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[Reseña] The Avalanches – We Will Always Love You

El concepto inicial de We Will Always Love You, el nuevo álbum de The Avalanches, surgió después de que Robbie Chater y Toni Di Blasi leyeran la historia del romance del astrónomo Carl Sagan con la directora creativa de la NASA Ann Druyan. En 1977, los dos trabajaron juntos para reunir los discos de oro destinados a representar la civilización humana, que se colocaron en las sondas espaciales Voyager. Entre las grabaciones arrojadas al espacio había una muestra de las ondas cerebrales de Druyan, capturadas durante los días que siguieron a la propuesta de matrimonio de Sagan. Si bien no como premisa, el proyecto sí se truncó en parte en su desarrollo porque finalmente Druyan no aceptar participar con su voz para la inclusión de distintos samples a lo largo de su desarrollo, aunque sí permitió que su rostro fuera protagonista de la portada.

Así, así como los discos de oro que ahora viven entre las estrellas,  el álbum We Will Always Love You parece que también quiere funcionar como otra cápsula del tiempo que sirva de testigo de la clausura de una década, y tal vez de una época. Desde el punto de vista de las colaboraciones, el tercer álbum de los británicos parece el abigarrado plantel de un gran festival, en el que desfilan tanto los jóvenes promesas como los cabezas de cartel. Sin embargo, a diferencia de otros discos del estilo, la elección de los invitados se hizo por parte de Chater y Di Blasi de forma muy meticulosa, en algunos casos teniendo en cuenta quién iba a interpretarla antes de completar el proceso de composición.

Así, en We Will Always Love You el sample se mantiene como núcleo del sonido de The Avalanches, pero la variedad de invitados contribuye a dibujar una paleta más afinada que en sus dos discos predecesores. Si bien en algunos casos los propios samples pueden ser un arma de doble filo y difuminar el protagonismo de los invitados, en otros parecen acomodarse bien, como en Gold Sky, que combina el Last Train Home de Pat Metheny Group con la templada lectura de Kurt Vile y la inesperada colaboración final de Wayne Coye o en The Divine Chord, en el que el coro de It’s Love That Really Counts de las Shirelles encaja a la perfección con la voz de Andrew VanWyngarden de MGMT. En el álbum se mantienen los ejemplos de anteriores entregas como Music makes me high con sample de Nelson “Salty” Miller– y que recuerda al uno de los mayores hits realizados con sample, Music Sounds Better with You de los Stardust o Born To Lose, que emplea una muestra más reciente, el Bad Bad News de Leon Bridges, también invitado en el álbum. También sobresale la breve Song for Barbara Payton, dedicada a una actriz estadounidense de los años 50, que además iba a ser inicialmente portada del álbum, y cuyo abuso de sustancias y vida adversa la llevaron a su prematura muerte o Running Red Lights -con Pink Siifu y Rivers Cuomo– que inmortaliza la letra de Darkness And Cold en homenaje a David Berman y su proyecto Purple Mountains: “La luz de mi vida se apaga esta noche / Sin un parpadeo de arrepentimiento”. Debe resultar sumamente complicado convertir disco de colaboraciones en una sola entidad conceptual- y más con esta asombrosa variedad de estilos e invitados- pero el dúo de Melbourne ha sabido unir, sin perder el espíritu de celebración nostálgico y soñador, todas esas identidades escrupulosamente en un gratificante tercer álbum.

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