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Lori Meyers – Hostal Pimodán

Con un debut como Viaje de estudios (Houston Party, 2004) -del que tantas cosas buenas se dijeron en su momento-, había mucha expectación creada alrededor de lo que pudieran hacer estos chicos. Hostal Pimodán (Houston Party, 2005) apareció a finales de octubre del pasado año, y apenas un par de meses bastaron para volver a impresionar a todo el mundo y alcanzar los puestos de honor en buena parte de las listas anuales de los medios especializados. Y además dejando claro que todos aquellos que a las primeras de cambio se limitaban a compararlos con Los Planetas estaban equivocados. O, diríamos mejor, sencillamente se quedaban cortos acotándolos musicalmente.

Si se les escuchaba con mayor profundidad no resultaba sorprendente que editaran un EP bajo el nombre de La caza (Houston Party, 2005), por su versión del tema de Juan y Junior. Tampoco su participación con una interpretación de No estoy contento en el disco homenaje a Los Ángeles, promovido por Antonio Arias de Lagartija Nick. Con éstas y otras muchas cosas en la cabeza, se han rodeado sabiamente de Thom Monahan, productor de gente como Devendra Banhart y Pernice Brothers, que además ha colaborado en las percusiones y coros de varios temas. Si en Viaje de estudios Mac McCaughan de Portastatic aprovechó los apenas tres días de grabación para dotar al grupo de un sonido descarado y “maquetero”, Monahan se ha tomado su tiempo para que Lori Meyers tengan mayor calado musical, aunque sacrificando para ello parte de su frescura.

El álbum comienza con el corte que le da título, en una atmósfera de teclados cálidos y potentes golpes de batería. Hostal Pimodán pasa por ser la versión hispanizada de aquel hotel del París de Baudelaire en el que artistas y bohemios podían dedicarse libremente a fumar opio y crear. Toda una inspiración a la hora de enfrentarse a un conjunto tan heterogéneo de canciones como el que nos ocupa. Y es que mucha es la distancia que separa la introducción subterránea y los cambios de dirección de Dilema, las melodías de El aprendiz (recuperada del ya mencionado La caza), o el rock americano de L.A. y Caravana, pudiendo ésta última ser la historia de sus vivencias a la hora de irse de gira. Por no mencionar Desayuno con diamantes (como la mítica película protagonizada por Audrey Hepburn) y su medio tiempo con aires de pop barroco gracias al sonido del teclado transformado en clavecín, o El viajero del tiempo, en la que Mike Daly de Whiskeytown toca el pedal steel para dar un aire sureño a una melodía perfecta con una letra en tercera persona.

Éste último puede parecer un detalle nímio, pero Noni, la voz de Lori Meyers, ha dado un paso más a la hora de componer. Al igual que en Viaje de estudios siguen predominando las letras cercanas y en primera persona que jamás llegan a sonar ñoñas, pero en Hostal Pimodán también podemos escuchar pequeños relatos. Así ocurre en la desgarradora El mejor de sus trabajos, una joya para la que han contado con el cantautor Blake Hazard a los coros. Los juegos de voces, batería y metalófono nos hablan de un escritor abandonado por la suerte y acompañado por la soledad. Musicalmente un breve interludio de melodía de bajo y guitarra ceden el paso a un final arrollador, con una fantástica mezcla de sonidos delicados, y guitarras y baterías desbocadas.

No hay que olvidar Sus nuevos zapatos, una deliciosa melodía con una divertida historia de chicas y tiendas disfrazada de cierta melancolía, y en la que, al igual que en El aprendiz, Ric Menck de Velvet Crush colabora en las percusiones. Tampoco La pequeña muerte que, tras el breve receso instrumental de Hostal Pimodán II, cierra el disco con toda una declaración de intenciones sobre cómo vivir la vida. Pero si hay un corte que probablemente marque lo que realmente pueden dar de sí Lori Meyers, éste debe ser El gallo ventrílocuo. Rock infeccioso con estribillos pop, coros homenaje a los Beach Boys, juegos del bajista con su voz y, para finalizar, un ritmo vertiginoso, rock psicodélico y punteos enloquecidos de guitarra.

Si Lori Meyers ya dejaron claro en su debut su capacidad para hacer grandes canciones tarareables hasta la saciedad, Hostal Pimodán muestra la enorme madurez adquirida tras un año en la carretera y les confirma en la liga de los más grandes. Toda una evolución que, en realidad, pasa por ser una involución con los ojos siempre mirando hacia el frente. Con su último trabajo todavía sonando en todos los reproductores, con un 2006 en el que se les podrá volver a ver en multitud de conciertos, se hace difícil no pensar con ilusión en qué será lo próximo con lo que nos sorprenderán.

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