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[Reseña] Sufjan Stevens- The Ascension

Desde hace cinco años, es decir, desde el lanzamiento de Carrie & Lowell, Sufjan Stevens no ha parado. Se embarcó en distintos proyectos musicales: la obra Planetarium, junto a Bryce Dessner, Nico Muhly y James McAlister, aportó dos canciones inéditas- una de ellas nominada al Oscar- para Call Me by Your Name de Luca Guadagnino, varias colaboraciones con Angelo De Augustine, un disco con el pianista Timo Andres (The Decalogue) y otro con su padrastro Lowell Brams (Aporía) con quien creó en 1999 la independiente Ashtmatic Kitty, que ha sido desde entonces la editora de sus discos.

“No quiero escribir más canciones sobre la muerte de mi madre. Quiero escribir canciones que juzguen al mundo ”. Paradójicamente, tras su mudanza del ruidoso Brooklyn a las Montañas de Catskill, a un par de horas de la ciudad de Nueva York, Stevens ha cambiado el banjo y la guitarra del bucólico folk por los técnicos sintetizadores y cajas de ritmos. Y ha creado un universo sonoro más pop- que ya se intuía en las canciones que hizo para Call me by your name– pero al mismo tiempo coherente con el resto de su producción.

Tampoco es que el uso de sintetizadores sea novedoso en su discografía, si recuerdas The Age of Adz, publicado ya hace una década, un álbum más personal en el que que uso de la electrónica marcó una desviación radical de su trabajo anterior, sobre todo de Seven Swans y Michigan. Ahora los etéreos – y muchas veces caóticos- ritmos de batería programados y los sintetizadores industriales – ¿vuelve el fairlight?- evocan a Depeche Mode y en mayor medida (Ativan, Gilgamesh, Goodbye to all that) a la vertiente más accesible de Peter Gabriel cuando creó So, un álbum en el que Stevens coincide además por el descontento social y el avance del materialismo.

El uso de pop (sólo) ligeramente un poco más azucarado le sirve como simplificación, para contar de forma sencilla una compleja decepción hacia el mundo en general, aunque más específicamente con el estado de su país, como ya adelantaba en el single America. Aunque puede parecer grabado intencionalmente en y para el año 2020- es normal que contemporicemos cualquier letra a la situación actual- el álbum realmente se terminó a finales de 2019, por lo que Sufjan no apunta a ninguna pandemia, su ira más bien está enfocada en la invasión de la tecnología y la amenaza a la democracia. Aun en este caos, con todo, son todavía las canciones más personales, y por lo tanto, más desnudas (Run away from me, Lamentations) las que continúan sobresaliendo sobre las más complejas o analíticas. Aunque él reconozca que, en cuanto a las letras, es su “álbum más pesimista”, resulta una aseveración más hipotética que real, porque dentro de su introspección, a diferencia de Carrie & Lowell, la música de The Ascension es sobradamente optimista. O lo suficientemente optimista para lo que uno puede esperar en 2020.

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