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[Reseña] Kelela – Take Me Apart

R&B impresionista

Si hay un género que se ha visto potenciado y revitalizado por la generalización de la electrónica en la base de la producción musical, ese ha sido el R&B. Nos referimos obviamente al contemporáneo, al que se combina con soul, hip-hop, pop sintético y otras formas de música urbana más a la vanguardia todavía. Muchísimas son las estrellas actuales que catalogamos en ese amplio abanico sonoro, que va desde propuestas súper mediáticas como las de Beyoncé o The Weeknd hasta las más sofisiticadas de James Blake o Sohn. El factor común sigue siendo la preponderancia de unas melódicas vocales curvilíneas, sexys y sugerentes sobre unas bases que, ahora más que nunca, juegan con diferentes texturas entre beat y beat, generalmente sedosas y envolventes. Por tanto, si juntamos a una gran cantante con un gran (o grandes) productor(es): éxito asegurado.

Kelela podría ser solo la última gran estrella nacida en este género si simplemente encajara en la descripción y en el axioma expuesto, pero va más allá. Su lenguaje musical pertenece claramente a la categoría de R&B y, efectivamente, canta bien y ha contado con productores de auténtico lujo para Take Me Apart, su álbum de debut. Sin embargo, hay algo en el fondo de su estilo que supera los géneros musicales: una estética casi pictórica, tremendamente líquida y voluptuosa, que convierte sus canciones en acuarelas desdibujadas y fuertemente emocionales, incluso impresionistas. Porque la grandeza de este álbum reside en lo que nos cuenta Kelela y en cómo nos lo cuenta: con efectividad (ahí está Ariel Rechtshaid), en momentos clave, pero sobre todo a través de las emociones mismas, transmitidas mediante impulsos, impresiones, sensaciones o cómo quieran llamarlas, sutilmente vertebradas por las bases. No todas las canciones regidas por la misma emoción, claro: ahora veremos cómo las administra.

En resumen lo que nos cuenta Kelela es la historia real de una ruptura, el proceso de superación, con sus altibajos, su culminación, el renacimiento de la ilusión por un nuevo amor, otra relación y una segunda ruptura. Por tanto, evidentemente, hay una lucha entre mente y cuerpo, entre racionalidad y corazón. Temas como Frontline, en clave trap, y LMK, el hit de empoderamiento femenino, expresan precisamente esto último en dos de los momentos más frontales y seguros del discurso sentimental de Kelela en todo el disco. “Keep this feeling alive, I fear nothing now / Then I’m in my ride / Anything I left behind don’t mean nothing now”, dice en la que abre el álbum. Con bases claras y directas, exhibiendo autoestima y confianza.

Por el contrario, hay varias canciones donde las emociones son más confusas, el ego está más frágil y, por tanto, las bases son más difusas y veladas. Porque el disco va así: los sentimientos reinantes deciden cómo suena cada tema. Hablamos de Take Me Apart, la recaída con su ex: con torbellinos de producción por los que la cantante se deja arrastrar; de la nebulosa y vulnerable ‘Enough’, casi ceremonial y mística; de Onanon, de morfología triphopera, donde suena herida pero no derrotada; y de la desolada y vacía Turn To Dust, certificando un segundo fracaso amoroso con versos punzantes como “Everything is problematic, I’m trying my best / I know what’s inside, hot water under ice” o “I’m tired of trying, I got my hand on the door / And I can’t take it, I’m walking out the door / I turn to dust / One look at you and I turn to dust”.

Entre el final de una relación y la consolidación de la otra, es decir, a partir de LMK y antes de Onanon, donde se evidencian los primeros problemas de la segunda historia de amor, hay una fase en la que Kelela se presenta más sensual y seductora, tanto en la lírica como en la actitud y en las bases electrónicas. El emocionante tira y afloja de Truth or Dare, la elegante declaración de dependencia de S.O.S. y la confesión de rendición de Blue Light, ya en plena segunda relación, se traducen en la producción de manera elocuente. Y previamente, en Better, la canción que sella la paz tras la ruptura de su primera relación, ésta se transmite mediante un minimalismo reflexivo brillante, apoyado en una voz que es como un pilar sobre el que podría pivotar el mundo durante una noche entera. Son las diversas variantes emocionales del discurso lírico, empáticamente expresadas por texturas y beats electrónicos. El contenido rebosante de una obra de arte de un género cuya proyección parece inagotable.

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