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[Reseña] Imarhan – Imarhan

imarhanLos desiertos también lloran

Hace algunos años todavía era excusable no conocer a Tinariwen, pero aproximadamente desde 2012 no tiene perdón de Dios. El colectivo de Mali, único en su especie, ganó aquel año el Grammy al mejor álbum de música del mundo –un término, por cierto, horripilante–, en lo que seguramente fue más bien un homenaje a su ya larga e importante trayectoria músico-social. Embajadores de la música tuareg desde principios de siglo, se dice que sus miembros habían cambiado los kalashnikovs por las guitarras, transformando una milicia guerrillera en banda musical, tras el frustrante proceso de paz del último brote (años ’90) de las galopantes revueltas tuaregs en Mali, que desde hace prácticamente 100 años reclaman la construcción de su propio Estado independiente. Con gran parte de la comunidad tuareg exiliada en la ciudad argelina de Tamanrasset, parece que ha llegado la hora de ver florecer la imprescindible semilla de Tinariwen en artistas de nuevas generaciones, cuyo primer ejemplo responde al nombre de Imarhan, un quinteto encabezado por Iyad Moussa Ben Abderahmane (A.K.A. Sadam), primo de Eyadou Ag Leche –bajista y miembro fundamental de Tinariwen–, y también miembro de la veterana formación en sus últimas giras y grabaciones.

Su álbum de debut homónimo vio la luz el pasado 29 de abril a través del prestigioso sello alemán City Slang, donde también han publicado bandas como Tindersticks, Arcade Fire, Calexico, Caribou o Lambchop. El mero hecho de que un sello tan importante haya apostado por ellos –tras verles en directo en París el pasado año mientras grababan allí el disco– ya les convierte en reseñables, pero además el mismísimo Kurt Vile –a quien Sadam conoció en el estudio Joshua Tree– les ofreció ser sus teloneros en unas pocas fechas en Estados Unidos esta primavera, por lo que Imarhan empieza a ser un auténtico secreto a voces. Toda esta notoriedad se debe, en parte, al constante apoyo de Eyadou Ag Leche, que ha visto crecer a todos los miembros de la banda (amigos de la infancia), regaló a Sadam su primera guitarra, y ha colaborado activamente en la grabación de Imarhan. Pero otra gran parte, la fundamental, se debe al indudable talento de este joven quinteto, que no solo ha sabido recoger el testigo de la fórmula musical ya clásica –gracias a Tinariwen– del assouf, la nostalgia y el blues del desierto, sino que además ha sabido mezclarla con elementos urbanos, dado que ellos, a diferencia de las generaciones anteriores, ya han nacido y crecido lejos de sus dunas.

El disco tiene como elemento central la guitarra. Esa guitarra arenosa, plañidera pero también llena de ritmo y optimismo, eminentemente nómada y traductora de un espíritu reivindicativo y de un amor incondicional por la forma de vida tuareg. Pero a diferencia de Tinariwen, cuya sonoridad en general nos resulta en occidente algo más cruda y lejana, Imarhan ha construido un lenguaje musical nuevo con elementos más universales, colocando la realidad de estos chicos en un plano semejante al de todos los jóvenes del mundo, desesperados por uno u otro motivo, más o menos dramáticos. Hablan de su vida ishumar, un término que se utiliza en el África occidental para describir a los jóvenes sin empleo, y más allá de la reivindicación por una patria independizada, abogan por una educación plena y por empezar formando correctamente a los líderes del mañana. Apuestan, en definitiva, por un futuro mejor para ellos mismos y para las próximas generaciones. Y las guitarras, como casi siempre y en cualquier rincón del planeta, han sido el alivio de su desesperanza.

Como otras muchas manifestaciones artísticas tuareg, la música de Imarhan refleja claramente el movimiento: un viaje siempre a través del desierto que, en este caso, se mueve a diferentes velocidades. Hay temas lentos como la inaugural y nostálgica Tarha Tadagh, Ichikkou, con un planteamiento deliciosamente cenital, y Alwak, que cierra el disco; y temas acelerados como la potentísima Tahabort, la trotona y hasta bailonga Imarhan, y Arodj N-Inizdjam, con guitarras que puntean y planean hermanadas sobre el sueño del desierto. Pero el ritmo general del álbum lo marca el medio tiempo desafiante de Assossamagh, el placentero de Idarchan Net y Addounia Azdjazzaqat, y el nostálgico de Id Islegh, protagonizando además el segmento central del disco. Lo que sí que no varía, sea cual sea el ritmo que marcan a base de tinde (un instrumento de percusión), es el precioso acento étnico de sus guitarras, que aunque es verdad que conectan con la sonoridad de las cuerdas del blues norteamericano, nos remite a una realidad absolutamente única y maravillosamente explicada a través de uno de los pocos lenguajes universales de que dispone el ser humano. ¡Qué grande es la música!

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