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Wilco – Sky Blue Sky

En el mundo musical tener expectativas es un peligro mortal. La mayor parte del tiempo te llevarán a la decepción cuando choques contra el pálido reflejo de tu imaginación. Unas pocas veces, sin embargo, lo que pasará es que algún grupo romperá la baraja y las desbaratará por completo, dejándote perdido en un territorio tan inexplorado como inesperado. Algo así le debió pasar a más de uno cuando sonaron los primeros acordes del nuevo trabajo de Wilco.

Y es que leer las críticas surgidas tras la salida de Sky blue sky (Nonesuch Records, 2007) servía para comprobar que mucha gente prefiere juzgar a escuchar. Por supuesto son los mismos que creen que cuando algo destruye sus ideas preconcebidas lo más fácil es atacarlo. Ya si los que lo hacen resultan formar un grupo convertido en paradigma del gafapastismo más beligerante, les tiene que doler. El que encima se desmarquen con un disco lleno de melodías, canciones y esa extraña cualidad llamada madurez, tiene que ser poco menos que una tortura.

Y todo por culpa de no querer atender a la realidad, sino permanecer firmes en sus posiciones previas. Porque estoy seguro de que nadie en su sano juicio puede negar la belleza lánguida que impregna temas como You are my face o el sentimiento de Side with the seeds. Así podríamos seguir con los doce cortes de Sky blue sky: ninguno peor que el resto, todos ellos construcciones casi perfectas del pop-rock de raíces sublimado. Tan pronto estamos ante un tema que Dylan hubiese firmado en What light como nos estremecemos ante esa obra maestra que es Impossible Germany, lo mejor de un disco sobresaliente.

Y es que, despojados de todo intento de ruptura, Wilco siguen siendo posiblemente la mejor banda del mundo. No tendrán los parabienes de una gran parte de la crítica, y seguramente se nos quiera vender que se han convertido en la banda que escuchan nuestros padres, en una suerte de nuevos Eagles. Pero que no nos engañen, las buenas canciones no tienen edad recomendada. Y, por descontado, la genialidad no está ceñida a la ruptura.

Disfrutar de Sky blue sky es sencillo en el fondo, tal vez demasiado. Algunos creerán que tras haber penetrado en el mundo del A ghost is born (Nonesuch Records, 2004) esto les sabe a poco. Peor para ellos si nunca comprendieron que la música es perfectamente disfrutable por sí misma, sin necesidad de buscarle más sentido del que tiene, o si no ven que la magia de la última entrega de la banda de Tweedy está en su sencillez atemporal, tan denostada a día de hoy. En ese caso, tal vez simplemente deberían poner el CD de nuevo desde el principio, sin condicionante alguno. Entonces puede que vieran que estamos ante una obra capital de este 2007.

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