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[Reseña] Deerhunter – Why Hasn’t Everything Already Disappeared?

¿Quién eres, Bradford Cox, y qué has hecho con Deerhunter?

Hubo un momento, hace aproximadamente 10 años, en el que parecía que la música de Deerhunter se reproducía por esporas. Entre 2008 y 2009 lanzaron dos soberbios discos y un EP, Bradford Cox publicó dos álbumes con su nuevo proyecto, Atlas Sound, y Locket Pundt otro como Lotus Plaza. Parecía que había música de sobra, que eran una fuente inagotable de himnos indie; pero si echamos la vista atrás muchos coincidimos en que su estado de gracias compositivo acabó poco después, en 2010, con Halcyon Digest. Aunque nunca han llegado a decepcionar, lo cierto es que su siguiente década ha resultado, en conjunto, menos estimulante que la primera, coronada por el que es, seguramente, el disco menos-Deerhunter de la banda. Una desnaturalización extraña que, sin embargo, no impide que Why Hasn’t Everything Already Disappeared? sea un álbum agradable y (muy) fácil de escuchar.

Es difícil valorar el impacto de la reciente pérdida del antiguo bajista de la banda, Josh Fauver, o la consabida enfermedad de Bradford Cox, a través de unas letras crípticas de temáticas dispersas; pero lo primero que llama la atención es la combinación recurrente de nostalgia lírica y musicalidad optimista. Así funciona No One’s Sleeping, una de las piezas más reconocibles y grandilocuentes del disco, cuando habla, aunque sea de manera casi pueril, del asesinato de la parlamentaria británica Jo Cox, alternando momentos de ese folkrock destartalado tan suyo con otros de pop barroco. O Plains, donde conviven una temática nostálgica inspirada en la película Gigante, de James Dean (ambientada en Marfa, localidad donde se grabó el álbum), sobre los que se van y los que se quedan, y un pop luminoso y alegre. Un tema a medio camino entre Mac DeMarco y Temples; extrañamente reconocible y a la vez un poco alejado de la fuente inspiracional de los Deerhunter de la temporada 2008/09.

Esta ambivalencia de sensaciones se repite frente a varias canciones, sobre todo de la segunda mitad del disco. Exceptuando Death in Midsummer, su omnipresente organillo barroco y su melodía ascendente, Element, con esa textura como de engranajes de madera, tan Deerhunter, o el ya citado No One’s Sleeping, la mayoría de los temas de Why Hasn’t Everything Already Disappeared? parecen responder a una voluntad ambiental y conceptual (individual), y no tanto a la dinámica fluida de una banda de indierock como era antes. En general, no se perciben excesivas aportaciones del resto del grupo a un planteamiento base, a un concepto de canción que, ese sí, remite siempre y casi exclusivamente a la mente creativa de Cox.

Además de los ejemplos evidentes –la aventurilla espacial instrumental de Greenpoint Gothic, la rara y confusa Détournement, que parecen los desvaríos sin melodía de una mente febril por el jet lag, la tameimpalesca Nocturne y ese dulce “place to fade away” que es Tarnung–, y de la ambivalencia de ‘Plains’, muchas de las piezas parecen fruto de la inercia con una leve aportación de aires nuevos. Pero son aires que, en general, nos alejan de la esencia grupal de Deerhunter. Con la accesible What Happens to People?, por ejemplo, pasa un poco lo que dice la letra, que hace referencia a un momento en el que parece que los mayores ya no reconocen el nuevo mundo, pero en el que los jóvenes todavía no sienten que lo controlan. Sí, se reconoce a Deerhunter, pero su pasado y su futuro no terminan de encajar.

Y con Futurism y pasa lo mismo: demasiado accesible para que reconozcamos a los Deerhunter más en forma de su trayectoria; pero lo suficientemente de Bradford Cox como para que se pueda considerar otra cosa. Llegados a este punto, parece justo reconocer que la banda se ha convertido más que nunca en la extensión de su líder; que no es algo intrínsecamente negativo, y menos cuando el supuesto tirano musical es el bueno de Cox, con todo el universo creativo que ello implica. Pero en este caso la absorción, como pasó con Podemos e Izquierda Unida, desgraciadamente parece que no suma, sino que resta.

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