Han pasado ya tres años de aquel sorprendente y alabado por la crítica You in reverse (Warner, 2006). Ahora Built to Spill vuelven con There is no enemy (Warner, 2009), su séptimo álbum en estudio. Sin duda, uno de los discos más esperados del año.
Tengo que reconocer que la primera vez que escuché este nuevo trabajo me sorprendió un poco, quizás porque no le presté la suficiente atención: es un disco al que hay que dedicar tiempo, abriendo bien los oídos y no haciendo otra cosa que concentrarse en su escucha. Y es que, una vez empiezas a profundizar, te das cuenta de que los de Idaho se han tomado en serio este regreso, construyendo un gran álbum de melodías pausadas, no tan recargadas como en los anteriores, y de una limpieza sonora que incita al disfrute en todo momento. La formación no ha cambiado desde el anterior trabajo: Doug Martsch (guitarra y voz), Brett Nelson (bajo), Scott Plouf (batería) y Jim Roth y Brett Netson (guitarras). Aunque sí cuenta con algunas colaboraciones, como la de Roger Manning o Paul Leary de Butthole Surfers.
La preciada voz de Martsch sigue tan impoluta como siempre. Si damos un repaso rápido a los mejores temas del disco, deberíamos empezar por los últimos. Concretamente, las tres últimas canciones son magnas composiciones que nos han recordado, con nostalgia, a algunas canciones de sus maravillosos álbumes primerizos: la hermosa Planting seeds, Things fall apart (¿la balada perfecta?) y la espectacular Tomorrow, que parece una especie de guitar-jam. Aunque también podemos destacar Hindsight, que suena fresca y limpia, la melancólica Life’s a dream o Pat, posiblemente el tema más punk que Built to Spill hayan compuesto en su trayectoria. Neil Young decía en Hey Hey My My: “Rock and roll can never die”. Built to Spill lo tomaron en serio y siguieron al pie de la letra todas las indicaciones de su maestro. ¡Salvados!
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