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Nacho Vegas (Córdoba, 16-12-06)

El día anterior Nacho Vegas había estado tocando en Jaen. Junto a su road manager se dirigió a comprar aceite, pero primero preguntaron dónde podían conseguirlo a buen precio, en grandes cantidades y todo eso. Cuando obtuvieron la información, ambos se dirigieron rápidamente al lugar indicado. Al llegar, les recibió un hombre que portaba, literalmente, un rifle entre las piernas. A su lado aparecieron dos efebos grandes y bien formados que parecían proteger al hombre-rifle. Nacho les comentó el motivo de la visita, y ellos le vendieron el aceite a veintiocho euros cada botellita. Por lo visto era caro. A continuación, pasaron a una sala cuyas paredes estaban adornadas con narices y antifaces similares a los que se utilizan en los carnavales. De fondo, sonaba una y otra vez una canción del primer disco de Pink Floyd…

Llegados a este punto, Nacho Vegas comentó que no sabía bien a qué venía toda esta historia. Pero daba igual, las más de cien personas que estábamos en la sala Metrópolis reíamos como tontos. De todas formas, la mayoría mostraba ya desde el principio una agradable sonrisa, a pesar de que el concierto comenzó con más de una hora de retraso. El asturiano, acompañado de Xel Pereda con otra guitarra y banjo ocasional, ofreció en algo más de hora y media un interesante repertorio. No faltaron cosas como El hombre que casi conoció a Michi Panero, En el jardín de la duermevela, Ocho y medio o Noches árticas, con la que comenzó la velada. También pudimos escuchar dos de los temas que estarán incluidos en el disco de canciones tradicionales asturianas que está preparando. Álbum que no pinta nada mal, si bien es cierto que en estudio pueden sonar totalmente diferente si lo comparamos con la desnudez instrumental a la que se vieron sometidas en la noche de ayer. En una de ellas, Pereda fue quien puso la voz.

Muy bien recibidas fueron las composiciones incluidas en El tiempo de las cerezas (Capitol, 2006). No es para menos: funcionan igual de bien con dos guitarras, con violines, con Bunbury, sin él… Días extraños se confirma como uno de los temas nacionales del año y seguro que agradeceríamos, de cara al futuro más próximo, más canciones como El cazador en el jugoso repertorio del asturiano. Hubo hasta invitados en la pequeña (casi íntima, un lujazo) fiesta. Antes de comenzar con La pena o la nada, Nacho comentaba “aquí tendría que cantar conmigo J, pero creo que está indispuesto”. Pero no, J, totalmente planetario, bajó, se puso a su lado e hizo los coros, mientras Xel Pereda se quedaba en un segundo plano.

Cosas como éstas se piden en un concierto que se presenta como acústico: risas, sorpresillas, buen ambiente, mejores canciones, historietas psicodélicas… Poniéndonos más serios, digamos que sigue mereciendo la pena, ahora más que nunca, asistir a un concierto de este hombre. Es decir, después de verlo dos veces en apenas quince días, uno ya espera impaciente la próxima oportunidad para ir a otro concierto suyo. Y eso no lo consigue cualquiera.

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