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La película de la semana: En realidad, nunca estuviste aquí


Adaptación de la novela escrita por Jonathan Ames, interpretada por Joaquin Phoenix, premio al mejor actor en Cannes. 

Es la primera cinta de la directora Lynne Ramsay en seis años, concretamente desde Tenemos que hablar de Kevin (We Need To Talk About Kevin) y la que podría ser ya la cuarta nominación al Oscar de Joaquin Phoenix, tras Gladiator (2000, Reparto), Walk the Line (2005, actor principal, ganó el Globo de Oro) y The Master (actor principal, 2012).

La película, que también obtuvo el galardón al mejor guión en Cannes, cuenta además en su reparto con Ekaterina Samsonov, Alex Manette, John Doman y Judith Roberts. Por otro lado, otro aliciente añadido es que el habitual colaborador de Paul Thomas Anderson, Jonny Greenwood (Radiohead), es el compositor de la Banda Sonora. En la cinta Joaquin Phoenix es Joe, un ex soldado y ex agente del FBI que se encarga de rescatar, por dinero, personas secuestradas. Por primera vez en su filmografía- enfocada más al protagonismo de niños y jóvenes- Ramsey sigue a un personaje masculino en una sangrienta cruzada por una especie de redención.

Las críticas son, en general, positivas, pero no todas. Por un lado, a Vulture no parece convencer una historia que a priori ya nos han relatado varias veces, y, de hecho, en alguna de ellas forma parte de la iconografía cinematográfica (Taxi Driver): “Cinematográficamente, es innegablemente apasionante, un artilugio herméticamente cerrado de energía nerviosa, dolor y sangre derramada. Pero está al servicio de una historia que ha sido contada innumerables veces antes, y no está claro dónde está en juego el singular punto de vista de Ramsay”. Para Variety, sin embargo, es más importante el plano formal de la directora que el manido enfoque argumental: “Ramsay ha hecho películas más entusiastas y sensuales, pero ésta puede ser la más formalmente exigente: ninguna toma aquí es ociosa o extraña”. Así, para Telegraph “la inmensidad de la película de Ramsay radica en la cirugía de escalpelo en la creación de imágenes, destilando y destilando las escenas para hacer que cada segundo cuente. Algunas de las tomas más rápidas causan el mayor daño, pero cuando la cámara encuentra un vívido contraste (…) las pausas también cuentan”.

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