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Mono (La[2] de Apolo, Barcelona, 20-02-2013)

Nos sobran las palabras.

Supongo que la crónica que más justicia le haría a un concierto de Mono sería un folio absolutamente en blanco, o mejor aún, en negro, sobre el cual no habría más que un simple botón de play que al darle, reproduciría sin más el sonido captado en directo de los japoneses. Creo que todas las palabras sobran, como sobran los colores al dibujar el viento. Porque no todo en este mundo tiene traducción, y describir una música como la que hace esta banda sería la misma aberración que tratar de construir la naturaleza a base de piezas de plástico arbitrariamente elegidas. Ayer simplemente se salieron en La[2] de Apolo, en un concierto organizado por la promotora local To Be Confirmed, creando una atmósfera cautivadora e íntima donde el sonido y el silencio, por momentos, fueron uno. Porque los nipones solo buscan la esencia de las cosas; y por eso, nos sobran las palabras.

Venían a presentar su último Cd, For My Parents (Temporary Residence Limited, 2012), pero prácticamente se tocaron entero el penúltimo, Hymn To The Inmortal Wind (Temporary Residence Limited, 2009). Por lo que no fue, aunque ya lo imaginábamos, el lado más salvaje de Mono: hace ya unos años que los de Tokyo no se arrancan injustificadamente, alcanzando las cumbres de distorsión y épica solo tras desarrollos lentos y pormenorizados, haciendo entonces, si cabe, aún más hincapié en el preciosismo, el perfeccionismo y el clasicismo que recorren sus partituras. Ahora las visiones que evocan, desde un sosiego marcado por la sensación de soledad, son incluso más profundas y más ricas en detalles: se nota que los ojos que miran envejecen, ganando en amplitud de miras y enfoque. Mono no son solo la coronación de una montaña, son la descripción pausada de la subida, por el sendero más llano.

Cada una de las nueve piezas que compusieron el concierto de anoche, con una duración media de diez minutos, representaron un viaje, un ascenso por ese camino poco empinado; y tal vez, como rara excepción en el post-rock instrumental progresivo, parece que no tratan de buscar la cumbre, sino la esencia de aquello que van viendo mientras suben gradualmente. Y la esencia, en canciones como Legend, Burial At The Sea, Dream Odyssey o Pure As Snow, es el color celeste del frío invernal, el invisible silbido del viento, transformado por Takada en redobles interminables de platos que caen como el rocío, impregnándolo todo de ese blanco tan mágico e inmaculado de los prados vírgenes. Hay una impenetrable paz en Mono, que solo la acción del hombre o su palabra podrían resquebrajar, y donde fluye, a través de dos guitarras hermanadas, todo el silencio de la naturaleza deshabitada.

La esencia, en canciones como Unseen Harbor, Ashes In The Snow, Halcyon o Everlasting Light, es la poderosa aunque oculta marea que lo mueve todo desde el interior en la inmensidad del solitario océano. Los punteos y los rasgueos de Yoda y Goto caen como gotas de lluvia en la superficie llana de la mar, oyéndose solo el silencio y el bramido natural de los elementos. Porque los japoneses son como un testigo valiente y observador de la vasta e indómita ausencia humana: allá donde no exista ni reine lo artificial, estará volcado el interés de Mono, y de sus manos saldrá el sonido que lo describa. El objeto de su arte es siempre un mundo yermo pero animado, otorgándole personalidad y sentimientos a los elementos naturales que se reflejan en su música: por eso aquí no tiene sentido alguno el lenguaje humano; y por eso nos sobran las palabras.

Ellos, desde luego, no dijeron ni una: ni un ‘hola’, ni un ‘sayonara’; no hablaron entre ellos; y, a excepción de Tamaki Kunishi, que se trasladó los 3 metros que hay desde el teclado hasta donde tocó el bajo, los tres chicos ni siquiera se movieron de sus respectivos taburetes: Takada presidiendo el escenario, con gong incluido, y Yoda y Goto, uno a cada lado, ocultos en todo momento tras sus lisas y oscuras cortinas de pelo. Todos de negro, construyendo un post-rock instrumental de tintes clasicistas utilizando únicamente las manos, desde el esfuerzo personal y dedicado de cada uno de ellos. Fue una presentación grave y solemne, un ejercicio serio de ensoñación y translación, a través de la música, a lugares que se pierden más allá del horizonte por el que nace el sol, más allá del extremo oriente. Porque los Mono tienen licencia para llegar a donde ningún otro ser humano puede estar.

Fotos de Pablo Luna Chao.

Escucha el setlist del concierto aquí, o míralo aquí.

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