[Crónica] Meo Kalorama (Lisboa, 19-21/06/25)
La cuarta edición del Kalorama Lisboa se celebró este año en junio, de forma excepcional. Los organizadores se vieron obligados a adelantar las fechas porque en agosto no encontraron artistas de renombre disponibles para el line-up que deseaban confeccionar. Entendemos que en Madrid ocurrió algo similar, mientras que las fechas de junio sí estaban libres. Curiosamente, los dos primeros días del cartel fueron los más potentes, mientras que el sábado, que de por sí atrae a una mayor audiencia al ser fin de semana, representó una apuesta del festival por un artista que apenas acaba de publicar su primer álbum.

La actuación de Pet Shop Boys fue una auténtica celebración de cuatro décadas de música. Deslumbraron con un espectáculo que fue todo menos aburrido, aunque algunas personas se quejaban de la ausencia de bailarines y lo encontraban un tanto monótono. ¿Nos estamos acostumbrando a ir a los conciertos como quien visita un parque temático? El dúo apareció en el escenario con hipnóticos láseres de fondo y máscaras cromadas, con Neil Tennant de pie bajo una farola y Chris Lowe con su característica gorra detrás de los teclados. Y sí, sonaron todos los éxitos, uno tras otro y sin apenas pausas. Presentaron a los percusionistas Afrika Green y Simon Tellier, que también tocaban la guitarra, y a Clare Uchima al teclado. Se colocaron en fila a ambos lados de Lowe mientras Tennant interpretaba Left To My Own Devices, además de otros temas destacados como Domino Dancing o Love Comes Quickly. Para el bis, el dúo regresó bajo las farolas, mientras imágenes de ambos más jóvenes, en el vídeo original, aparecían en las pantallas durante West End Girls, antes de que Being Boring pusiera fin a un espectáculo tan previsible como deslumbrante.

The Flaming Lips, quienes casi pierden su vuelo de Nueva York a Lisboa debido a problemas climáticos, presentan, por el contrario, una riqueza audiovisual atractiva tanto para cualquier organizador de festival como para oyentes no familiarizados con la banda. De hecho, es una opinión unánime que difícilmente decepcionan. Cuentan además con una ventaja: un showman como intérprete, el excéntrico Wayne. A veces, es el único miembro de la banda visible en el escenario, los demás quedan completamente ocultos por los cuatro robots rosas que se inflaban y desinflaban a lo largo de la noche. Wayne actuó, primero con la trompeta, y animó a la multitud durante toda la hora de concierto para que no parase de gritar y aplaudir. La banda interpretó el clásico Yoshimi Battles the Pink Robots de 2002, repleto de neo-psicodelia desenfrenada, rock experimental e indietrónica de principio a fin, con destellos del bajista Stephen Drozd y el baterista Matt Duckworth Kirksey, en particular. El final fue un «Gracias por verte tan feliz», acompañado de un montón de globos que decían «Fuck yeah Kalorama Lisbon», un homenaje al lugar de su actuación esa noche. La puesta en escena fue visualmente impactante, y en todo caso mucho más «discreta» de lo habitual para ellos, pero se compensaba con un setlist impecable y sobrante de artificios.
Eclecticismo y Diversidad en el Kalorama

Un elemento llamativo del Kalorama es su eclecticismo y los grandes contrastes de un escenario a otro. En el segundo día también pudimos comprobarlo con la presencia del pop del dúo local Best Youth, compuesto por Catarina Salinas y Ed Rocha Gonçalves, e inmediatamente después la avasalladora puesta en escena de la banda de dance punk de Boston Model/Actriz, que presentaba su segundo álbum, Pirouette, con menos distorsión y ruido que su debut. De nuevo en el escenario grande, la cantante y rapera Azaelia Banks, cuya canción «212» fue considerada una de las definitorias de la década. A lo largo de su carrera, la presencia de Banks en las redes sociales y sus francas opiniones, especialmente sobre política estadounidense y raza, así como sus disputas con otros artistas, le han generado una controversia significativa, más incluso que su propia carrera. Vino acompañada por un DJ para una fiesta house que duró menos de una hora. Y nada más.
Scissor Sisters, sin embargo, llegaron para montar su verbena particular, y era, además, su primera actuación europea en unos 13 años. La banda se tomó un descanso en 2012, y su líder, Jake Shears, epítome del showman, forjó una exitosa carrera en solitario y demostró su talento para el teatro y la interpretación con actuaciones tanto en Broadway como en el West End. La gira celebra los 20 años desde que su álbum debut homónimo llegó a las listas de éxitos, y no perdieron el tiempo en sumergirse en la nostalgia en su presentación en el Kalorama: Laura, el éxito Take Your Mama —«Esa la escribí en la habitación de mis padres en Tennessee», dijo Shears sobre ella— con un fragmento sorpresa de «Freedom! ’90» de George Michael que enloqueció al público, o la exuberante versión disco de Comfortably Numb de Pink Floyd que los sacó del anonimato. La banda contó con Bridget Barkan y Amber Martin para ayudar a compensar la ausencia de Ana Matronic, quien ya se había retirado de los escenarios. Sus coreografías ingeniosas estuvieron más que a la altura, con el broche final de las contagiosas I Don’t Feel Like Dancin’ y Filthy/Gorgeous. Más allá de la propia música, es justo señalar que la banda fue de las primeras en abrazar a la comunidad queer cuando no había una gran visibilidad LGBTQ+.

En el escenario San Miguel apareció una vez más Róisín Murphy —la tercera vez que la vemos en vivo— cuyos espectáculos se guían por los diversos cambios de vestuario y estilos musicales. Su banda, rodeándola, sabe crear una atmósfera cautivadora y una sensación de exploración musical y teatralidad que hace que su experiencia en vivo sea siempre diferente. A su actuación impecable solo podría reprocharle que no hubiera incorporado más canciones de su excelente último álbum, Hit Parade (2023), producido por DJ Koze, si bien introdujo modificaciones en sus clásicos imprescindibles de Moloko: Sing It Back en diseño tropical y The Time Is Now en clave deep house.
FKA twigs ha querido trasladar su nuevo álbum al escenario de una forma distinta, y su principal objetivo es evocar euforia en su público. Dividido en tres actos (Practice, State of Being, Pinnacle), la gira de FKA gira en torno a un cubo en medio del escenario, que en varios puntos sirve de pasarela, un antro y una pista de pole dance. Esa secuencia de pole dance al son de 24hr Dog recuerda que Twigs trabajó como anfitriona en un club de striptease para llegar a fin de mes. Incluso aunque su avant pop no sea de tu agrado, te sumerges con facilidad en su actuación de arte escénico vanguardista. Y sorprende, porque, a pesar de no ser todavía una artista de estadios, una auténtica legión de fans se agolpaba en los primeros lugares y conocían todas sus canciones de memoria. Muchas de las partes del show, eso sí, son solo números de baile con la canción y voz pregrabada, lo que convierte el espectáculo en una performance más que en un concierto en directo. «Esta próxima canción es muy especial para mí», dijo, antes de su presentación final con Cellophane.
El Cierre del Festival y Nuevas Propuestas
En el último y más concurrido día del festival —más flojo, a mi parecer, en cuanto al cartel— destacaba a primera hora la presencia de Jasmine 4.t, con su característico cabello azul y rosa, que interpretó canciones de su notable álbum debut, You Are The Morning. Este trabajo ofrece una visión positiva del amor, basada en su experiencia como mujer trans. En un momento dado, abordó la reciente decisión del Tribunal Supremo del Reino Unido de excluir legalmente a las mujeres trans de la definición de «mujer».
Con un cambio de tercio, la formación canadiense BADBADNOTGOOD rindió homenaje a dos músicos legendarios recientemente fallecidos que los inspiraron enormemente: Sly Stone, con una versión de Family Affair, y Roy Ayers, con quien tuvieron la oportunidad de tocar y para quien interpretaron Everybody Loves the Sunshine. El power pop del dúo australiano Royel Otis es siempre garantía de éxito. Logran en sus directos un notable equilibrio entre canciones propias como Adored o Foam y versiones, como Murder on the Dancefloor —«esta es una canción que no escribimos nosotros», rezaba la pantalla, como si no lo supiéramos— y la exitosa adaptación de Linger de los Cranberries, e incluso alguna nueva, como Say Somethin’.
El cabeza de cartel de la noche —si bien ya pasadas las 2 de la mañana— fue para un artista que apenas acaba de publicar su álbum debut: Damiano David, más que conocido como vocalista de la banda italiana Måneskin. Con bastante mérito, dado que en sus 45 minutos no tocó ni una sola canción de su grupo, por lo que su repertorio se basó en parte de su álbum debut, Funny Little Fears, más cercano a la pista de baile (Voices) o al pop de masas (Tango) que al glam rock que le ha llevado al éxito. Incluyó dedicaciones a «todos los enamorados del público» en Mars, y el setlist lo completó con versiones como Nothing Breaks Like a Heart de Mark Ronson con Miley Cyrus, o el reciente éxito Too Sweet de Hozier. En un momento, se cambió la camiseta por la de la selección portuguesa del festival, acompañada por el «¡sí…!» de Cristiano Ronaldo. Nada más que alegar, señoría.