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La película de la semana: La trama fenicia

La nueva comedia del director americano Wes Anderson se presenta en las salas de cine apenas una semana de ser estrenada en el Festival de Cannes.

Anderson dirigió La trama fenicia a partir de un guión que escribió a partir de una historia del propio Anderson y su viejo colaborador, Roman Coppola. Anderson y Coppola también coescribieron juntos Asteroid City y Moonrise Kingdom. La idea le vino a Anderson y se la hizo saber a Benicio del Toro en Cannes cuando estrenó The French Dispatch, con la imagen del actor interpretando a un magnate europeo, como alguien en una película de Antonioni. Prácticamente ahí tuvo lugar ya el primer borrado del film, cuando ya tenía seleccionado a su actor protagonista. La cinta está ambientada en 1950, pero no en ningún lugar que existiera entonces o ahora y se inspiró en parte en la vida del suegro de Anderson, a quien dedicó la película, el empresario libanés Fouad Malouf- «alguien sabio y muy inteligente, pero un poco aterrador» -además de todo su entorno y un puñado de verdaderos empresarios europeos.

La imagen que Anderson imaginó para Del Toro en La trama fenicia evocaba el estilo de los productores cinematográficos italianos con elegantes trajes y gafas de sol, como Dino De Laurentiis o Carlo Ponti y con figuras en la mente como [Aristóteles] Onassis, Howard Hughes o William Randolph Hearst, pero el director también se empapó de la vida de Árpád Plesch, Calouste Gulbenkian e incluso Gianni Agnelli. Si bien la mayoría de los papeles estaban escritos con ciertos actores en mente- además del papel de Del Toro, que fue escrito para él, el papel de Jeffrey Wright también fue escrito expresamente para él- la excepción fue Liesl, la hija del magnate de los negocios, ya que, después de meses de un proceso de audición, Mia Threapleton, la hija de 24 años de Kate Winslet, recibió la llamada para interpretar a la monja protagonista. Michael Cera, Riz Ahmed, Tom Hanks, Bryan Cranston, Mathieu Amalric, Richard Ayoade, Scarlett Johansson, Benedict Cumberbatch, Rupert Friend y Hope Davis conformaron el resto del reparto estelar.

El director de fotografía francés Bruno Delbonnel filmó en película de 35 mm, lo que marcó su primera colaboración en un largometraje con Anderson. Esta fue la primera película de acción real que no fue filmada por su director de fotografía habitual, Robert Yeoman. La mayor parte de la película se rodó en Babelsberg, el estudio de cine más antiguo del mundo, fundado en 1912, en Potsdam, Alemania. Wes Anderson ya había filmado allí los modelos en miniatura de El Gran Hotel Budapest, pero La trama fenicia es el proyecto de acción real del cineasta que se filmó mayoritariamente en un estudio.

Extremadamente minucioso, para la casa de Zsa-zsa, el diseñador de producción Adam Stockhausen tuvo como referencia la mansión parisina de Calouste Gulbenkian y un palacio veneciano, mientras qeu la mayoría de los decorados de la película se construyeron utilizando las mismas técnicas artesanales tradicionales de la época. Pero lo más sorprendente es que las obras de arte de la casa son verdaderas obras maestras. El equipo logró conseguir un Renoir (que perteneció a Greta Garbo) de la colección Nahmad, un Magritte de la colección Pietzsch y varias pinturas prestadas por la Kunsthalle de Hamburgo, entre otras obras.

La crítica está dividida en gran parte en cuanto al resultado. Hay opiniones muy entusiastas y otras tantas bastante adversas. Según Collider «Parte aventura, parte película de espías y parte drama familiar, The Phoenician Scheme se siente al mismo tiempo como un regreso a la forma de Anderson y como una evolución para el autor a medida que su estilo cambia poco a poco». Para The Hollywood Reporter «La trama fenicia vincula los intereses existenciales del cineasta (el poder desenfrenado de la clase multimillonaria, la codicia desenfrenada y el ambientalismo) con el tipo de narrativa humanística conmovedora que ha estado ausente en sus últimas propuestas». Para Variety «La densa pero innegablemente agradable saga funciona también como una conmovedora historia de padre e hija y, en última instancia, parece mucho más interesada en explorar el espíritu del barón ladrón del capitalismo del siglo XX que sus consecuencias». New York Magazine (Vulture) lucha por una contradicción, habitual, por otro lado, en muchas de las cintas de Anderson «es una película que te hace desear poder congelar los fotogramas para apreciar la belleza y el ingenio de sus detalles, aunque al mismo tiempo te da pocos motivos para querer volver a verla en su totalidad». Para Time «la trama, con su fijación en negocios intrincados y nada relacionados con el cricket, es —digámoslo abiertamente— aburrida. Pero Anderson parece estar expresando una insatisfacción indistinta con el orden mundial actual de la mejor manera que puede: en un desfile de colores que de alguna manera es menos colorido de lo habitual».

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