Después de las dos primeras entregas de [Rec] dirigidas a cuatro manos por Paco Plaza y Jaume Balagueró parecía que la saga no iba a tener tercera parte pero, para alegrías de los fans, llegó el anuncio de dos episodios más sobre los zombies que sembraron el pánico en un edificio del ensanche barcelonés.
En esta ocasión los dos directores se separarían para dirigir la precuela y una nueva secuela con la que cerrar finalmente la historia. Génesis y Némesis respectivamente. Pues bien, el Génesis ya ha llegado de mano de Paco Plaza y para sorpresa de muchos rompe con el tono principal de la saga. En primer lugar abandona la cámara en mano durante el metraje – con una escena genial que rinde homenaje al film madre- y por otro no hay ni rastro de una posible explicación del origen de La niña de Medeiros como se podía prever en un principio. Pero no se me asusten – o sí, que de eso se trata- Plaza se ha puesto manos a la obra para hacer una de las mejores gamberradas que un servidor recuerda haber disfrutado en una sala de cine.
El escenario no puede ser más propicio para hacer el hooligan, una boda ¿Quién podría imaginar que un día de celebración y alegría como es un bodorrio puede acabar en un orgía de sangre con los invitados comiendo cerebro en lugar de tarta? Además, Plaza acierta justo en el centro de la diana al retratar a la perfección muchos de los tópicos familiares que todos hemos sufrido en el-día-más-feliz: desde el amigote que trata ligarse a las amigas de la novia al tío que se pone chispa pasando por el abuelo al que no le funciona el sonotone. Situaciones que seguro que arrancaran más de una risotada de complicidad.
Para acabar de redondear esta fiesta de sangre y risas, encontramos en el centro de la vorágine a una Leticia Dolera perfecta como ensangrentada novia que va repartiendo estopa sierra eléctrica en mano. Imagen que debe ser un icono del género desde ya.
Por todo esto, no acabo de entender los malos números en taquilla. Háganme caso y déjense de prejuicios del cine hecho aquí. Con esta cinta les garantizo un festín de hora y media con aires de esos films de serie B con el que tantos buenos ratos hemos pasado. Y fueron felices y comieron perdices (y brazos)
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