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[Reseña] Everything Everything – Mountainhead

El cuarteto de Manchester Everything Everything goza de una cualidad singular que le diferencia de muchas de las bandas de indie pop que nacieron con el nuevo siglo: cada disco que lanza supone un nuevo desafío y añade elementos que le singulariza de sus trabajos anteriores, que oscilan entre varios géneros musicales y con temáticas nunca insustanciales y siempre poco convencionales. Este nuevo, Mountainhead, es la perfecta evidencia, después de ya siete discos de estudio. Si su álbum debut Man Alive de 2010 era el más arrogante y ambicioso, tal vez por un deseo consciente o no, de “evitar los clichés, o los clichés que se esperan de los hombres blancos con guitarras de Manchester”, con cada disco han ido desprendiéndose de cierta afectación, todo ello sin perder sus maneras de art pop con las que continúan cautivando al oyente. Esto es todo una hazaña para lo que suele ocurrir con las bandas que comienzan un gran hype, que, tras su debut, todo suele ser cuesta abajo.

En su tercer disco, Get to Heaven, de 2015, considerado su mejor entrega hasta la fecha, la presencia de letras sobres tensiones globales y los acontecimientos políticos no impedía que la banda mancuniana elaborara melodías lo suficientemente comerciales para llegar al gran público: era una perfecta arenga sociopolítica envuelta con sintetizadores fluctuantes y bajos pulsantes. Mountainhead parte de un concepto subyacente, un futuro distópico que imagina un mundo en el que una sociedad ha creado una montaña cavando un gran hoyo. “una sociedad alternativa en la que aquellos en la base de la escala social se ven obligados a trabajar sin descanso para mantener elevada a su élite, en la cima de la montaña”. Este objetivo, sin embargo, se logra en detrimento del pueblo, formado por los llamados mountainheads del título, que, inconscientes (y culpables), trabajan duro. Pese a esta premisa derrotista y ese mensaje más oscuro, casi todas las canciones de Mountainhead son más melódicas y más accesibles que las publicadas en sus anteriores trabajos, incluído el citado Get to Heaven. El álbum atraviesa una ráfaga de emociones, pero en general sigue siendo positivo y entusiasta, como en The end of the contender o End of the mirror, y que cuenta entre sus mejores bazas Buddy come over, con un perfecto acoplamiento de synth pop con riffs de guitarra adicionales de Alex Robertshaw, Don’t Ask Me To Beg, que brilla con una línea de bajo creciente o City Song, donde la melodía va de la mano del sentimiento de pérdida. En todo caso, es la voz de Jonathan Higgs, con su excelente y enérgico rango vocal, capaz de tocar esas notas altas incluso en canciones menos interesantes como Are you Happy o Canary, la que consigue una vez más dar las pinceladas definitivas a un disco apreciable.

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