[Crónica] Joaquín Sabina (Madrid, 02/06/25)
Úbeda es una de las localidades más singulares de España. No me ata ningún parentesco o afinidad para aseverarlo, basta con pasear por sus calles de edificios renacentistas- al fin y al cabo es Patrimonio Cultural de la Humanidad- para darse cuenta de que estoy en lo cierto. Y, además, exhibe con orgullo en una de sus plazas el lugar de nacimiento de Joaquín Sabina, que más pronto que tarde se convertirá en un lugar tan emblemático como la plaza Vázquez de Molina. Ello no obsta para que el propio Sabina reconozca, nada más comenzar su actuación que, pese a haber nacido en Úbeda, y sentirse orgulloso de ello, también “me siento madrileño”. Sabina, de 75 años, que ha sufrido caídas, un derrame cerebral y afecciones de la voz, se despide, parece que ahora sí definitivamente, de los escenarios, y ha escogido nada menos que ocho fechas solamente en la capital. Por todo ello, seleccionar el setlist adecuado para la gira del adiós ha debido requerir para el cronista de la vida madrileña de cierta reflexión, en un esfuerzo, como él mismo ha confesado, para no repetirse tanto: “hemos buscado canciones que no podíamos cantar en las últimas giras”.
Tras la presentación en videoclip de Un último vals, lo más lógico es que abriera en su segunda actuación en Madrid con Yo me bajo en Atocha que es como una segunda parte de la mítica Pongamos que hablo de Madrid, y que había sacado de forma discreta en su disco con Fito Páez de 1998. Piezas rockeras como Lágrimas de mármol y Lo niego todo dieron paso a un trío de ases de triunfo asegurado: Calle Melancolía (“que escribí cuando ninguno de vosotros habíais nacido”) y que rescataba en esta gira por primera vez en quince años; 19 días y 500 noches, que hizo levantar (y bailar) al público o Quien me ha robado el mes de abril, otra joya recuperada también en esta gira por primera vez en 12 años.
En Más de cien mentiras Sabina presentó a su banda con fotos de cuando eran niños en las pantallas, tras lo cual se tomó su descanso y su corista Mara Barros cantó Camas Vacías, mientras que Jaime Asúa, guitarrista, hizo lo propio con Pacto entre caballeros. En Donde habita el olvido el jienense mudó de bombín y en Peces de Ciudad hizo alarde de proyecciones de sus propios dibujos y óleos en tres pantallas enormes. Sentado de vuelta, retomó las anécdotas y contó cómo tuvo la oportunidad de cantarle a la cara Por el bulevar de los sueños rotos a la mismísima Chavela Vargas, otra de las canciones celebradas de la noche junto a Y sin embargo, una de las mejores composiciones de Sabina que vino precedida de la canción de la que se inspiró, Y sin embargo te quiero para cerrar con Noches de boda / Y nos dieron las diez. El momento más emotivo de la noche fue- más allá del final con Princesa en versión más rockera- sin duda para Tan joven y tan viejo, ahora tan autobiográfica aunque escrita cuando no había cumplido ni 50 años, con esa gran estrofa final con homenaje a Dylan incluido, y que recibió una ovación tran prolongada que el propio Sabina apenas pudo contener las lágrimas: “Así que, de momento, nada de adiós muchachos / Me duermo en los entierros de mi generación / Cada noche me invento, todavía me emborracho / Tan joven y tan viejo, like a rolling stone”.