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[Reseña] Marissa Nadler – July

Marissa-Nadler-July-Album-Cover-1024x1024-1024x1024Como si tuviera la llave de casa.

Más allá de los artificios hollywoodienses, también adaptados y presentes en la industria musical, de la grandilocuencia, el maquillaje y de otros trucajes que aumentan la carga dramática de ciertas propuestas, existen otras formas de emocionar en la música. En ese sentido, la fórmula de Marissa Nadler, que se mueve desde hace años por circuitos alternativos a lo comercial, representa el éxito de una suerte de sinceridad artística que se agradece mucho en los tiempos que corren. Por eso, 8 de cada 10 oyentes de la cantautora de Boston habría elegido sabiamente el verdadero cáliz de Cristo en la última escena de Indiana Jones y la última cruzada: porque saben distinguir y percibir la emoción del trabajo manual, artesano y personal que hay detrás; y lo prefieren a los frutos de la industria del entretenimiento y de los sentimientos de plató y cartón.

Tras diez años de carrera musical, y más de media docena de publicaciones siempre fieles a su ideal artístico, parece que es ahora, a la luz de su sexto Lp July (Sacred Bones/Bella Union, 2014), cuando el nombre de Marissa Nadler empieza a sonar con la fuerza que merece. A sus 33 años, se puede decir que lleva media vida dedicándose al arte, componiendo y cantando desde la adolescencia, licenciándose en ilustración en la universidad, e incluso dando clases. Portando la sencillez y la franqueza como únicas banderas, Nadler ha ido creciendo y aprendiendo como artista a medida que ponía discos en el mercado, llegando a fundar su propio sello, Box of Cedar, cuando empezó a llamar la atención de los medios especializados tipo Pitchfork, Mojo, Rolling Stones o Q Magazine. Pero es ahora cuando parece haber dado el paso definitivo. El punto de inflexión: su firma el pasado año por Sacred Bones Records, uno de los sellos independientes más prestigiosos de Estados Unidos.

Nadler ha hecho del sigilo un arte y del arpegio una forma de vida. July responde al mismo patrón que ha venido usando hasta ahora: canciones acústicas, sentidas e intimistas, arregladas con lo mínimo, pero muy acertadamente, que se convierten en una modesta y humilde llave de cobre capaz de abrir tu corazón mejor que cualquier otra. El tono, de confidencia y abatimiento cargado de nostalgia, hace mucho. Porque más allá de la extraordinaria y emocionante voz de Marissa, lo que da valor al sentimiento que propone y transmite en el disco, es que July parece una relajada confesión en confianza, de tú a tú, entre una artista que ya no tiene nada que perder, ni que venderte, y una audiencia capaz de emocionarse con las cosas sencillas y naturales del mundo.

Aunque igualmente libre, íntimo y personal, July es quizá el trabajo más encorsetado de la artista de Massachusetts, o al menos el que más se adscribe a la formalidad y a la estética inamovible que ella misma propone. De alguna manera, y sin que eso haya significado un cambio esencial en su música, podríamos decir que Marissa se ha puesto seria; o más seria y trascendental aún de lo que ha sido siempre. Aunque siempre cerca, su voz parece elevarse a un lugar donde coquetea con lo no terrenal, y en general denota mucho menos el pretendido sello de denominación de origen folkie que se oculta tras su pausa. Así es desde Drive (Fade Into) hasta Nothing In My Heart, vaciándose Nadler en 11 canciones llenas de sentimiento y nostalgia. We Are Coming Back, por el requiebro emotivo, y Was It A Dream, oscura y con la única distorsión de todo el Cd, seguramente las más destacadas.

Con una elegancia más mundana que la de Leslie Feist, un tratamiento de la tristeza menos autodestructivo que el de Cat Power o Chelsea Wolf, y un discurso emocional menos denso que el de Sharon van Etten, la Nadler se distingue por cercanía y porque suena más sincera que la gran mayoría. Defiende disco tras disco su propia versión de lo que ha venido a llamarse dream folk, y en cada entrega aporta más argumentos a su causa. July, su trabajo más maduro y metódico hasta la fecha, resulta tan convincente como sencillo de escuchar: un claro y placentero ejemplo de cómo un disco, y con él una artista como Marissa Nadler, pueden entrar sin llamar en el interior de uno. Como si tuvieran la llave de casa de toda la vida.

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