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New York Dolls (Zaragoza, 6-12-2008)

La probabilidad de que los New York Dolls tocaran en Zaragoza siempre han sido más que remotas, pero han hecho falta más de 35 años para que ello sucediera, gracias en parte al próximo álbum que estrenará la banda bajo la producción de aquel Todd Rundgren que mitificó al grupo en su debut homónimo en 1973.

Pese a su no ser del todo reconocidos como padres compartidos del punk-rock que vendría después de su histórico debut, los Dolls vinieron a la capital maña con la misma actitud que podrían haber tenido hace unas décadas: energía, fiesta y, claro está, rock’n’roll.

Para calentar motores los locales Miss Diciembre salieron a escena sin que les temblara el pulso. Y es que los zaragozanos no son nuevos en esto de “soltar” su oscura forma de entender el rock en un escenario; prueba de ello es su actuación en un festival como Monster of Rock teloneando a Thin Lizzy. Vinieron presentando su nuevo álbum, Biografía del Marqués de Sade, con un Jesús Afrodissian muy entregado y que tuvo pequeños problemas con el sonido que poco a poco se fueron solventando.

Una vez terminados los tres cuartos de hora de los maños, los neoyorquinos hicieron presencia en el escenario ante una sala Oasis casi llena, en plena ebullición ante un acontecimiento que se añoraba más de lo previsto en la capital aragonesa. Pese a no contar desde hace tiempo con los míticos Johnny Thunders o con Billy Murcia de aquella mágica formación original, los actuales Steve Conte a la guitarra, Sami Yaffa al bajo y Brian Delaney a la batería nos hicieron recordar que los Dolls tienen oficio de sobras, mucha carretera, y sobre todo, mucha diversión. Los miembros originales David Johansen por un lado, con un aspecto totalmente clonado de Mick Jagger, y Syl Sylvain (se le puede considerar miembro original al entrar en la banda unos meses después de su creación) como maestro de ceremonias, fueron los que más acercamiento y comunicación tuvieron con el público asistente, el cual estaba extasiado al poder ver a estas “reinas” del rock’n’roll.

Así pues el desfase neoyorquino comenzó a seducir al público con We’re all in love, Vietnamese baby, Pills, It´s too late o el clásico Babylon. El potente sonido contrarrestaba la pasividad de un David Johansen que dejaba entrever bien a las claras que los años no pasan a todos por igual, y es que su compañero Syl Sylvain era la más pura garra que podríamos encontrarnos de aquellos agerridos años setenta. Pese a ello, el cantante no dejaba de mostrar su cariño al público con continuas referencias a la paz y al amor (ni que fueran los sesenta), mientras que el guasón de Sylvain nos felicitaba reiteradamente el nuevo año y las navidades venideras.

Hubo hueco para las versiones de esos artistas que influyeron de manera determinante a la hora de inspirarse, como la bluesera Piece of my heart de Janis Joplin o esa vibrante y rítmica Hey! Bo Diddley, obviamente del fallecido Bo Diddley (del cual han heredado tantos y tantos grupos). La comunión entre el público y la banda cristalizó de manera perfecta en el clásico Lookin’ for a kiss, dejando a Johansen en silencio durante el estribillo para que el asistente chillara su deseo de encontrar ese beso lleno de glam, sin provocarlo, todo al natural.

La fiesta continuó en los bises, como no podía ser de otra manera, con Personaly crisis y Tommy, dejando al asistente con un sabor de boca excelente; y es que las muñecas con más rimel del panorama rock envejecen pero mantienen un espíritu rocanrolero que inmortaliza sus actuaciones.

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