[Crónica] Counting Crows (Madrid, 15/10/25)

Adam Duritz está aparentemente entusiasmado con esta nueva gira de Counting Crows. Su nuevo disco funciona en vivo e incluso se permite abrir el concierto con una de las canciones nuevas con gran aceptación del público. La formación prácticamente no ha cambiado desde que comenzó a actuar por la Bahía de San Francisco a principios de los 90. Adam Duritz sigue liderando la formación, que incluye a Charlie Gillingham en teclados y acordeón, Dan Vickrey (guitarra) y David Bryson (guitarra rítmica). Jim Bogios (batería) y Millard Powers (bajista) reemplazaron a la sección rítmica original a principios de la década del 2000, y David Immerglück se convirtió en miembro titular hace catorce años.
La sintonía de la banda es perfecta. La apertura durante su actuación en La Riviera con Spaceman In Tulsa, y su declaración de intenciones – “soy una maldita estrella del rock and roll” – recibió una acogida calurosa, lejos de la habitual frialdad de todo lo que suene a novedad, antes de lanzarse a su celebrada Hard Candy. Esta última pertenece a su cuarto álbum de estudio, cuando la banda ya había encontrado su sonido y parecía estar consolidada. Sorprende que Mr Jones apareciera tan pronto en el setlist, cuando normalmente los “éxitos” suelen reservarse para el final para mantener altas las expectativas. Su interpretación fue muy diferente a la del álbum, casi exclusivamente “para cumplir”, y Duritz casi dejaba al público que la cantara, como si de un karaoke se tratase. Es una canción con mucha intensidad, y Duritz parece que quiso reservar sus esfuerzos vocales para otros momentos clave posteriores. En todo caso, fue habitual que, durante toda su actuación, la banda modificara a menudo las armonías de las canciones antiguas, dándoles un aire nuevo. Aunque las de Butter Miracle, su primer largo en once años, son, en general, menos melancólicas que las de sus trabajos anteriores, destaca Virginia Through the Rain, una balada que Duritz escribió en un tren para visitar a su hermana en Virginia.
El solo de acordeón de Charlie Gillingham al comienzo de Omaha transformó el concierto de rock/pop a folk, una de las grandes virtudes de la banda: esa capacidad de cambiar de registro y evitar el aburrimiento del público. With Love from A-Z fue la última canción que Duritz escribió para Butter Miracle: “Cuando la terminé, supe que teníamos un disco“. Al igual que Round Here, confesó que resumía perfectamente “la historia de su vida”. La voz, la confianza y el ánimo del líder fue ganando fuerza conforme avanzaba la noche, añadiendo más intensidad con cada interpretación mientras viajaba de un lado a otro del escenario. También David Bryson Immerglück, mantuvo la diversión, señalando al público e incitando a aplaudir y saludar con las manos. El momento álgido de este mayor esfuerzo vocal de Duritz fue sin duda la extensa Round Here, una interpretación tan vívida y compartida que, al girarme, contemplé cómo alguna persona – probablemente de las que conocían y coreaban la letra con auténtica precisión – se secaba las lágrimas. Más tarde, en un pequeño giro, usaron The 1 de la ineludible Taylor Swift como introducción a A Long December. El tecladista Charlie Gillingham se acercó al frente del escenario para tocar el acordeón después de que Immerglück lo acompañara con el pedal steel, con toda la potencia de la banda finalmente entrando en acción y el público coreando el Nah Nah Nah para un final épico. Una versión desenfrenada de Rain King cerró el concierto y preparó al público para un bis generoso con la nueva Under the Aurora, Hanginaround de This Desert Life y la apropiada Holiday in Spain, si bien es la que normalmente cierra sus actuaciones en toda la gira. Se echó de menos, sí, alguna rareza como una favorita personal, la trepidante Einstein on the Beach (For an Eggman), que inexplicablemente quedó fuera de August and Everything After por “no ser lo suficientemente melancólica” en su momento. Hubiera encajado perfectamente, ahora sí, en este nuevo espíritu actual de la banda, que compagina elementos de nostalgia y esperanza con su vieja y nueva discografía. “30 años después, seguimos aquí porque creo que todavía hay mucha gente a la que le encanta”, ha señalado Duritz en alguna reciente entrevista. Y razón no le falta.







