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[Crónica] Blur (La Riviera, Madrid, 08/06/23)

La banda británica actuó anoche en la sala La Riviera tras suspenderse la primera jornada del Primavera Sound Madrid por motivos de seguridad ante la adversa previsión meteorológica

Damon Albarn, durante la actuación de Blur anoche en la sala La Riviera de Madrid. Foto: Primavera Sound

Supongo que podría haber sido peor, pero la primera edición de Primavera Sound Madrid, que la pasada semana celebró su habitual cita en Barcelona con normalidad, ha comenzado renqueante: la jornada inaugural prevista este jueves en Arganda del Rey se canceló el miércoles por la tarde debido a las lluvias de las semanas previas y a la previsión de una tormenta por la tarde, según palabras de Aleix Ibars, jefe de prensa del festival. Parece que las actuaciones programadas para hoy y mañana podrán transcurrir con normalidad, aunque no es cien por cien seguro que el recinto de la Ciudad del Rock pueda abrir finalmente sus puertas esta tarde.

Una de las reacciones del festival ante la polémica decisión fue reubicar el concierto de Blur, uno de los cabezas de cartel del jueves, en La Riviera (con capacidad para 2500 personas) y la programación del escenario Boiler Room x CUPRA en la sala The Bassement. El acceso, gratuito para poseedores de abono o entrada de día, requería la reserva previa a través de la aplicación AccessTicket. El aforo disponible, claro está, se completó en cuestión de pocos minutos (¿o fueron segundos?). El caso es que Damon Albarn y compañía saltaban al escenario de La Riviera a las nueve y media ante dos mil y pico afortunados cuyos planes pocas horas antes no incluían, de ninguna manera, ver y escuchar en directo a Blur y, mucho menos, en una céntrica sala alejada de las grandes aglomeraciones propias de un festival. Se palpaba en el ambiente la euforia, ganas y energía de una audiencia plenamente consciente de que aquello, y a pesar del desgaste de la palabra en la última década, era algo realmente extraordinario.

La excusa para la nueva gira de la banda británica es la publicación de The Ballad Of Darren, su noveno disco y el primero desde 2015, el próximo 21 de julio. Y a él recurrieron para abrir con la inédita St. Charles Square, a la que le siguió un There’s no other way que sirvió para prologar algunos de los desparrames posteriores. La primera parte del repertorio se alejó de lo acomodaticio: sonaron Popscene, Tracy Jacks o Beetlebum, sí, pero también Trouble in the Message Centre, Villa Rosie o un Country Sad Ballad Man que no interpretaban en vivo desde hacía ocho años. Tras los primeros compases del concierto uno no sabía con certeza quién estaba más alborozado, si el público o los cinco tipos que estaban allí arriba. Albarn no paraba quieto, arengando a la hinchada, divertido, escupiendo agua aquí y allá y presentando de nuevo su candidatura para alzarse con el título de frontman más carismático del pop de los últimos treinta años. A su izquierda, Graham Coxon se mostraba igualmente juguetón e incontestable a la guitarra, con la que desplegó un formidable muestrario sonoro a largo y ancho de toda la actuación.

Coffe & TV y End of a century dieron paso al mayor bullicio de la noche con Parklife, donde al fin se liberó (en forma de saltos, gritos, empujones y cervezas volando) todo el júbilo acumulado ante el carácter excepcional de lo que estábamos presenciando. Las aguas regresarían más o menos a su cauce con Sing, Intermission y Advert, pero volverían a encresparse con Song 2 y los aullidos de una Riviera ya sudorosa. Tras finiquitar This is a low el grupo regresó al escenario para ofrecer un bis compuesto por Girls & boys (todos a bailar), Tender (todos a cantar), The narcissist (el primer y notable adelanto de su nuevo álbum) y un The universal que sirvió para echar el cierre a casi dos horas de una noche, esta sí, memorable.

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