Crónica: Julianna Barwick + Atom™ (Caixafórum, Barcelona, 28-03-2014)
Blanco y negro, mar y montaña, frío y calor, día y noche; y, desde ayer, Julianna Barwick y Atom™. Si es verdad, como proclama la primera temporada de True Detective, que todo se reduce a la más antigua historia desde siempre, a la de la luz frente a la oscuridad, no sería difícil colocar a estos dos artistas, en lados opuestos del cuadrilátero de combate, para que luchara cada uno con sus propias armas. Dos propuestas musicales en las antípodas, unidas ayer por Caixafórum en su sede de Barcelona, que sin embargo, y más allá del lenguaje escogido y utilizado, sí parecen tener algo en común: la experimentación como forma de vida y de expresión artística. Tanto la una como el otro, ambos rechazaron en su día los caminos ya trazados; buceando ella con las ballenas del mar del norte en pos de la armonía más sedante, y construyendo él, desde hace casi 30 años, gran parte de la arquitectura de la electrónica alemana periférica con respecto a los grandes géneros comerciales.
El motivo de tal reunión pública era que era viernes, último de mes, y eso en Caixafórum, de enero a abril, significa que hay música en el vestíbulo a un precio irrisorio: 6 euros, 3 si tienes alguna relación con La Caixa, por ver a uno de los productores más reputados y veteranos del continente, y a una de las artistas revelación del curso pasado. Abrió Barwick, como no podía ser sino, y pronto entendimos por qué ha calado tanto el sonido ambient de su último trabajo, Nepenthe (Dead Oceans, 2013). La de Louissiana se sirve casi exclusivamente de su voz para engarzar loop tras loop y conformar un manto translúcido y aterciopelado por el que pasan, como fruto de una ensoñación o de un viaje cósmico por el fondo del mar, luces que parecen hablarnos desde otro plano de la realidad. Un teclado, en ocasiones, balanceaba todo el entorno como un golpe de marea en la profundidad del océano.
Si le preguntas, puede que Ulises relacione a Barwick con aquellas sirenas que atraían hasta la muerte a los marinos más osados. Tal vez hasta se encadene de nuevo al mástil si empieza a sonar Nepenthe. Para este segundo álbum de estudio la norteamericana ha contado con la producción de Alex Somers, de Alex y Jónsi, y el aire a Sigur Rós se deja notar también en el directo. Los loops con la voz de Barwick describen escaladas de ascenso similares a las de aquellos, con tonos fríos y una iluminación azulada que nos recuerda más a las costas de Islandia que a las cálidas y pantanosas del sur de Louissiana. Muchos de los asistentes disfrutaron de los 50 minutos que duró su concierto con los ojos cerrados, evocando o viajando a lugares amplios y diáfanos. Y algunos, incluso, pudieron evadirse del constante runrún de las conversaciones provenientes del fondo: una molestia previsible que fue de más a menos durante la actuación de Barwick.
Después todo cambió. Solo con aparecer Uwe Schmidt en el escenario improvisado del vestíbulo del Caixafórum empezó a producirse la metamorfosis. El suyo parece un abordaje a la música desde el otro lado: desde la domesticación del ruido más áspero e industrial posible. Con una concepción del ritmo muy diferente de la de Julianna Barwick, Atom™ produjo un ambiente radicalmente opuesto en cuestión de minutos; hasta el público parecía ser otro: entregándose cada vez más a un beat que también fue concretándose y convirtiéndose en bailable a medida que avanzaba la sesión. Con un carácter mucho menos críptico que en su actuación en la pasada edición del Sónar, Schmidt, amenizó igualmente su puesta en escena con unas visuales ingeniosas y de constantes interacciones con la música. En algo más de una hora dejó constancia de su sello inconfundible y de su clase, demostrando una vez más que con un poco de buena creatividad es posible unir hasta los extremos más irreconciliables.
Fotos de Pablo Luna Chao.