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[Reseña] Daughter – Not to disappear

Daughter-Not-To-DisappearLa ruptura de un frágil equilibrio.

Uno de los grandes aciertos o atractivos del primer disco de Daughter residía en haber construido, mediante un número escasísimo de notas –casi tan pocas como The xx–, un extraordinario círculo de confort para todos sus seguidores. Una especie de recoveco almohadillado, con luz tenue, y una calidez entre lo humano y lo mágico; un lugar a salvo de las inclemencias del exterior, de la nieve, del miedo: un espacio íntimo en el que refugiarse. Llámenle dream-pop, si quieren, por lo onírico de sus aspiraciones. El caso es que parece pertinente partir precisamente de ese círculo de confort a la hora de afrontar el análisis de Not to disappear, su nuevo trabajo, porque con él parecen haber querido plasmar el intento de abandonarlo. Es un ensayo emocionalmente arriesgado, pero que no dejará atrás a casi ninguno de sus fans.

Visto ahora en comparación, If you leave parece un álbum más estático, con una música casi inmóvil, como agazapada en una madriguera al amparo de la voz de Elena Tonra. Solo en Human se atrevían a asomar la cabeza. Pero Not to disappear no va por esa variante: no es un simple estiramiento de cuello, con el culo igual de hundido en el escondite de un ego imberbe o herido. Es un paso, con todas las de la ley, hacia el exterior de ese círculo de confort. Un paso decidido, madurado; con botas gruesas para que el invierno no penetre. Y la fórmula, en ese sentido, se basa en más guitarra, más distorsión, más ritmo, y una menor preponderancia de la voz con respecto a una instrumentación, por momentos, mucho más densa que en su anterior álbum. Desde el principio lo notamos: es la ruptura de un frágil equilibrio; la huida de un lugar que puede convertirse en nuestra propia jaula.

Con esa perspectiva, New ways resulta toda una declaración de intenciones: “I’m triyng to get out / Find a subtle way out / (…) / Not just dissapear”, mezclado con un punto de inflexión, de crecida de intensidad emocional e instrumental. “I need new ways”: una vía donde se encrespan las guitarras, y donde la voz se gasta en un final catártico. También en Numbers hay ese punto de inflexión, ese arranque hacia la densidad desde la mitad del tema; y la misma sensación de querer sacudirse la reclusión de encima: “I fell numb in this kingdom”. Y no digamos en Doing the right thing, todo un canto a la liberación con respecto a las comodidades y la autoprogramación. En las tres, como también en How, sentimos las guitarras más revestidas pero igualmente afiladas; y en general, en todo el disco, las canciones parecen marcar, en su progresión, una ruta de escape hacia lugares más ajetreados instrumentalmente hablando. Incluso Mothers y Alone/with you, quizá las dos menos carnales de todo el álbum junto a Made of stone, se reservan un destino más saturado y menos solitario que su punto de partida.

Pero seguramente son To belong y Fossa los cortes que mejor representan esa ruptura con la jaula del confort, o al menos su intento. La primera, con esos guitarrazos de bajo a palma abierta hacia la mitad del tema, mientras la principal dibuja círculos viciados en el eco. Y la segunda: esa galopada al sol, nostálgica pero llena de autoestima, con versos en mantra como “Be what you want / I can be what you want” enfrentados a la tentación de volver al nido: “I don’t owe you much / But I miss you such / I’m missing you”. El final instrumental de más de dos minutos, tras la declaración de soledad de Tonra una vez liberada de sus ataduras, es posiblemente el cénit conceptual de Not to disappear, la cuadratura del nuevo círculo de Daughter: el rayo cegador que te aturde cuando sales de tu espacio de confort y ves la luz de un nuevo camino. En este caso, una ráfaga de shoegaze de mirada elevada.

Puede que en el fondo no hayan hecho otra cosa que seguir la receta que sugerían ya en temas como Lifeforms y Tomorrow, de su álbum de debut: líneas que evolucionan sutilmente y de manera siempre ascendente y que se elevan con la majestuosidad de un ave solitaria, empujadas por la capacidad de transmisión emocional de Elena Tonra con su voz, y de Igor Haefeli con la guitarra. Pero hay una diferencia sustancial entre los dos trabajos: si la evidente percepción del invierno se producía, en If you leave, como a través de una ventana empañada, desde dentro de la cueva, en Not to disappear se percibe claramente en la cara, puliéndonos al frío y a la intemperie, silbando amenazante en nuestros oídos. Pero nos da igual, porque la decisión está tomada: Daughter han salido del refugio.

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