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[Reseña] Kurt Vile – (watch my moves)

El músico natural de Pensilvania Kurt Vile dio el gran salto a partir de la brillante obra de 2011, Smoke Ring For My Halo– que él mismo ha definido muy recientemente como el  único disco “clásico” de estilo convencional que ha publicado- continuó en 2013 con Walkin ‘On A Pretty Daze, con la épica de rock amplificada por la eficaz producción de  John Agnello, y en 2015, su mejor obra desde entonces, B’lieve I’m Goin Down. Después de la irregular colaboración junto a Courtney Barnett, Lotta Sea Lice y el más desigual de su carrera, Bottle it In, su octavo álbum (watch my moves) es una colección de sublimes canciones que se acomodan entre lo mejor de su- en gran parte- impecable discografía.

El proceso de culminación de este disco fue tan irregular como la situación que vivimos en los últimos años. Vile ya había grabado dos de las nuevas canciones, Cool Water y la excelente versión de Springsteen Wages Of Sin, con su banda The Violators en Los Ángeles antes de que llegara la pandemia. El mismo Springsteen olvidó que este descarte de Born in the USA existía hasta que se encontró con la grabación mientras revisaba las cintas maestras de la colección de 1998. Para el resto, Vile se retiró al estudio de su casa “OKV Central”  donde trabajó en el álbum también como productor y multiinstrumentista. Además de los Violators, con los que grabó el tema Like Expoling Stones tras el confinamiento, en (watch my moves)  participa la compositora galesa Cate Le Bon, que presta piano y voces en Jesus On the Wire– con ecos que recuerdan el rock alternativo americano de los 90s como los primeros Lemonheads– Stella Mozgawa (Warpaint), Sarah Jones (Hot Chip), el saxofonista James Stewart de Sun Rak Arkestra o la banda Chastity Bell al completo en Chazzy Don’t Mind, un ejemplo más de la admirable habilidad de Vile de alterar (y encajar) su voz de barítono a falsete, este último muy inspirado en Lennon.

En este octavo álbum el músico de Pensilvania regresa a sus habituales creaciones que conforman atmósferas extensas y brillantes con capas de guitarras- como la excelente Say the world o la citada versión de Springsteen– en interminables digresiones sonoras que evitan el laconismo y encajan con la incertidumbre de sus letras como Fo Sho y, si se decide por apostar por lo más convencional, lo hace con desenvoltura, como en Palace of OKV in reverse, al modo de un Tom Petty en un descarte de su discografía de los 80s.  A pesar de su extensa discografía en relativamente poco tiempo, Vile asegura que no le gusta forzar la máquina: “Quiero que las canciones me lleguen sigilosamente (…) si sigues con tu día a día, la inspiración llegará”. Y con (watch my moves), realizado en un largo período de instrospección forzosa, ha encontrado el mejor paradigma que lo demuestra.

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