del bueno, porque la banda de Matthew Houck sirve más para argumentar la claudicación que para coger carrerilla ante el último repecho del camino. Su folk-rock americano, criado en Alabama y de buena educación, tiene un acabado aseado y hasta atractivo, pero podría ser la misma foto fija de un montón de bandas que se han macerado en la misma salvia, y que recorren las mismas sendas rurales de bosque alto. Había que buscar algo más acorde con el auténtico fin de fiesta: y ese algo era The Drones.

The Drones (35)RetPLos australianos se han vuelto a desmarcar de sí mismos con un Cd, I See Seaweed (self released, 2013), duro y abigarrado, que llevan al directo con la entereza y sangre caliente. Con un oscuro toque a Swans, y una apertura de poderosa decadencia previa al resurgimiento, Gareth Liddiard y compañía empuñaban sus instrumentos como si otra vida hubieran sido guerreros cruzados, pero los abandoné a media hazaña, porque en la otra punta del recinto tocaba My Bloody Valentine. Los irlandeses no dejaban hacer fotos, así que aprovechando que quería conservar mis tímpanos intactos, me coloqué a una distancia prudencial para recibir bien preparado el impacto del ejército de decibelios que se pone al vicioso servicio de Shields y compañía cuando se suben a un escenario. Su actuación, que para mí cerraba esta edición de Primavera Sound, fue un puñetazo de shoegaze al pie del Mediterráneo, que debió oírse y sentirse hasta el Roma.

My Bloody Valentine (5)RetPCon un estilo eminentemente impresionista y una clara tendencia a buscar un orden dentro del caos, My Bloody Valentine se mueven en la veteranía con la terquedad de quien vive según sus principios, y con el angustioso aspecto de quien hace ruido para acallar el silencio y a la muerte. El pop-noise de los irlandeses, que confunde voces, distorsión, un potentísimo bajo y la batería de un juez todopoderoso, sentó las bases hace veinte años, y resulta que siguen vigentes. Tienen los nervios de acero inoxidable, oscurecido tal vez por los años, y probablemente por sus venas circule un finísimo hormigón líquido, pero pese a la rudeza de sus texturas, las formas que se esconden bajo las ráfagas de cuerda y percusión son dulces y demuestran que tras esa fiera capa de aspereza, hay sentimientos y reacciones muy humanas y transmisibles. Y aunque no fuera exactamente el cierre, To Here Knows When supuso para mí el punto y final de la decimotercera edición del Primavera Sound. Un auténtico lujo, jamás soñado.

(Continúa en el epílogo, día domingo 26 de mayo)

Fotos de Pablo Luna Chao.

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