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Maps – We can create

La música es algo que sale del corazón, más visceral que cerebral, más emocional que mental. En cualquier caso, un conjunto de sensaciones transformadas en sonidos mezclados entre sí, que conforman lo que llamamos canciones. En esta reflexión aparece la figura de James Chapman, un inglés de Northampton que ha creado uno de los trabajos más sobresalientes de este gran año 2007. Desde la intimidad de su habitación, armado con un 16 pistas y un secuenciador Yamaha, fue generando todas y cada una de las composiciones que aparecen en We can create (Mute, 2007). Después se trasladó a Islandia para, con la ayuda en la producción de Valgeir Sigurðsson (Björk) y las mezclas de Ken Thomas (Sigur Rós), acabar de definir lo que es su álbum debut. Un disco que, se mire por donde se mire, no tiene desperdicio alguno.

Se ven por todas partes las influencias que tuvo antes de adentrarse en el mundo de la creación. Descubrió por igual a Aphex Twin, Two Lone Swordsmen o a los épicos Stone Roses. Tomemos a estos últimos, en 1989, como punto de partida de su audición musical: todo lo anterior queda desechado en su andadura como descubridor de nuevos sonidos. No en vano ya se ven esas referencias en su E.P. Start something (Space Last Recordings, 2006) y surgen las comparaciones y la evolución. Por ejemplo, el maravilloso Some winter song parece un descarte de The Postal Service o los últimos Hood. Y es divertido ver cómo se transforma la desnudez de aquellas Lost my soul o To the sky en las versiones que aparecen en este nuevo álbum.

We can create se nos presenta, pues, como un disco brillante, mágico, incluso alucinado, al más puro estilo de My Bloody Valentine. Joyas como Liquid sugar (uno de los temas que le llevó más tiempo y con el que quedó más atrapado) nos trasladan a ese contexto. Pero no acaba aquí el reclamo de esta enorme obra, ni las comparaciones con los grandes Shoegazer. La canción con la que comienza, So low so high, es otro claro ejemplo de rock más electrónica marca de la casa, una dulce melodía para soñar a cualquier hora del día. Suma y sigue. Geniales son el electro bailable de Back + forth, la optimista Don’t fear o la melancólica y oscura When you leave. Y por qué no, y ya que estamos, prestemos atención también a Elouise, con ese susurrante comienzo tan electrizante, o a la pegadiza You don’t know her name. No hay pieza a la que poner peros.

Así pues estamos ante un trabajo de calidad y gran calado. Sin bajones. Hecho sin lugar a dudas con el corazón y apto para todo tipo de público. Sólo nos queda felicitar al Sr. Chapman y esperar ansiosos alguna de sus actuaciones que, ojalá, le traiga a nuestro país dentro de no mucho tiempo.

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