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[Reseña] Bob Dylan – Rough and Rowdy Ways

Queda lejos, aunque no demasiado, la última vez que Dylan tuvo una de sus canciones entre las mejores del año en Alta Fidelidad. Fue con Workingman’s Blues #2, incluída en Modern Times (2005), un álbum que no por casualidad se convirtió en su primer nº1 en EEUU desde Desire, de 1976 y su primer top 5 en España desde Street Legal de 1978.

A pesar del gran reconocimiento de la crítica, a Modern Times se le achacó, por parte de algunos, su uso no acreditado de coros y arreglos de canciones antiguas, así como muchas líneas líricas tomadas de la obra del poeta del siglo XIX Henry Timrod. Sin embargo, su siguiente álbum, Together Through Life (2009) no sólo repitió en el nº1 en EEUU sino que incluso alcanzó el preciado lugar en Reino Unido, por primera vez desde New Morning de 1970. Esta vez las letras del álbum estaban compuestas junto a Robert Hunter, habitual de piezas emblemáticas de Grateful Dead y que falleció el pasado otoño.

Lejos de ver a un artista decadente, para la mayor parte de la crítica, cada disco que Dylan publicaba era el cenit de su carrera. Para el último hasta la fecha con canciones propias, Tempest (2012), el músico escribió todas las incluídas en el álbum con la excepción de Duquesne Whistle, que coescribió con el citado Robert Hunter. Tempest fue, una vez más, su álbum más distintivo de la década y alcanzó el 2º lugar en nuestro país, el puesto más alto desde que Street Legal alcanzara el mismo objetivo en 1978.

Obligado a reducir su gira interminable por la crisis del COVID-19, el bardo ganador del Premio Nobel ha aparcado su caravana para grabar y lanzar su primer álbum de material original en ocho años Rough and Rowdy Ways. La incursión en clásicos de crooner practicada recientemente en sus últimos discos parece haber influído favorablemente en su fuerza vocal, que ha mejorado sensiblemente. Y parece estar al día- o bien aconsejado- de quién debe aparecer en los títulos de crédito, como muestra la presencia de grandes colaboradores como la cantante y compositora Fiona Apple y el compositor y reputado productor Blake Mills.

Cuando, para sorpresa de todos, lanzó hace unos meses una nueva canción Murder Most Fool, de 17 minutos- “ahí os la dejo”-, en cierta forma, pareció hacerlo con cierta sorna para que los doctores del rock hicieran sus analíticas exégesis en su largo tiempo libre de confinamiento. En Rough And Rowdy Days Dylan continúa su patrón influenciado por el blues, el rockabilly y la balada pop de los 50s que afianzó con Modern Times. Para lo más recelosos de la originalidad de sus letras, el aldabonazo del Premio Nobel de Literatura en 2016 por crear “nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense” le ha servido para manifestar su cancionero de una forma más categórica. Pero, eso sí, siempre con ironía y un componente macabro –“Puedo sentir los huesos debajo de mi piel y tiemblan de ira, haré de tu esposa viuda, nunca verás la mediana edad ”, canta en Crossing the Rubicon – y a veces siniestro como en My Own Version of You “buscando las partes necesarias del cuerpo, miembros e hígados, cerebros y corazones. Ah, traer a alguien a la vida es lo que quiero hacer. Quiero crear mi propia versión de ti”.  El mejor momento de Rough And Rowdy Days es la canción de cierre Key West (Philosopher Pirate), bordada en acordeón, que recuerda los himnos de Van Morrison: “Nací en el lado equivocado de la vía del ferrocarril como Ginsberg, Corso y Kerouac, como Louis, Jimmy, Buddy y todos lo demás. Bueno, tal vez no sea lo que hay que hacer. Pero me quedo contigo de principio a fin. Abajo en las tierras planas, muy abajo en Key West”.

En los últimos 23 años Dylan ha publicado siete discos de estudio, un período de tiempo que también incluye la grabación de 2001 Things have changed con la que, por si fuera poco, también obtuvo un Oscar. ¿Hay que inferir, como se está diciendo, que Rough And Rowdy Days sea otra de sus obras maestras? De cualquier otro artista, podría ser. Dylan tiene una trayectoria tan dilatada y brillante- su más controvertida discografía de los 80s parece incluso ahora gustar a las nuevas generaciones- que no se debería hacer una apreciación tan osada. Como cuando salió con su guitarra eléctrica de gira con The Band, a pesar de los abucheos continuos del público en cada concierto, su inigualable figura hace tiempo que cruzó el Rubicón, abriendo el paso para otros tras su estela, y poco o nada tiene que demostrar a estas alturas.

 

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