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Aroah – El día después

Quizá el día después asoma tímido, con el ruido de los coches en la ciudad con el que empieza el tercer álbum de Aroah. Hablar de sutileza siempre es acertado en el caso de esta artista, que se ha lanzado de lleno a componer en castellano en este breve pero variado disco llamada El día después (Acuarela, 2007)

Las melodías suenan mejor, y no por el hecho de ser mejores en sí mismas, sino por el acertado acompañamiento con el que están arropadas. No hay más que escuchar la impactante sección de vientos de Cifras, los teclados de Pastoral o los estribillos pegadizos de La escala de las cosas. El día después tiene más ritmo, más base; sencillamente más producción. Pues sí, se nota la mano de Raül (Refree) en la producción, no sólo en la orquestación sino también en el concepto del propio álbum, muy diferente del resto de los trabajos de Aroah. La melancolía que siempre ha acompañado sus canciones se disimula con ese despliegue de metales, cuerdas, teclados y efectos. Aunque, no nos engañemos, frases como «a un salto de la cama la respuesta, es lo que dicen todos los psiquiatras, levántate ya», sacada de Canción para follar, no muestran mucho optimismo. Sea como fuere, las letras de Irene Tremblay llegan a los oídos de forma sencilla y directa.

Pero no sólo de la producción se alimenta este disco. La voz de Irene ha cambiado, y si bien siempre ha sido dulce quizás ahora es más expresiva. Cortes como el que da nombre al álbum recuperan a una Aroah más «cantautora», salvándose del típico «este tema está sobrecargado» gracias a que los arreglos, siempre muy presentes, también saben mantenerse al margen para dejar aire a la esencia de las canciones. Por otro lado, Pequeña y verde es un ejemplo claro de cómo muchas de las piezas de El día después comienzan y acaban en puntos muy diferentes: aquél que comienza de forma extraña y plagada de efectos acaba convirtiéndose en lo más pop del álbum; uno que entra con mucha energía frena en seco para dar paso a una sencilla melodía, como es el caso de Cifras.

Y así se acaba El día después, con un tema titulado Nada, cuya voz a capella recita «libertad asfixiante, por no querer nada, ya no quiero a nadie». Nos recuerda así que las composiciones de Aroah pueden tener mil formas diferentes, pero siguen manteniendo esa belleza triste y nostálgica que convence desde la primera nota.

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