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[Reseña] Real Estate – In Mind

realestatemindImperturbables Real Estate

Puede que Real Estate no sea precisamente la banda más divertida y estimulante del circuito indie… ¡Qué narices! Puede que sean los tipos más aburridos (aunque brillantes) que puedas llegar a ver sobre un escenario, pero cuando entran en un estudio de grabación son infalibles. El quinteto de New Jersey acaba de estrenar In Mind, su quinto disco, y aunque no estemos ni mucho menos ante su mejor trabajo, escucharles sigue siendo una actividad enormemente placentera.

Respaldados en todo momento por Pitchfork, medio gurú en la crítica musical, Real Estate han mantenido siempre una línea estilística muy nítida, y en esta nueva entrega plantean una escrupulosa continuidad con respecto a sus trabajos inmediatamente anteriores, Atlas (2014) y Days (2011). Indie pop-rock, de pura cepa. Su fórmula, con carácter marcadamente lo-fi, se basa en las tonalidades más amables y luminosas de la guitarra, en el susurro sereno de Martin Courtney –quien, por cierto, arrancó hace un par de años su carrera en solitario con Many Moons–, y en un ritmo en piloto automático que hace que todo fluya en perfecta armonía.

En los discos de Real Estate no hay peligro de sobresalto, pero cuatro publicaciones y ocho años después no vendría mal alguno. In Mind sigue la misma senda siempre soleada, siempre optimista, en la que sabes que nada malo o imprevisto va a pasar. Es un constante ir en chanclas por el paseo marítimo de una playa en la que no hay ni olas.

Sí que hay, en cualquier caso, detalles en la atmósfera que nos hablan de ciertas novedosas inquitudes. No es casualidad que Darling, la canción que inaugura el disco, se abra con una nota sostenida de teclado que se mantendrá ahí, agazapada, durante toda la canción, para ir poco a poco alzando el vuelo. Porque, dentro de la más absoluta fidelidad consigo mismos, parece que Real Estate empiezan a atreverse de verdad, y con muchísima cautela, con la experimentación y la psicodelia.

Se arriman ligeramente a la sombra un poco ácida de Deerhunter en Stained Glass y en Two Arrows, por el moldeado gomoso del teclado en Holding Pattern recuerdan a Ariel Pink, por el tono alternativo y confiado de Diamond Eyes a los Yo La Tengo de Little Eyes y por la frescura y los pellizcos de guitarra al mismísimo Mac DeMarco en Same Sun. Referencias menos ortodoxas del indie aplicadas a un dogma personal muy cuidado que sigue imponiéndose.

El resto del disco, que dura tres cuartos de hora distribuidos en 11 canciones, es ese tuétano estilístico que no cambia de disco a disco en Real Estate. Canciones como la dilatada Serve The Song, las cadenciosas y sugerentes After The Moon y Time y las muy paradigmáticas White Light y Saturday, después de esa intro de piano, marcan un capítulo más en una historia musical que no parece tener ni principio ni final.

Con todo, In Mind resulta un ejercicio de delicadeza, coherencia y desenvoltura realmente envidiable. No parece que haya fuera, acontecimiento o perturbación alguna que pueda provocar sobresalto en los miembros de Real Estate, que se mantienen año a año, disco a disco, envueltos en un halo de perpetuidad. Quizá a la larga no sea la mejor estrategia, pero en su cuarta entrega los norteamericanos siguen sonando igual que el primer día; exactamente igual.

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