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Morrissey – You are the quarry

Han pasado ya más de siete años desde que el alma mater de The Smiths publicara Maladjusted, que tuvo una acogida muy tibia por parte de crítica y público. Decidió entonces hacerse a un lado y esperar su momento. Ahora trae bajo el brazo con la nostalgia como valor añadido You are the quarry, editado por Attack, su propia discográfica. Nada nuevo bajo el Sol: Morrissey sigue enarbolando la bandera del pop elegante donde seguramente el mayor atractivo sigue encontrándose en sus letras. El de Manchester es un tipo inteligente, comprometido e ingenioso, y sabe reflejarlo en los escritos afilados que termina perfilando como canciones.

Inquieto, toca diversas temáticas, y tanto America is not the world, un canto amargo a las contradicciones del hermano mayor americano, como Irish blood, English heart, revelan algunas de sus convicciones políticas. También hay hueco para la melancolía de Come back to Camden, la alegría de I like you o la amargura de Let me kiss you y How can anybody possibly know how I feel?, pecando ésta última de sobreproducida a pesar de contar con las guitarras más duras -dentro de lo que cabe- de todo el disco.

Por su parte, The world is full of crashing bores es un divertido capón a todos esos pelmazos -estrellas de pop barato incluídas- que pueblan anodinamente el mundo sin tomar riesgos. Curioso esto, ya que si hay algo que verdaderamente se echa de menos en este trabajo es algo más de audacia. La linealidad musical acecha tras cada esquina, y así los geniales arreglos de flauta al final de I’m not sorry evitan que ésta sea un clon de la apertura del álbum. No es el único caso en el que los vicios de un artista con una personalidad tan acusada se sobreponen a sus aciertos. La ya mentada elegancia a veces pasa por desgana, y un corte tan terrible como I have forgiven Jesus parece a ratos cantado arrellanado en un sofa, copa de bourbon en mano.

Aún así You are the quarry reviste interés, y cabe destacar sobre el resto First of the gang to die y You know I couldn’t last. La primera es una una perfecta canción pop, tal vez la que mejor podría encajar con el repertorio de su mítica banda; la segunda, que cierra el disco, es un furibundo ataque y desgarrado lamento sobre los aspectos negativos de la fama. Ahora habrá que ver si vuelve por sus prolíficos fueros pretéritos o se lo toma con calma para ofrecer material nuevo. Lo que sí es seguro es que seguirá despertando odios y recelos. Para bien y para mal, Morrissey nunca ha dejado de ser él mismo.

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