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Buzzcocks (Zaragoza, 06-03-09)

buzzcocks

Sin lugar a dudas el destino ha sido peculiar con Buzzcocks, y es que si bien en su día no fueron demasiado aclamados entre la retahíla de grupos punk de aquella Gran Bretaña de 1976-1977 debido quizá a un menor carácter aguerrido comparado con la pareja clásica (Sex Pistols y The Clash), a día de hoy son los únicos que se ponen delante del público para derrochar un punk mucho más efectivo de lo que podía parecer 30 años atrás. Y es que su trabajo con el pop fue mucho más fructífero que cualquier banda londinense de la época, más destinadas a provocar, intelectual o físicamente, y no centrarse en la melodía de cada canción.

Tras algunas actuaciones pasadas en la ciudad de Zaragoza, los Buzzcocks venían al Centro Cívico Almozara debido al momentáneo cierre de la sala Oasis, pero pese a ello el sonido no defraudó. Abrieron los locales Lavodrama, combo que ha ido ascendiendo con el paso de los años hasta fichar por B-Core, dar una gira europea y empezar a establecerse en su lado más punk-hardcore con cierta herencia de sus (y nuestros) amados Aina. Para continuar, el grupo telonero que trajo la banda, The Cute Lepers, ofrecieron un espectáculo totalmente heredero de los Buzzcocks, aunque con mayor enfoque hacia el power-pop, una actitud mucho menos aguerrida que la de los británicos.

Una vez en el escenario, Pete Shelley y Steve Diggle mostraron el actual estado de una banda que se fundó hace 34 años y que, pese al tiempo transcurrido, sigue sonando tan potente como antaño, pese al lógico desgaste físico de los dos protagonistas de la noche.

El repertorio se centró en sus dos primeros álbumes, Another Music in a Different Kitchen (United Artists, 1978) y Love Bites (United Artists, 1978), con los clásicos Fast Cars y su inolvidable intro tomada de Boredom, No reply o la gran I don’t mind. El ritmo, como no podía ser de otra manera, resultó acelerado, concatenando los temas hasta casi llegar a la extenuación. Pese a esta actitud tan fogosa, se echaba en falta un tanto la actitud movida de aquellos Buzzcocks de los 70, y es que ni Seller ni Diggle podían ofrecer grandes movimientos, en contraposición de su batería, el cual demostró un torrencial rítmico que culminó a final del concierto y en momentos diversos del mismo con unos solos increíbles, dejando al respetable estupefacto, y es que no se esperaba que la estrella de la noche fuera casi casi el batería.

A mitad de concierto surgió la mágica Ever fallin in love, auténtico himno de la banda y de la época inglesa. La animación entre el público se hizo palpable a lo largo del concierto con unas primeras filas completamente enloquecidas, a lo que Steve Diggle correspondió con sonrisas y una actitud totalmente alegre, pero sin llegar a desfogarse.

En el tramo final despacharon los clásicos de la banda: Orgasm addict, Promises o What do I get?, con lo que el público quedó más que satisfecho, y es que la actitud un poco parada de los únicos integrantes de aquellos Buzzcocks de 1977 se correspondió con un sonido totalmente acertado y más aguerrido de lo que se esperaba.

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