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[Crónica] Depeche Mode (Lisboa, 19/03/24)

Si hace unos años – estoy hablando más o menos antes de la época de Violator, unos 30 y muchos- nos dicen que Depeche Mode se convertiría en una “banda de estadios” seríamos bastante escépticos. Y no por el hecho de vender discos, puesto que los británicos ya eran superventas en nuestro país antes del boom de su álbum de 1990, sino porque en ese momento no encajaba que una banda eminentemente synth pop -e incluso en su variante más oscura y relativamente poco comercial para las masas con el álbum Black Celebration– alcanzara el status de estrella de una formación de rock.

En ese sentido el giro que la banda haría tres años más tarde, con la incorporación definitiva de las guitarras, a partir de su álbum Songs of Faith and Devotion sería imprescindible para que, si bien perdiesen muchos de sus anteriores oyentes, se ganasen el favor de otros que hasta entonces les miraban de soslayo. Tristemente ha sido la muerte de uno de sus miembros la que ha impulsado un nuevo vínculo entre las fuerzas impulsoras y creativas del grupo: el líder Dave Gahan y el guitarrista, teclista y vocalista ocasional Martin Gore, hasta tal punto que muchos consideraron su más reciente trabajo, Memento Mori, como una de las mejores entregas de la banda en años. Un disco oscuro y melancólico, curiosamente más parecido al citado Black Celebration de 1986 que a sus trabajos más recientes.

Toda una contradicción pero Memento Mori ha derivado más en Causa Resurrectionis. Este lifting creativo realmente se ha contagiado a sus directos. El hecho de que la crítica haya visto su decimoquinto álbum de estudio con muy buenos ojos ha supuesto a la banda un estímulo que incluso ni siquiera esperaba y que probablemente ni necesitaba. Lejos del declive- les vimos el pasado año en su paso por el Primavera Sound- Depeche Mode ha llegado a 2024 aún más robustecida, y las cabriolas de emoción de Dave Gahan, más desatado que nunca en el escenario, parecen haberse multiplicado en la continuación de la gira de presentación del disco.

En su actuación en Lisboa dentro de su gira peninsular apenas alteraron el minucioso setlist que han ido realizando en el último año y que les funciona tan bien, una combinación de las nuevas canciones y algunas de las más celebradas, no necesariamente siempre grandes éxitos, que no son pocos, ni tampoco las mejores. De hecho fue Violator, su álbum de 1990, que ese mismo día cumplía 34 años, el que más canciones aportó al repertorio, incluída Waiting for the Night, esta inédita en el setlist del Primavera Sound, interpretada a dos voces por Gahan/Gore tanto en el álbum como en el comienzo de los bises de la actuación, tras la cual ambos se fundieron en un abrazo, un expresivo acto de reconciliación  para una relación que no había sido fácil en los últimos años.

Este fue uno de los momentos conmovedores del día. Aunque es evidente que la mayor parte del público de las primeras filas estaba formada por boomers- e hijos- era curioso ver cómo se asomaba algún grupo de jóvenes en el que, si bien carecía del entusiasmo impregnado de nostalgia de sus mayores, sí que disfrutaban con vehemencia.  La banda, aumentada por Christian Eigner en batería/teclados y Peter Gordeno en teclados/bajo, mantuvo un inteligente equilibrio de intensidad con canciones del nuevo álbum para acelerar el ritmo hacia favoritos como Walking In My Shoes y It’s No Good. Hubo momentos como “la parte de Martin” donde el dramático barítono de Dave Gahanse tomaba cierto descanso, que podría parecer como una interrupción, pero inevitable dada la longitud del concierto. Hay canciones que continúan sonando incluso mejor en directo, como Precious del álbum Playing de Angel o el más reciente Ghosts Again, una de las varias pistas del álbum que Gore coescribió con Richard Butler de Psychedelic Furs, en el que se muestra el vídeo de la pareja  Gahan/Gore asumiendo el papel irónico de maestros de ajedrez encapuchados en un juego al estilo de la película El Séptimo Sello. Enjoy The Silence es un apropiado “final de la primera parte”. Después de un riff extendido de Never Let Me Down Again que hizo que la multitud saludara junto con Gahan, la banda terminó el espectáculo con la vibrante Personal Jesus. A pesar de esa última reflexión sobre la mortalidad como lema de fondo de su gira, con las luces de los móviles en lugar de encendedores en el escenario, la llama de Depeche Mode todavía se mantiene viva cuarenta años después. 

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