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Standstill – Vivalaguerra

«Un, dos, tres«. Es complicado empezar de una manera más manida un disco más atípico. Si esa última palabra la cambiamos por «atrevido», «sincero», «avanzado» o sencillamente «grande», ya podríamos tener un crítica bastante certera de Vivalaguerra (Buena Suerte / Pias, 2006). Segundo disco en español para Standstill, nuevo paso al frente para la banda. O un nuevo viaje interestelar en zapatillas, pues este álbum no deja de ser otra bofetada de cotidianidad -a veces doliente, a veces luminosa- que nos llega desde un rincón musical que se empieza a parecer a una galaxia lejana (y muy cercana).

Varios cambios les han llevado hasta aquí. Buscando horizontes más abiertos, han dejado BCore para pasarse a la autoproducción con su Buena Suerte. Por otro lado, Elías y Rubén abandonaron la formación en buenos términos, tan buenos que siguen aportando cosas en este disco. Han dejado su puesto al multiinstrumentista Ricky Falkner y al DJ Chus Portela, que ya colaborara en el anterior espectáculo de la banda. Al pie del cañón siguen Enric Montefusco (voz, acústica, samplers), Piti Elvira (guitarras eléctricas, coros) y Ricky Lavado (batería, percusión, coros), y el resultado final de sus esfuerzos bien merece un, dos, tres millones de escuchas.

¿Que de qué estamos hablando? De batallas, de guerras del día a día por tener un hueco a la medida que creemos merecer. De soldados que viajan juntos en el autobús sin mirarse a las caras. De romper silencios en el momento apropiado. De coger aire. Del miedo que nos damos a nosotros mismos. Del tiempo que se nos escapa. De risas que hacen que merezca la pena vivir. ¿Y ahora qué? Pues de todo. Porque tras esa amalgama de frases cogidas aquí y allá del disco se encuentran un montón de ideas en las que, según profundizamos, descubrimos pensamientos que sorprenden tanto por directos (La mirada de los mil metros) u oníricos (La risa funesta), como por resultar nada obvios (Yo soy el presidente de la escalera). Seguramente todavía habrá escépticos, y gente que directamente no haya aceptado el cambio, pero es un hecho: Standstill acertaron de pleno al pasarse al español. Hablando de cosas ordinarias logran imágenes que nos permiten ir más allá, hacerlas nuestras, darles nuestro propio sentido. Ése que nos obliga a tararearlas una y otra vez, y que nos parece que le da a todo una explicación.

¿Y qué hay del sonido? Pues una continuación no tan natural de Standstill (BCore, 2004). El conjunto es mucho más heterogéneo, y la sección rítmica ya no es una apisonadora que se dedica a recorrer el álbum al unísono. No sólo se vuelven a desdoblar para conseguir percusiones a ratos deslumbrantes, sino que, volviendo a ese concepto reiterativo del silencio, son capaces de desaparecer por completo hasta el momento justo, para volver a hacer mutis por el foro más adelante. No hay más que prestar atención a Sí, quiero para quedarse con la boca abierta. Los samples se complementan con los juegos de voces, algunos de ellos impresionantes, como en ¿Por qué me llamas a estas horas?. Otros experimentos, como el bajar una octava la voz de Enric en 1, 2, 3 sombra, extrañan y sorprenden a un tiempo. También hay palmas y programaciones, una orquesta de vasos y cucharas en 1, 2, 3 sol, y arreglos más complejos como la impagable combinación del piano con el resto de instrumentos en Noticias del frente. Una interpretación perfecta, tanto en lo que se refiere a ejecución, como al concepto más cercano al teatro y relacionado con la intensidad y los matices con los que enfocan cada tema.

No resulta fácil escribir un pequeño párrafo que, a modo de epílogo, condense apropiadamente la casi total perfección de Vivalaguerra. Afortunadamente, Eric Fuentes de The Unfinished Sympathy comentó en una reciente entrevista en Muzikalia que «Standstill te gustarán o no, los entenderás más o menos, pero son, sin duda, el grupo con más cojones de este país». Poco más se puede añadir que sea más cierto.

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