[Crónica] Eric Clapton (París, 31/05/25)
En abril de 1965, John Mayall invitó a Eric Clapton a unirse a su banda, John Mayall’s Bluesbreakers. Con este grupo, Clapton no solo se forjó una reputación como guitarrista, sino que se ganó su segundo apodo: «Dios». Provenía de un grafiti de un admirador en la pared de la estación de metro de Islington, en Londres, que proclamaba con valentía «Clapton es Dios». En los últimos años en cada gira que Eric Clapton ha anunciado – casi siempre imprevisible- ha parecido a priori que va a ser la última. Y no es que seamos agoreros, él mismo ha reconocido desde hace (muchos) años su intención de retirarse. Lo curioso es que la primera vez que dio la noticia fue en 2014 cuando anunciaba: ”me es imposible seguir de gira cuando tenga 70 años, porque ya no puedo viajar por el mundo”. Lejos de todo ello, en los últimos años Clapton, con 80 recién cumplidos, ha incrementado su presencia en los escenarios, hasta ocho solamente en Japón, hasta tal punto que en 2023 se convirtió en el primer artista no japonés en actuar en el país un total de 100 veces.
Dentro de su gira europea, lo más cercano donde un español podía verle era Francia. En el mismo Accor Arena había actuado como invitado Andy Fairweather Low, que lleva casi tres décadas a su lado como guitarrista rítmico al frente de sus Low Riders, tras lo cual se permitió al público acercarse, contemplar y fotografiar los instrumentos que iban a utilizar Clapton y su banda. Un público obviamente con una media de edad de más de cincuenta años, pero con bastante presencia de sus hijos adolescentes. Clapton salió puntual, incluso tres minutos antes de la hora, impoluto de traje y camisa, beige. El repertorio de esta gira es un recorrido por su monumental carrera, pero también un relato íntimo y personal y de las canciones de blues que ha versionado a lo largo de los años. Y lo cierto es que se podría decir que, aunque inevitablemente faltaron canciones, el repertorio es bastante completo. Al igual que Dylan, Clapton no reproduce sus canciones de igual manera que suenan en el álbum, ni en la parte acústica ni en la eléctrica, e incluso ha llegado a transformar su balada Tears in heaven en clave reggae, aunque en París y el resto de la gira sonó en su versión original.
La primera parte, completamente eléctrica, Clapton escogió dos de sus clásicos con Cream, White Room y Sunshine of Your love, esta última con un inicio engañoso, una pieza de ritmo rápido en la que Eric Clapton improvisaba. También incluyó Key to the Highway que es un standard de blues que grabó para su único Layla and Other Assorted Love Songs de Derek and the Dominos, un álbum al que volvería en el segundo set, y I’m Your Hoochie Coochie Man, un standard de blues que Clapton ha tocado desde siempre, incluso hay versión en un álbum en vivo junto a John Mayall de los años 60s.
En el set acústico Nathan East se cambió al contrabajo y el batería Sonny Emory se entretuvo con las puntas de las escobillas. El ambiente que se iba creando, más que el de un gran concierto de de estadios, parecía una jam sesion de viejos amigos, relajada pero intensa. Sonó Kind Hearted Woman Blues de Robert Johnson, que Clapton había grabado en su álbum Me And Mr. Johnson de 2004 y no faltó Nobody Knows You When You’re Down And Out, otra versión incluída inicialmente en el álbum Layla de 1970, con un muy buen Stainton bordando en el teclado. Menos habitual fue Golden Ring -originalmente en Backless – mientras que la espléndida Can’t Find My Way Home, entre las perlas de Blind Faith, brilló esta vez con East a la voz principal junto a una de las vocalistas- Sharon White y Katie Kissoon- y una emotiva Tears in Heaven como cierre. Se quedó fuera Layla, parece que Clapton ha prescindido de ella ya que no la interpreta desde 2023.
Tras cinco temas acústicos, «mano lenta» volvió a coger su Stratocaster, esta vez con los colores de la bandera palestina, que mantuvo hasta el final de la hora y media de concierto. Es curioso, porque no sólo todavía puede tocar a sus ochenta años, sino que su voz suena muy potente y poco resquebrajada por el tiempo; Badge de Cream abrió este tramo, también con el protagonismo del segundo guitarra, el ahijado de Eric, Doyle Bramhall II, intensificándose hacia el final con los coros, mientras que Old love, sin duda la joya de la noche, provocó auténticos escalofríos, no solo por los solos de Eric Clapton sino por las filigranas de Tim Carmon al órgano Hammond. Siguió Crossroad blues y otro clásico del género, Little queen of spades, un blues lento con largos solos de los miembros de la banda, que culminaron en un absorbente solo final del propio líder. Como no podía ser menos, Cocaine anunció el cierre la actuación con la presentación de la banda y las habituales, con todo el público ya fuera de los asientos y acercándose al escenario. El foco de esa noche en París estaba, obviamente, en el fútbol, con el Paris Saint -Germain alzando su Copa, pero para muchos de los allí asistentes la actuación de Clapton y su banda seguro que fue el comienzo de una noche memorable.