[Crónica] Neil Young & The Chrome Hearts (París, 13/07/25)

Neil Young, a punto de cumplir 80 años, no había actuado en el Viejo Continente desde 2016, casi una década. Muchos temíamos que no lo volvería a hacer, dado que en 2022 declaró que no realizaría giras en avión debido a la crisis climática. Salvado el primer escollo, para esta nueva gira por EE. UU. y Europa —su primera gira fuera del continente americano desde la pandemia de 2020— Neil Young puso como condición actuar en escenarios al aire libre. La única excepción fue París, una fecha añadida a última hora que, en vísperas de la gran fiesta de la nación, fue la última de su gira europea.
En el Adidas Arena, un nuevo pabellón deportivo parisino abarrotado por unas 9.000 personas, una enorme bandera de «Love Earth» cruzaba el fondo del escenario. Unos cuarenta minutos más tarde de la hora prevista de comienzo, Neil Young, con una guitarra de seis cuerdas al hombro, salió al escenario con gorra, camisa a cuadros y vaqueros negros para abrir con una semiacústica Ambulance Blues de su genial On the Beach que apenas días antes había desempolvado de repertorio tras años sin tocarla en vivo. Young estaba acompañado por The Chrome Hearts, con Micah Nelson, Corey McCormick al bajo y Anthony LoGerfo a la batería. También contaba con el veterano genio de 82 años Spooner Oldham al órgano, quien tocó con grandes figuras de los 60 como Aretha Franklin, Percy Sledge y Wilson Pickett, y que ha colaborado con Neil Young desde el álbum Comes a Time en 1978.
Neil Young actúa como un profesional en su oficio, ensimismado y completamente absorto en su música, apenas mostrando curiosidad por lo que ocurría más allá del escenario, salvo algún cortés «¿How are you doing out there?». La extensa Cowgirl In The Sand, de su segundo álbum Everybody Knows This Is Nowhere (1969), se convirtió en una ráfaga de casi diez minutos. Por su parte, Be the Rain, un infrecuente manifiesto ecológico de 2003, adquirió un aire activista al cantar parcialmente a través de un megáfono, un ingenioso dispositivo integrado en su micrófono y sostenido por un soporte futurista.
Young se acercaba constantemente a sus compatriotas mientras intercambiaban riffs de guitarra en círculo, con esa facilidad para lucirse en no uno, sino dos o tres solos a lo largo de una misma canción. Si el riff inicial de Cinnamon Girl fue recibido con una gran ovación, un brillante The Needle and the Damage Done en solitario —dedicada a dos amigos que murieron por sobredosis en 1972— así como Southern Man —uno de los grandes éxitos del LP After the Gold Rush, al que Lynyrd Skynyrd respondió con el himno sureño Sweet Home Alabama—, dieron paso a la comedida sección acústica con la siempre aclamada Harvest Moon. A pesar de las plegarias de algún miembro del público para que tocase Only Love Can Break Your Heart en un breve intervalo de «peticiones especiales» —incluso hizo el engañoso ademán de aceptar — optó por seguir su setlist previsto y tocar Daddy Went Walkin’, una canción del álbum Silver and Gold (2000), que muestra a un Neil Young apasionado por la música country.
La química entre todos en el escenario era claramente evidente y se contagiaba al público, hasta tal punto que durante la canción Looking Forward de Crosby, Stills, Nash & Young, los miembros de la banda replicaron a la perfección las armonías de sus antiguos colegas. Esto me recuerda que la primera y única vez que pude ver a Crosby, Stills & Nash fue también en su visita al Olympia de París en octubre de 2011. A esta le siguió una larga versión de Sun Green, un tema que aparece en el álbum rescatado Greendale, publicado en 2003. Durante toda la noche, una estructura con forma de pájaro colgaba sobre el escenario. Durante una versión extendida de Like A Hurricane, esta descendió y reveló un sintetizador detrás, con Micah Nelson tocando «al ritmo» en el órgano antiguo, moviéndolo al mismo tiempo como un botafumeiro, como si de un ritual hipnótico se tratara.
Para una canción, se sentó detrás del inmenso órgano para cantar Name of Love, otra elección de su vieja banda Crosby, Stills, Nash & Young, cerrando el set con un lastimero, a la vez que aclamado, Old Man. Tras una breve pausa, la banda regresó para entonar a todo pulmón como un mantra Hey hey, my my. Rock and roll can never die, hasta que las cuerdas de la guitarra eléctrica negra Gibson decidieron vivir su propia aventura. Neil Young nos dejó sin el cierre perfecto de Rockin’ in the Free World, pero valió la pena volver a ver al «Padrino del Grunge», ¡quién sabe si por última vez!.

