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[Reseña] Parquet Courts – Human Performance

Parquet-Courts-Human-Performance-640x640El punto justo de la carne poco hecha.

Se puede aceptar que alguien haya vivido hasta la fecha sin conocer a Parquet Courts, pero de aquí no pasa. ¿El motivo? Human Performance: su último y extraordinariamente convincente álbum, el quinto en apenas cinco años, que parece haber puesto a toda la crítica especializada de acuerdo. La banda existe desde 2010, y la conforman Andrew Savage (voz y guitarra), Austin Brown (voz y guitarra), Sean Yeaton (bajo) y Max Savage (batería). Según su propia definición practican “americana punk”, una forma de llamar a esa mezcla entre el punk arcaico al estilo The Clash y la especie de folk urbano que tan sucio y preciso suena a la vez. La fórmula es sencilla y directa: guitarras crudas, con tendencia a revolcarse felizmente por el suelo pringoso de cualquier pub macarra de los que abren a las 20h, actitud beligerante pero sobria en la composición y unas voces que parecen querer desprenderse de la resaca a base de carraspeos melódicos y casi guturales. No es la descripción del producto más vendible del año, es cierto, pero créanme cuando les digo que merece la pena probarlos una o dos semanas. Y si no quedan satisfechos, táchenlos del programa del Primavera Sound.

Human Performance, pese a la suciedad circundante, a lo atropellado y destartalado de la atmósfera general, y a la tendencia autodestructiva latente y declarada, es un disco que se mantiene erguido en pie durante las 14 canciones y 46 minutos que dura. Solo flaquea en Steady on my Mind, la paradita a mitad del camino, y en It’s Gonna Happen, la última, que cumple la función de obligado estiramiento muscular tras la paliza física que supone escuchar el disco. El resto son doce balas, de distinto calibre –Keep It Even igual es de fogueo–, listas para dispararse en cualquier momento. Sin embargo, Human Performance es más una clase magistral de cómo sacar músculo que una pelea propiamente dicha: la sangre nunca llega al río, pero sabemos que podría haberla. Es una constante demostración de fuerza y de arrojo, pero los riesgos están calculados. Porque, de alguna manera, parecen haber encontrado el punto exacto de ebullición controlada entre la crudeza de sus cuerdas y una producción que pasa por ser cutre, pero que en realidad es una decoración artística que transmite de manera muy creíble una falsa dejadez.

Ahora bien, las preferencias, en cuanto al punto de la música como con respecto al punto de la carne, son personales e intransferibles. Este no es un grupo que sirva texturas mullidas y cómodas: lo suyo, en el fondo, es incordiar un poco. Y su punto justo, el que muestran en Human Performance, puede dejar a algunos insatisfechos. No son carne de mainstream, aunque vayan camino de ello por puro empuje. En cualquier caso, su reciente fichaje por Rough Trade les humaniza un poco, y este nuevo trabajo resulta, a pesar de todo, la entrega más accesible de toda su trayectoria. Partiendo de la limpia, saltarina y sonicyouthiana –en la voz femenina– Already Dead (Digital Only), y continuando con Dust, polvorienta y con los pistones del motor al aire, con la carismática Human Performance y con la sencillez de Outside, el inicio del disco nos sintoniza con su inercia y nos predispone a seguir avanzando sin ofrecer resistencia, pese a la incomodidad de piezas como la retorcida I Was Just Here, el grunge despeluchado y estridente de Paraphrased o el desprendimiento melódico de Captive of the Sun.

La segunda mitad del álbum, quizá porque el oído a estas alturas ya se ha habituado, resulta más plana –en el buen sentido – y coherente: el tipo de cara b capaz de otorgarle corpus y empaque el álbum. El espíritu de jam tipo The Doors en The End de One Man No City inaugura un tramo donde las partituras se nos presentan más sueltas, menos agarrotadas, y Berlin Got Blurry, sin ir más lejos, denota la facilidad con la que pueden montar un tema tan certero. Al final, con balas eminentemente punkeras como Two Dead Cops y Pathos Prairie, nos remiten a una fórmula simplificada pero que ya ha inoculado en nosotros su veneno efervescente, contagiándonos las venas de su mismo punto de ebullición controlado. Luego podríamos colocarles en coordenadas cercanas a planteamientos como los de Sleaford Mods o incluso Kortatu, pero da la sensación de que Parquet Courts van bastante más allá en la búsqueda de una vertiente artística y hasta dogmática del sonido que quieren emanar. El resto es cuestión de gustos.

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