[Crónica] Nick Cave & The Bad Seeds (Lisboa, 27/10/24)
Un buen concierto es aquel que te deja una huella aun cuando ha pasado el tiempo. También ocurre con una película. No es el momento de tu canción favorita, o esa coreografía tan bien diseñada, o ese juego de luces que te deja con la boca abierta. La tendencia actual – en general para todo- es generar un impacto inmediato que desaparezca al poco tiempo, porque el creador es consciente que otros habrán conseguido tu atención de forma inmediata. Es el scroll continuo de la vida.
Durante más de dos horas y media, Cave hizo lo que mejor sabe hacer y muy pocos más pueden: crear un estado de ánimo y mantenerlo durante un largo tiempo. Su versatilidad o ambivalencia le permite crear un amplio espacio para engendrar, sentado detrás del piano, un ambiente de vulnerabilidad, pero también dejarse llevar por la teatralidad maníaca del predicador. Su poderoso directo, desde la última vez que le vimos en vivo- también en Lisboa, en el Kalorama 2022, precisamente el concierto final de su última gira con The Bad Seeds– se ha visto fortalecido con un implacable acompañamiento gracias a la edición de su nuevo álbum Wild God, sobre todo por la presencia del cuarteto de góspel (Miça Townsend, Wendy Rose, Janet Ramus y T Jae Cole) y Colin Greenwood en al bajo- reemplazo lógico de Martyn P. Casey por motivos de enfermedad, ya que Greenwood participa en el álbum- contribuyendo con las notas bajas y agregando distinción a la interpretación, así como la imponente presencia de Warren Ellis.
Wild God es un álbum más alegre y por eso las canciones de este álbum son las que, en su versión en vivo, alcanzan su máximo de grandiosidad, comenzando con el trío introductorio de Frogs, Wild God y Song of the lake. Detrás y, a los lados, Cave colocó pantallas que durante estas canciones mostraban y subrayaban palabras claves de las letras, para darles aún más fuerza a modo de karaoke: “Bring your spirit down!” exclama en Wild God, una de las consignas repetidas en la actuación, que no hacían más que apuntalar las directrices de esta homilía secular. Tal vez hubiera sido mejor dejar esta canción como colofón del setlist, es tan arrollador su directo que resultó difícil superarla. Con respecto a O Children, del álbum de recién aniversario Abattoir Blues/The Lyre Of Orpheus, Nick explicó que escribió la pieza hace mucho mucho tiempo cuando sus crianças (sic) eran pequeñas y las observaba mientras jugaban. Durante la noche Cave dio rienda suelta a más celebraciones como la acelerada From Her to Eternity, canción que titulaba su álbum de 1984 y que compuso con su compañera de banda, la fallecida Anita Lane, a quien dedicaría otra canción en los bises.
La interacción con el público, como suele ser habitual, fue total, con juego de llamadas y respuestas como en Conversion («stop! you’re beautiful»), fórmula repetida en varias ocasiones durante la velada. Dentro de su actuación hubo momentos más minimalistas en el piano como la conmovedora I Need You, la dulce Long Dark Night o Joy, intercaladas con otras más épicas como Bright Horses, momentos en los que parte del público parecían sentirse más abandonado, por esa absurda necesidad de ser parte activa en todo momento en lugar de escuchar, simplemente. Y si Final Rescue Attempt, de su nuevo álbum, sonó aún más espectacular en vivo, Red right hand hizo su papel de baza segura, al igual que Mercy Seat, ambas arrolladoras como siempre, mientras que White Elephant comenzó con ruido y terminó en una balada gospel con su coro bajando a primera línea. Bis con O wow wow dedicada a Anita Lane, con sus imágenes de fondo. Luego Papa Won’t Leave You, Henry, y la bendición final con Weeping Song e Into your arms, esta última sola al piano, con las luces encendidas y el público, primero en religioso silencio, luego cantando en coro. Después, pudimos ir en paz.