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Primal Scream – Riot city blues

No podemos negar las ganas de experimentar que, desde sus comienzos, han mostrado Primal Scream. Han acertado con dos o tres discos sobresalientes y en el camino se han quedado trabajos menos impactantes, pero igualmente importantes para adivinar qué nos podían ofrecer en posteriores entregas. Este último es el caso de Riot city blues (Sony BMG, 2006): se trata de la vuelta al rock directo, rotundo y más stoniano que Bobby Gillespie y su banda han parido en años.

Por tanto, es fácil cebarse con un álbum que no aporta nada nuevo al panorama musical actual y tampoco a la trayectoria de Primal Scream. El conjunto funciona, aunque esta vez a base de trallazos guitarreros muy adictivos (por ejemplo con Suicide Sally and Johnny Guitar o The 99th floor). Para ello meten coros facilones (de esos de “lalala” y palmaditas, como es el caso de Dolls), estribillos que se te cuelan en la cabeza antes de finalizar y mucho de los mejores Stones, los setenteros (ahí está Stone ya to the bone). El resultado es previsible pero no por ello menos aprovechable. A destacar esas dos caricias entre tanto puñetazo que son Sometimes I feel so lonely y To live is to fly (esta última, junto con Stone ya to the bone, aparecen sólo en la edición japonesa), además de Little death, canción por la que podemos meter a los Doors en el saco de sus adorados MC5, Stones, Stooges o 13th Floor Elevators.

Grabado en apenas diez días en los Olympic Studios de Londres, este Riot city blues cuenta con colaboraciones de Will Sergeant (Echo & The Bunnymen) en Bomb drops, Warren Ellis (The Bad Seeds) y su violín en Hell’s comin’ down (lo más campestre del disco junto al final de Country girl), viniendo la aportación más destacada de parte de Alison Mosshart (cantante de los Kills) que pone su voz en Dolls.

En definitiva, Riot city blues es un disco sin sorpresas pero donde Gillespie se vuelve a desgañitar para ofrecernos una buena colección de temas urgentes y directos. La mayor pega es que tienen unos cuantos discos a sus espaldas, algunos de ellos imprescindibles, y que ya no tienen espinillas en la cara. Por lo demás, tremendamente disfrutable y tarareable.

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