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[Reseña] Hand Habits – placeholder

A medio camino.

Expresar y comprender sentimientos muchas veces puede convertirse casi en un ejercicio de metafísica. Lo que determinadas palabras pueden significar para unos, lo que otros entendemos por amor o lo que cada persona espera de él puede variar tanto, que parece absurdo estandarizar lo que sentimos. Sin embargo, existen lenguajes más allá de los idiomas que son capaces de traducir los sentimientos en algo universal, común a todos. Más allá de las palabras, existe la música. Por ejemplo: no hace falta entender la lírica un poco críptica de Meg Duffy, guitarrista responsable de Hand Habits, para captar el cúmulo de sentimientos que exterioriza en placeholder, su segundo disco, a través de su música. Ni siquiera es fácil volver a transformarlos en palabras o conceptos explicativos para una reseña. Pero basta con escuchar su música para captarlo todo al vuelo.

Un inciso antes de continuar. Amante de lo indefinible, Duffy reconoce abiertamente su identidad queer y prefiere que se refieran a ella/él con pronombres neutros, que no tenemos en castellano. A ver cuándo la RAE nos da una solución.

Pese a su juventud (aún no ha cumplido los 30), el currículum de Duffy es extenso y sorprendente. Ha formado parte de la banda de Kevin Morby (el que fuera guitarrista de Woods), ha participado como guitarrista en discos de Weyes Blood, William Tyler y de The War on Drugs, en concreto en el solo de Holding On, y recientemente ha iniciado su andadura en solitario con el apoyo del sello Woodsist primero, y de Saddle Creek después.

En placeholder, que funciona como una hamaca de indie-dream-folk en la que mecerse plácidamente, aborda con calma temas complejos como el legado traumático familiar, la identidad personal, la intimidad platónica, la responsabilidad, la culpa o el perdón. Compuesto en gran parte durante los incendios forestales de California de octubre de 2017, el álbum parece un antídoto contra la ansiedad: un remanso de paz, con sabor a americana, íntimo y seguro. Esa caricia larga que sosiega.

A medio camino entre la majestuosidad de Low, el aplomo anestésico de Cigarettes After Sex y la profundidad de campo de Aldous Harding, placeholder funciona de manera sobresaliente sobre todo en su primera mitad. Ahí encontramos el corte manso con el que titula y arranca el disco: más que lo-fi, a pocas revoluciones, mostrando paisajes amplios y solitarios pero soleados. Una pieza delicada de folk artesanal. También can’t calm down, una burbuja de alivio; la elegante pacify, que entre el ritmo y la slide guitar podría catalogare como canción de americana onírica; y el combo jessicayr heart [reprise]. La primera, otra balada folky elegante, con preciosos arreglos y contrapuntos melódicos de piano y guitarra, ensancha el corazón y le da paz. La segunda, una canción suspendida en un limbo emocional, como protegida por una campana de cristal frágil, traduce maravillosamente bien lo precioso, delicado y vulnerable que es el amor. Con arreglos constantes de piano y guitarra líquida, presenta algunos de los versos más bonitos de todo el disco: “Your heart beats hard / Like the pounding of the sparrow / On the window that faces the yard / And you are far but not that far / I can feel you push your fingers / Through the fabric of all of my thoughts”

Tras el extraño separador electrónico titulado heat, el nivel de intensidad conectiva del álbum resulta menor. are you serious?, esa especie de dreampop lo-fi muy luminoso, la acústica y desorientada wildfire, guardrail/pwrline, como balada lenta de country que más que pesimismo o tristeza, rezuma rendición, y the book on how to change part II, el difuso corte de cierre con final a lo The War on Drugs, pecan de ligereza, con melodías difuminadas más difíciles de recordar.

En cambio, what’s the use, un tema positivo y abierto de americana pop en el que se filtra la influencia de Woods, y la doliente y pasional what lovers do, sí mantienen viva la sensación envolvente que te atrapa en la primera mitad. Sin urgencia alguna, esta última reflexiona sobre el amor con frases para enmarcar como “Halfway with your hands into the fire of my desire”. Porque si algo reivindica este disco es que se puede vivir en un terreno intermedio, a medio camino entre dos puntos que en ocasiones son irreconciliables. Porque generalmente confundimos eso con no mojarse, con distanciarse de cualquier implicación. Sin embargo, personas como Meg Duffy nos enseñan que podemos huir de definiciones cerradas y excluyentes, y no por ello dejar de hacer el amor con los dos bandos.

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