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[Reseña] Ibeyi – Ash

Idénticas/Contrapuestas

Si un sello prestigioso como XL Recordings (Radiohead, Vampire Weekend, Sigur Rós) ficha a una banda, cuyas dos integrantes apenas sobrepasan los 20 años, y el mismísimo Richard Russell en persona, fundador y propietario del mismo, produce su álbum de debut, deberíamos tomar buena nota de su nombre.

Las integrantes en cuestión se llaman Naomi y Lisa-Kaindé Diaz, o lo que es lo mismo: Ibeyi. Un término que en yoruba –idioma de África occidental, hablado sobre todo en Nigeria y Benin– significa “gemelas”, que es precisamente lo que son ellas. Nacidas en París de padre cubano –el célebre percusionista Miguel “Angá” Díaz, descendiente de esclavos yorubas– y madre franco-venezolana –la cantante Maya Dagnino, actualmente también su representante–, aunque con mucha relación con Cuba, las dos hermanas han desarrollado un sonido tan particular como atractivo, mezcla de étnica afro-caribeña-americana, producción electrónica sutil y un toque de soul-R&B. Ash, su segundo álbum, confirma que estamos ante una de las formaciones musicales más prometedoras del planeta.

“Somos el yin y el yang. Ella es reflexiva y yo sensitiva; ella es melodía y yo ritmo”, declaró recientemente Naomi en su entrevista para Tentaciones. El apartado vocal recae en Lisa, siempre complementada por coros o voces secundarias –del IDMC Gospel Choir, de Michele Obama (en sample) y de la propia Maya Dagnino, su madre–, mientras que Naomi es responsable de la percusión, fundamentalmente cajón y tambor batá, herencia de su padre, fallecido en 2006 cuando las gemelas apenas tenían 11 años.

Como suma de esos dos polos, la sonoridad de Ash nos remite constantemente a una espiritualidad forjada bajo lluvias torrenciales de un eterno verano tropical, de su eco, en medio de naturalezas selváticas domadas entre una orilla y otra del Atlántico; pero sin renunciar a un sofisticado entramado de base en el que caben elementos del jazz –como la aportación de Kamasi Washington en Deathless–, del R&B, el hip-hop y el trap –la de La Mala Rodríguez en Me Voy–, del tip-hop, del downtempo y de un tipo electrónica mínima y fundamentalmente orgánica que sirve de tapete.

Cristalina, sanadora y apacible –aunque no mansa–, la música de Ibeyi ensalza el aplomo y la dignidad de los oprimidos, especialmente de las mujeres del mundo. El reconfortante mensaje de fuerza y unidad de Deathless“Whatever happens, whatever happened / We are deathless!”–, ante lo que parece el relato de un abuso, o las palabras de Michelle Obama“No man is big enough for my arms / The measure of any society is how it treats its women and girls”–, suenan a auténtico himno de empoderamiento femenino. Un mensaje claro que se integra en la apreciación que hacen del amor, de la vida y de la muerte –Transmission/Michaelion–, de la aceptación de paso del tiempo –Away Away–, o de la densidad y el valor de los legados y tradiciones culturales –Waves.

En cuanto a las formas, el disco se presenta como un discurso homogéneo y mestizo a la vez. Es común a casi todas las canciones el aura étnico-espiritual y el mensaje general ya descrito, pero también esa rítmica en downtempo, sosegada y a medio camino entre la producción electrónica minimlista y el peso de su herencia afro-caribeño-americana, que se manifiesta en diferentes géneros de los que toman lejana inspiración. Desde el R&B-pop coqueto de I Wanna Be Like You al trip-hop estilo Hidden Orchestra o The Cinematic Orchestra de Numb, y siempre con el (contra)beat mirando a las últimas corrientes de la música negra más institucionalizada en el occidente social.

Siempre en la interesante entrevista con Álvaro García Montoliu, de Tentaciones, Naomi comparaba su primera publicación homónima con la segunda entrega en estos términos: “[Ibeyi] Era una presentación. Este, en cambio, habla de la vida en términos generales, en el mundo entero”. De alma sincrética y unificadora, la vocación de Ibeyi no podía ser otra que un canto a la hermandad de los seres humanos; y su sonido, en consecuencia, pone en valor las diferencias como factor de riqueza sociocultural. Así como ser gemelas no implica necesariamente equivalencia, la variedad y las divergencias no deben significar forzosamente conflicto y enfrentamiento. Quizá tengamos algo que aprender de estas dos veinteañeras…

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