discos

[Reseña] Soleá Morente – Tendrá que haber un camino

solea-morente-2015Hace ya casi cinco años, en diciembre de 2010, fallecía Enrique Morente. Poco después nacieron Los Evangelistas, grupo formado por componentes de Los Planetas y Lagartija Nick. Juntos grabaron Homenaje a Enrique Morente (El Ejército Rojo/Octubre, 2012) y se comprometieron a mantener viva la figura del cantaor del Albaicín por los campos de España. En palabras de Antonio Arias, “salió de nuestro afán por hacerle una misa sónica frente a su ateísmo”. En aquel álbum, la voz de Soleá Morente –la hija mediana, entre José Enrique y Estrella, la mayor- deslumbraba en Yo, poeta decadente y La estrella, en una colaboración que se formalizaría meses después en los cinco temas que conformaban el EP Encuentros (2013), publicado ya bajo el nombre de Soleá Morente y Los Evangelistas. Al mismo tiempo debutaba como actriz en la obra teatral Yerma, de Miguel Narros. Poco a poco, hablando con amigos aquí y allá, fueron surgiendo nuevas ideas, textos, ilusiones. Ya en este 2015 se anunciaba la publicación de Tendrá que haber un camino (El Volcán Música), su primer disco en solitario.

Con este currículum expuesto aquí de forma exigua y conociendo mínimamente a los músicos implicados, no resulta complicado hacerse una idea del acabado sonoro del álbum. Hay flamenco y rock, canciones netamente pop y una persistente atmósfera de ruido y psicodelia siempre reconocible para los seguidores de Los Planetas, especialmente desde la senda abierta en el memorable La Leyenda del Espacio (BMG Ariola, 2007). También los familiarizados con los trabajos más intrépidos de Enrique Morente encontrarán aquí cobijo, con un Omega (El Europeo, 1996) siempre chispeante desde la montaña más alta.

El álbum ha contado con una importante lista de participantes. Hay aportaciones –en tareas de composición, ejecución y/o producción- de J, David Rodríguez, Manu Ferrón, Antonio Arias, La Bien Querida, su tío Montoyita, la orquesta marroquí Chekara, Jaime Beltrán o Sergio Pérez García, entre otros. Encontramos versos de Lorca y Machado y se incluyen dos adaptaciones de Leonard CohenWinter Lady y Hey, that’s no way to say goodbye– que fueron pensadas originalmente, precisamente, para Omega. Con este índice de contenidos es difícil no toparse con un buen puñado de momentos brillantes. Yo escucho los cantos inicia el camino entre retazos de una oscuridad que terminará disipándose en Todavía, rebosante fuente de ilusión por lo que habrá de llegar. Entre medias, desarrollos lisérgicamente folclóricos –La Ciudad de los Gitanos, Arrímate-, sevillanas y tangos del siglo XXI –Están bailando, Solos tú y yo– y una nueva electrificación de la figura de Cohen en una conmovedora Ésta no es manera de decir adiós. Justo es realzar Oración, con letra de Manu Ferrón: concisa, nocturna y finalmente brillante. De las composiciones de Ana Fernández-Villaverde (La Bien Querida) es fácil sucumbir al encanto de Nochecita Sanjuanera y la citada Todavía. Por el contrario, su Vampiro no muerde –incluso dudamos de la existencia de sus colmillos-. Y de Tonto –compuesta por David Rodríguez- se puede decir que sale, aquí con desconcertantes resultados, de la misma cadena de montaje que engendró el 9.6 de La Bien Querida.

No iba a ser este el primer disco de Soleá. Cuando le comunicó a su padre que quería cantar, Morente le dijo que primero estudiara una carrera. Tras licenciarse en Filología Hispánica comenzaron a preparar canciones, seleccionando temas de Paco Ibáñez o Víctor Manuel. Después de la repentina muerte de su padre, Soleá siguió trabajando en el proyecto. Presumiblemente será su próximo álbum, pero para ello aún tendremos que esperar. De momento nos quedamos con la celebración que supone, por varios motivos, este estupendo Tendrá que haber un camino.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Botón volver arriba