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[Reseña] M83 – Junk

m83_junk_3600x3600.0Buscando (sin éxito) a M83

El tamaño de la cagada de Anthony Gonzalez con su nuevo disco solo es comparable a la expectación que ha llegado a suscitar tras el incontestable triunfo que supuso Hurry Up, We’re Dreaming en su carrera hace cinco años. Junk parece de coña, un chiste malo al que cuesta horrores pillarle la gracia, si es que la tiene por algún lado. Oído a ciegas, a 9,9 personas de cada 10 ni se les habría pasado por la cabeza que este álbum pudiera ser obra de M83. Y no sólo por no conservar ni un ápice del sello de sonido tan característico y marcado de su último trabajo, sino porque tampoco tiene la mínima coherencia interna como para que podamos argumentar que estamos ante otro viraje calculado, ante otro cambio de estilo hacia alguna cosa concreta, como ya ha hecho anteriormente en repetidas ocasiones. Más bien parece una acumulación de auténticos palos de ciego sin orden ni criterio alguno, pero con una evidente sobredosis de azúcar pringoso y de pop simplón. “Listen to the sound / Of a new tomorrow”, declara al inicio de Try It, Do It. Pues que Dios nos pille confesados como tenga razón.

El séptimo álbum de la formación francesa se desentiende por completo del sonido shoegaze electrónico del Dead Cities, Red Seas & Lost Ghosts, pervierte el brillante pop electrónico del Saturdays = Youth, y desentierra el lado más oscuro y hortera de los ’80 que nos queda como herencia de su último y más alabado trabajo. Puede que algunos vean una evolución lógica en su trayectoria hacia una extroversión cada vez mayor y más desacomplejada; pero una de dos: o se ha empapado tanto de sí mismo que piensa que haga lo que haga a la gente le gustará, o directamente es que ha perdido o cambiado por completo el criterio estético que le ha traído hasta aquí. Porque nada en Junk puede considerarse hermoso o atractivo según los varemos válidos de otros trabajos anteriores. Hay, en cambio, un constante acento de pijerío de la costa azul, un toque francés pretendidamente sofisticado que se mezcla con elementos procedentes de los orígenes de la música disco europea por un lado, y con fórmulas básicas de pop cinemático al estilo Disney por otro. Todo un despropósito, la verdad.

Es realmente difícil encontrar pasajes del todo tragables, pero al menos en el principio del disco parece haber algo de sensatez. Try It, Do It, pese a lo facilona y frívola que es, Go! –Steve Vai incluido– y Walkway Blues, con un punto de elegancia inédito en el resto del álbum, marcan la única sección mínimamente prometedora del recorrido, pero después la cosa se despendola en todas direcciones, buscando el origen de muchos sonidos pero sin llegar a ninguna parte. El tramo Bibi the Dog (eurodisco banal) – Moon Crystal (Vacaciones en el mar) – For the Kids (pop Disney, o la música de un anuncio caro de colonia barata) es horrible; Solitude funciona casi como un oasis en el desierto, con cierta monumentalidad y un apartado instrumental bien armado, pero totalmente aislada y con texturas discutibles; y en los restantes pasajes la cosa no mejora. The Wizard, de hecho, podría marcar el renacimiento del álbum, hacia su ecuador, pero no pasa de ser un paréntesis comedido con la misma inspiración ochentera. La segunda mitad de Junk es, si cabe, más desesperante que la primera.

La sensación general del álbum es la de una extrema dilatación, como si el espíritu inclusivo y el poder de convocatoria de M83 hubieran ido en perjuicio de la identidad de su sonido, difuminando todo aquello que nos parecía tan atractivo de su fórmula. Cualquier vestigio de personalidad propia desaparece en la segunda parte del álbum, recordando a lo que saldría de juntar a Stereolab, CHVRCHES y Haim en Laser Gun, y al pop negro-pero-blanco al estilo Michael Jackson –ya quisiera– en Road Blaster, y, como mucho, a unos M83 vendidos a la comedia romántica afrancesada en Atlantique Sud. Tension, otra pieza Disney, y las residuales y últimas Ludivine y Sunday Night 1987, mejor obviarlas. En este contexto final tan poco estimulante, Time Wind, el tema conjunto con Beck, podría valernos de referencia aceptable, pero no hallamos en él ningún leitmotiv o elemento común con el resto del disco al que poder asirnos para darle una nueva oportunidad al mismo. No obstante, aunque se la demos, Junk no tiene vuelta de hoja: es una enorme y destartalada habitación de pésimas ideas, entre las que hay alguna buena, en la que es imposible encontrar al M83 que nos conquistó a todos con su brillo sideral.

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