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Entrevista a Sr. Chinarro

Decidimos sentarnos en la terraza del Recyclo. Desde allí es inevitable no dedicarle unas palabras a las horrorosas cuñas que pueblan la plaza Enrique García-Herrera, situada sobre el aparcamiento de Camas, en pleno centro histórico de Málaga. Apuntan a distintas direcciones y nadie puede escapar de ellas. A poco que levanten la vista de sus teléfonos, allí les estarán esperando. Son repulsivas e inútiles; un ejemplo público y eficaz del feísmo, esa corriente artística que concede valor estético a lo feo y de la que podemos encontrar varias muestras en una ciudad, por otro lado, alérgica a los espacios verdes y ensimismada en el cemento. Toca asumirlo. Es lo que hace Antonio Luque (Sevilla, 1970) en Asunción, el último disco de Sr. Chinarro editado el pasado 6 de abril a través de Mushroom Pillow, sello al que ha regresado tras su paso por El Segell del Primavera y la aventura de la autoedición con Perspectiva caballera en 2014. Vuelve una vez más con su actual banda granaína​, cada día más solidificada, junto a la que ha grabado diez nuevas canciones en donde las guitarras se alzan primorosas para dar vida a unos textos que admiten y agradecen diversas lecturas si uno se para a escuchar, saludable hábito, como tantos otros, en peligro de extinción. Pasen y lean.

A pesar de la reciente aparición de Asunción, no sé si estarás pensando ya en tu próximo trabajo.

Estoy pensando en el siguiente, sí. Es una pena que no pueda uno hablar de lo que tiene en mente sino de lo que ya pasó. Cuando un disco está grabado lo doy por terminado. Luego hay que revivirlo para hacer los conciertos, y es ahí cuando empiezas a comprender lo que has hecho. Hablar del disco nuevo es realmente hablar de los conciertos que estás haciendo en el presente.

Según la RAE, asunción es la “acción y efecto de asumir: tomar para sí, hacerse cargo, responsabilizarse de algo, aceptarlo. Tomar una forma mayor”. Su segunda acepción es: “En el catolicismo, hecho de ser elevada al cielo la Virgen María en cuerpo y alma”. ¿La tuya es una asunción parcial o total?

Tiene días. Conocía los dos sentidos de la palabra y mi abuela, que murió hace poco, se llamaba así. El doble sentido le viene bien a mis canciones, ya que siempre intento que en las letras haya, por lo menos, dos significados para que sean más entretenidas. La rebeldía juvenil está bien porque uno es joven y algo tiene que hacer para intentar cambiar el estado de las cosas, que no es bueno ni lo será nunca. Y este “ni lo será nunca” es lo que hay que asumir. Es duro y triste. Creo que es mejor asumirlo que convertirse en un cínico o en un amargado. Y está claro que yo colaboraré en lo que pueda con los jóvenes que tienen el impulso de intentar cambiar esta situación. Pero es que son tan contradictorios los jóvenes, ¿verdad? Está pasando estos días, por ejemplo, con lo del chalé de Pablo Iglesias. Tiene todo el derecho, pero es contradictorio. Es muy difícil no caer en contradicciones. Yo mismo, en una entrevista, si estoy hablando más de media hora estoy seguro que caigo en alguna. Hay que asumir eso como parte de la condición humana.

Tú también fuiste joven, tal vez cínico.

Sí, y cada día tengo momentos así. Y, al final, ¿para qué? Se le hace a uno la bili más amarga aún de lo que es.

No sé si sabes que cerca de donde vives, por los Baños del Carmen…

Paso el menor tiempo posible en mi barrio, porque la cantidad de gentuza que hay es insoportable.

Allí al lado, en Pedregalejo, hay un colegio llamado precisamente Asunción.

Lo sé porque el otro día mi hijo se enfrentó al equipo de ese colegio en un partido de baloncesto. Pero él no va ahí, y menos mal, porque lo estarían puteando todavía con tantos santos y reliquias. Hizo bien la Virgen María en irse entera.

En Asunción llaman la atención las guitarras. El juego que os lleváis Jaime y tú en todas las canciones destaca desde la primera escucha.

Jaime Beltrán es un crack. Tenía dos retos importantes en el grupo: por un lado, igualar o superar, no voy a hacer una odiosa comparación, a Jordi Gil, que había dejado el listón muy alto; por otro, superarse a sí mismo, porque para El progreso (2016) hizo unas guitarras que están chulas pero con las que no había quedado contento. Además, un par de canciones las hizo Florent, de Los Planetas. Jaime quería hacerse con el puesto de guitarra solista en el grupo, así que le di un montón de discos y le dije lo que me gustaba y lo que no, si un arreglo me convencía o no. Al final hemos conseguido que esa parte del disco, esa pata de la mesa, sea claramente apreciable. Jaime también es técnico de sonido y, aunque las mezclas no las ha hecho él, sí que ha estado presente en todo el proceso. Hemos puesto las guitarras para que destaquen. No hay muchos más arreglos en el disco; he sido el productor y quería esta sencillez. Eso sí, hay unos arreglos muy sencillos de sintetizador que he hecho yo mismo.

Te compraste hace poco uno, ¿no?

Me compré dos, y uno lo tuve que descambiar porque estos sintetizadores vintage no hacen más que dar disgustos. Valen una pasta y no paran de estropearse. Uno lo pude descambiar, y el otro lo devolvería si pudiera porque ya se me ha averiado una vez y cada vez que lo llevas al técnico te meten una clavada que ríete tú de los coches. Pero suenan muy bien, al contrario que los nuevos. Leí una entrevista al grupo Metronomy en la que decían que intentaban usar cacharros nuevos pero que luego, tras probar a grabar con ellos, regresaban a los de siempre. Volviendo al tema de las guitarras, se nota el haber usado un ampli VOX PD6 que nos prestó José Sánchez, técnico de Niños Mutantes y otros grupos. Me he comprado otro igual porque quería tener el sonido del disco en los conciertos. También influyen las guitarras que se ha montado Jaime hechas por piezas. Todo suma. Igualmente, ha hecho muy buen trabajo en los coros, que siempre los quiero muy fuertes en mis discos. Los técnicos no me lo ponen tan fuertes como a mí me gusta. No lo consigo, aunque sea yo el que pague las sesiones. Al final lo ponen como les sale a ellos de los cojones, que para eso son técnicos españoles.

¿Y qué haces en los conciertos?

Pues igual, pedir que los pongan fuertes. La gran desgracia de los músicos es que no podemos estar al mismo tiempo arriba y abajo del escenario. Me gustaría vernos en directo.

Citas con frecuencia en las redes sociales, especialmente en Instagram, a los músicos que te acompañan actualmente, algunos de ellos integrantes de Pájaro Jack. Además, desde hace poco sois un quinteto.

Sí, somos cinco gracias al fichaje del teclista David Molina, que además hace las fotos que voy subiendo últimamente a las redes. Justo ahora que los ingresos bajan, suben los gastos. Pero soy así de contradictorio. Quería que los arreglos de teclado que hice para el disco estuvieran también en los conciertos. Y pensé en David, que es colega y vive en Málaga. Además de ocuparse del teclado hace fotos, arreglos, coros, toca la pandereta, las palmas. En directo intentamos trasladar al escenario las canciones tal como son en el álbum. Para mí el disco es la obra de arte, fallida o no, y los conciertos es una recreación festiva que hoy en día está mejor remunerada que los discos.

Decía Pavese en su Oficio de vivir que “no es nada la preocupación de componer —el famoso tormento— al lado del haber compuesto y luego qué hacer”. Da la sensación de que eso a ti no te ocurre.

Me gusta componer, es mi trabajo y voy a seguir haciéndolo. Al mercado o a la gente, según seamos de derechas o de izquierdas —yo pienso que son la misma cosa—, hay que darle tiempo para que asimile el producto. A veces me impaciento cuando veo que un disco no está funcionando del todo bien, pero es que la gente recibe mucha información de todos lados. Igual escribir un libro es otra cosa. Una canción funciona más como un flash, como una iluminación: la tienes o no la tienes. Si habláramos de una novela sería, a lo mejor, como un párrafo bello. Un escritor puede escribir un párrafo cada día si quiere, salvo que tengas una depresión grande como le pasaba a Pavese. Con la depresión no se puede hacer nada. Yo nunca la he tenido pero la he visto asomando a lo lejos.

Tú escribiste una novela, Exitus. Tienes experiencia en eso de escribir párrafos.

Sí, el otro día me llamó mi agente literario y me preguntó que cuándo voy a hacer la segunda, que si no va a parecer que me doy por vencido. A ver si me pongo a ello. Quiero escribir una novela ambientada en Málaga. Será como mi testamento de mis años aquí, porque ya me veo fuera. Todavía no me puedo ir porque el niño no tiene la edad suficiente como para que yo deje de venir. Me estoy despidiendo, no sé cuánto voy a durar. Pero ya estoy fuera, no estoy aquí, así que ya puedo escribir sobre Málaga.

En Las pruebas cantas “músico, poeta o cuerdo pero en libertad”. Ayer, escuchándola, pensaba en el rapero Valtonyc, condenado por el Tribunal Supremo a tres años y medio de prisión por el contenido de sus canciones, y en Evaristo, cantante de La Polla Records, denunciado hace unos días por insultar a la Guardia Civil tras un concierto.

Yo nunca me metería con la Guardia Civil ni con la Policía porque siempre que los he necesitado me han ayudado. No hay por qué atacar a los que van contra los malos. Hemos visto incluso como la Policía detenía a Rodrigo Rato. Curran mogollón, es un trabajo muy duro para lo que ganan. A Evaristo le han puesto una multa por meterse con la Guardia Civil, y eso no lo veo tan mal. Pero hay otros aspectos de la ley mordaza que sí son un disparate. Yo denuncio pero utilizo otras palabras. No voy a caer en el error de decir algo que me vaya a llevar a la cárcel, porque se puede hacer de otra manera. Pero bueno, cada palo que aguante su vela y que cada uno elija su lenguaje. También es verdad que ellos seguramente vayan a tener más seguidores que yo. El público tiene sus gustos y demanda determinados productos, y más en estos tiempos de simplificación en que se le ha vendido a la gente que la cultura elaborada es elitista para así embrutecerlos cada vez más, muchas veces bajo la bandera de la izquierda.

¿Qué pasó en la entrevista con Muzikalia?

Cuando salió el disco el chico de Muzikalia escribió en Twitter que era una decepción, que si creía que con esos arreglos tan planos mi música iba a llegar a más gente. Eso fue lo que me molestó, que se metiera con los arreglos. En las entrevistas que me están haciendo, también en la tuya, están destacando los arreglos de guitarra. El tuit lo escribió tres horas después de que apareciera el disco en Spotify. ¿Qué está hablando este imbécil? El disco te puede gustar o no, pero eso que estás diciendo es que no es una crítica. Si un crítico musical con una trayectoria más o menos reconocida dice lo que sea del disco pues muy bien. Nunca he respondido a las críticas. Pero es que este tipo de personas que hoy en día se ponen ahí a escribir sin que les paguen, o que igual le dan un pase para un concierto… Pensé que si lo que quería era llamar la atención y darse a conocer dando una opinión un poco boutade, le iba a hacer el favor. Y entré al trapo. Como yo había leído ya el tuit, le respondí las preguntas por email a mala hostia. En la entrevista ya publicada hace unas acotaciones a mis respuestas sin posibilidad de réplica por mi parte y sin hacer mención a su tuit, al que hago referencia en la primera respuesta. Eso me parece una completa falta de respeto, me saca de mis casillas. Entonces le copié su comentario sobre el disco en Twitter y le dije que no tenía ni puñetera idea, algo que sostengo y de lo que estoy totalmente convencido.

De todas maneras, lo que mantengo de fondo es que existen un montón de blogs de chichinabo en los que no se remunera a la crítica musical y en donde escriben cuatro flipados buscando una pulsera para entrar a un concierto. Eso va a terminar con la crítica musical. Y eso es mucho peor que una crítica mala sobre mí o sobre el disco. Es como cuando las bandas tocan gratis; eso también se carga el tejido musical. Hay muchos grupos que tocan sin cobrar y no me parece bien. ¿Qué va a pasar cuando mueran Ordovás o Manrique? Porque luego están los que se han metido en política, que lo único que buscan es el clic, la polémica y seguramente el cargo político.

¿Qué le exiges a la crítica musical?

Profesionalidad. Cuando salió La primera ópera envasada al vacío (2001) hubo una chica, Laura Sales, aún recuerdo su nombre, que escribió en el Rockdelux una reseña mala sobre aquel disco. Esa crítica decía verdades sobre el sonido, sobre lo poco que se entendía la voz. Pero no me puedes decir que los arreglos de Asunción son planos, porque entonces es que eres sordo, sin más. Como diría Lopera, yo estoy hablando realidades. Llevo muchos años en esto y he tratado a multitud de críticos, de los de verdad y aficionados. Conocí a un periodista que hacía críticas de discos en el tiempo que tardaba en lavarse los dientes. Eso lo he visto yo. Me he tomado cervezas con ellos, sé cómo son. Los calo a kilómetros. Y más a éste de Muzikalia, con el que he podido hablar en persona. Que yo, por cierto, no tengo ningún tipo de rencor personal. Cuando lo vea le voy a saludar y le voy a invitar a una cerveza, o él me invitará a mí. No sé, igual quiere que nos demos un par de cates, pero no creo. No soy una persona violenta. Por otro lado, para ser un buen crítico no vale cualquiera; hay que tener una cultura musical, dedicarle tiempo a escuchar discos, entender de qué va la cosa. Normalmente los músicos no responden a las críticas. ¿Se supone que debo hacer como que me da igual? Es que no me da igual porque es injusto.

¿Distingues claramente, como hacen muchos, entre dos etapas en tu carrera, una antes de 2005 y otra posterior? En una gira que hiciste para recordar aquellos primeros años parece ser que pocas personas conocían las canciones.

Sí, cuando las tocábamos la gente no echaba cuentas, eso desde el escenario lo ves. Llegó un momento en que las terminé de quitar del repertorio. Me contó Nacho Vegas hace mucho tiempo que en Sevilla vio cómo dos personas se pegaban porque cada uno defendía una época musical distinta de Sr. Chinarro. A la gente, para discutir, cualquier tema le sirve. No sé si has leído Los viajes de Gulliver, ese libro tan magnífico en donde se hacen dos bandos porque uno dice que el huevo hay que encajarlo así y el otro asao. En mi caso no existe esa discusión entre las dos épocas. Lo que ocurrió es que el grupo entró en Mushroom Pillow, un sello más profesional que en el que había estado hasta entonces. Las canciones de la segunda época tienen más estribillos, y me preocupé para que las letras se medio entendieran. Preocupación, ya que estamos, que con el nuevo disco no he tenido. Y voy a notarlo en los ingresos.

En los directos actuales, ¿rescatas alguna canción de los primeros tiempos?

Ahora hemos montado Quiromántico porque hay un teclista. Es que esa canción sin teclado no tiene sentido; el estribillo es el teclado. Lo puede hacer otra guitarra, pero no es lo mismo. Me estoy planteando tocar alguna más de las antiguas. A veces hacemos Cero en gimnasia. Pero es que luego, si preparamos más, a lo mejor la conocen dos o tres personas en el concierto. Entonces, ¿qué hago? ¿Quito Del montón para meter Informe para un barco vikingo? ¿Quito una del nuevo disco, que es el que estoy presentando ahora? El otro día, en Lugo, me pidieron Ni lo sé ni lo quiero pensar, que no la he ensayado con mi grupo actual. Y ya no hablemos del primer o segundo disco. ¿Qué meto A la comba? ¿En el arroyo del belén? Están bien, a mí me molan, pero no las conocería nadie.

¿Cómo ha sido el regreso a Mushroom Pillow tras la aventura de la autoedición?

Bien. Soy consciente de que, obviamente, ya no van a invertir ni poner toda la pasión y el ímpetu en promocionar a Chinarro como lo hicieron al principio, entre otras cosas porque ya han visto qué recorrido tiene un grupo como Chinarro en España. Pero bien. El disco entró en las listas de ventas, no muy alto pero entró, que tiene su mérito. Conozco a la gente del sello y son muy trabajadores. A Chinarro le va todo lo bien que le puede ir a Chinarro. Cuando me auto produje con Perspectiva caballera sí que noté la falta de promoción porque no invertí nada en publicidad.

Hace poco apareció en YouTube el documental Minutos musicales con Sr. Chinarro, realizado por Sergio Silva y Mae Molina en 2005, y en donde se repasa precisamente desde tus comienzos hasta la grabación de El fuego amigo.

Lo hizo una productora que tenían estas dos personas. Cuando lo vi no me pareció el momento oportuno para que se publicara, porque hacía bastante énfasis en una época de Chinarro que yo quería dejar atrás. Intentaban venderme como si yo fuera Daniel Johnston o el de Television Personalities. Quizá hubo una época así, pero no era, en 2005 o 2006, el momento adecuado para sacarlo. Así que me opuse a que se publicara y lo veté. Ellos se cabrearon y lo han tenido mucho tiempo en el cajón. Lo han intentado vender por ahí, pero como no han podido lo han colgado en YouTube como diciendo “ahora que sacas el disco vamos a colgar nosotros el documental y así nos retroalimentamos”. No sé si lo han hecho con esa intención. Ahora me viene bien que salga porque ya todo queda lejos, tanto la época majara como la del paso hacia la profesionalización de Chinarro tras fichar por Mushroom Pillow. Así que lo agradezco mucho y por eso lo he compartido en las redes sociales.

Gente como Christina Rosenvinge, Fernando Alfaro, Nacho Vegas o tú mismo tienen nuevo disco en 2018. El de Los Planetas llegó el año pasado. ¿Qué relación tienes con gente que ha llevado un camino similar al tuyo? ¿Escuchas lo que van sacando?

Sigo escuchando música como lo hacía de chaval, que compraba varios discos y cuando uno me gustaba lo machacaba, lo ponía cien mil veces. No me da tiempo a escuchar todo lo que sale. Si sacan discos Los Planetas intento escucharlo aunque sea una vez porque quiero saber lo que ha hecho mi colega. Lo podría volver a poner, pero me pregunto: ¿qué escucho? ¿El nuevo de Los Planetas o el nuevo de MGMT otra vez? Y pongo el de MGMT, que me flipa. El otro día, Diego Castro, de Disco Las Palmeras!, me preguntó si había escuchado lo que han sacado. No lo había hecho, pero lo hice y le dije que estaba guay, me gusta. ¿Lo voy a volver a poner? ¿O me pongo el disco blanco de los Beatles? Gracias a Spotify he escuchado a los Beatles en profundidad. Antes solo conocía las malas, que son las que le gustan a todo el mundo: Yellow submarine, Ob-La-Di, Ob-La-Da y poco más. También alguna buena, como Happiness is a warm gun Strawberry Fields forever. Te sorprendería la cantidad de canciones buenas de los Beatles que no conocía. Ya me lo decían los colegas, que cómo no me podían gustar los Beatles. Total, que al final no escucho música española. Pero no es por desprecio, es que prefiero otras cosas. El último de Christina Rosenvinge vi que estaba teniendo más repercusión que los anteriores y me puse dos o tres canciones. Me gustan, pero luego no las vuelvo a escuchar.

Sigues escuchando entonces a grupos como MGMT, Tame Impala o Flaming Lips.

Claro, aunque ya han pasado un poco de moda, ahora toca otro revival. Ya todo se trata de la mistificación, de la recreación más o menos lucrativa. Pasaron los 70 y llegaron otra vez los 80: los sintetizadores han multiplicado su precio por cuatro en Wallapop. ¿Qué será lo siguiente? Leí anoche un tuit en el que alguien reclamaba los 90. Estoy por comprar todos los pedales grunge que hay en Wallapop porque están ahora muy baratos.

También vi en Instagram que ibais escuchando en la furgoneta a Beach House. 

Los vi en un Primavera Sound junto a J en un lateral del escenario, fijándonos en todos los detalles. No sé cómo irán ahora, pero en aquel bolo eran tres y el guitarra iba haciendo los bajos con el pie. La tía tiene un vozarrón. Las canciones de ese disco, Bloom, son muy buenas. La primera del último está muy chula, es muy My Bloody Valentine. El resto del disco no sé. Es lo que pasa, ya sean Tame Impala o cualquiera de estos grupos: debajo tiene que haber una canción, una armonía, una composición. Yo ahora cojo una guitarra y toco The hours, de Beach House, y flipas, por muy mal que la toque y aunque no me sepa la letra. Porque la armonía es bonita, el cambio de acordes es sencillo, está todo muy bien hecho. Eso funciona lo toques como lo toques. Puedes hacerla en plan Bowie o en plan flamenco: siempre funciona. Son las canciones que perduran a lo largo del tiempo. Ésa es mi ballena blanca, lo que me vuelve loco a mí y lo que busco cada día.

¿Todavía existe la música independiente? 

Sigue habiendo música pobre y música rica. Música que tiene una inversión grande y música con una inversión pequeña. Los discos de Chinarro siguen siendo tan indies como antes porque se graban con el presupuesto que otros grupos de mi generación tienen para cervezas durante la grabación de su disco. Entonces, yo sigo siendo indie. Dime qué presupuesto has tenido para tu disco y te diré qué eres. Por no hablar de los presupuestos de promoción. Estoy esperando que alguien me explique cómo pudo ser que el último disco de Vetusta Morla sonara en todas partes. He tenido músicos que me han dicho que tengo que reinvertir. Hombre, lo que yo no puedo hacer ahora es darle lo que he juntado en el banco en estos años pateándome España de arriba a abajo, luchando con canciones durillas de escuchar y con un público difícil de atraer, a Dave Fridmann, el productor del disco de Vetusta Morla, para que mi música suene en la SER.

¿Qué piensas de los festivales?

Son todos muy parecidos, aunque hay algunos como el Primavera Sound, Mad Cool, Azkena o BBK que se preocupan por añadir al cartel algún nombre distinto, al menos entre los internacionales. En los nacionales no se arriesgan, llevan a los que atraen más gente. Algunos todavía se toman la molestia de contratar a bandas de Segunda o Segunda B. No sé en cuál de esas divisiones estaría Chinarro, pero desde luego no estamos en Primera. Otros prefieren contratar a grupos que acaban de empezar y que van directamente a por la pulsera. Lo malo es que la gente ya no va a las salas porque se esperan a verlo todo en los festivales. Tampoco hay mucho dinero. Lo de los festivales es una propuesta global. Ya no es solo la música; son las vacaciones, el poder drogarte sin que tu padre te vea los ojos por la noche. Es la romería. Yo estoy a punto ya de ir al Rocío, a la fuente original. Creo que voy a ir el año que viene. Pero no a actuar, claro. Iré de incógnito, no sea que alguien me parta la cabeza.

¿Qué relación tienes actualmente con el cine y la literatura?

Leo menos de lo posible porque aquí no estoy cómodo en casa. Cuando estoy en Barcelona, sí. Pero ahora tengo que volver a leer mucho porque hay que ponerse a escribir la nueva novela. En el cine las historias están contadas de forma más breve, por eso tiene más éxito. Ahora es el tiempo de las series. Me puse Netflix, quién me lo iba a decir, pero es que los inviernos se hacen largos. Me gustaron sobre todo Mad men y Breaking bad.

Entonces lo de la ‘novela malagueña’ va en serio.

Sí, sí. Además, no me voy a comer mucho el tarro. Voy a contar lo que me ha pasado aquí en Málaga pero cambiando algunos nombres y situaciones para que no me vengan a denunciar. Pero, por lo demás, lo voy a contar tal cual. Ten en cuenta que el estallido de la crisis me pilló aquí, he visto muchas cosas. Llegué en junio de 2005, cuando estaba embarazada la madre de mi hijo. Y me alegré, porque allí en Sevilla hace mucha calor y aquí, climatológicamente, se está mejor. Eso no se puede negar.

No sé si leíste que han cerrado la Sala Velvet y que en Santiago han prohibido la música en directo en los locales [NdA: la Velvet volvió a abrir, poco después, en el número 11 de la calle Convalecientes, donde estaba situado el Ática Bar]

Sí, muy fuerte eso, ¿verdad? De todas formas hay que estar informado. ¿De verdad que en Santiago ya no se puede tocar en La Fabrica de Chocolate? Porque es una sala perfectamente preparada. Ahora, si el local no tiene aislamiento, por ejemplo, es comprensible: tú no puedes meter ahí una batería y despertar a todo el bloque. Eso lo entiendo. Yo también soy vecino y me toca las pelotas cuando el exconcejal de Cultura, el señor Damián Caneda, hace conciertos los fines de semana en el Balneario y no me deja dormir la siesta.

Aquí en Málaga, PP y Ciudadanos aprobaron a finales de abril unos presupuestos en donde el 70% de las subvenciones culturales están destinadas a cofradías y hermandades, lo que supone casi medio millón de euros. 

Es lo que la gente quiere. ¿Qué le vamos a hacer?

¿Cómo ves la oferta cultural de Málaga?

Si me preguntas por la cultura malagueña y me dices que el 70% de las subvenciones culturales van para cofradías y hermandades, pues te diré que en las cofradías las bandas ensayan bastante. Y tienen mucho mérito que los tronos maniobren con esos soportes de tanta envergadura. También es verdad que sus hangares… perdón, sus templos, son enormes, así que es fácil que los tronos entren. Creo que, dicho por un sevillano, se puede apreciar aquí la guasa. Y que Dios me perdone. No sé, qué quieres que te diga.

No has tocado mucho por aquí.

No toco mucho por aquí, no. En el Cervantes actuamos hace un par de años, en el ciclo Alternativos, porque lo lleva, o lo llevaba, un chico que aprecia a Chinarro. Y, no sé por qué, tengo la sensación de que en La Térmica no se me va a ver nunca. No me preguntes por qué, son sensaciones. No digo todo esto con rencor, lo digo para ver si me toca. Me duele especialmente no haber actuado nunca en Ollerías. Tal vez sea porque una vez hice en las redes sociales una broma sobre Salvador Pendón. No sé si te acuerdas, pero en un suplemento que tenía La Opinión de Málaga de seis páginas solo salían fotos suyas. Hace mucho de aquello, pero los políticos nunca olvidan. Su trabajo es precisamente ese: apuntar en una lista quién está a favor y quién en contra. No hacen otra cosa. Y si no lo hacen ellos lo apuntan los lacayos.

¿No vas a presentar el disco en Málaga? Te leí, supongo que en broma, que ibas a preguntar en los Baños del Carmen.

Dije que lo iba a presentar detrás del Balneario, en la playa. En el bar por supuesto que no voy a tocar. Lo que están haciendo con esa zona tiene un nombre técnico que no recuerdo cuál es. Pero me lo explicaron. Se trata de abandonar una zona a propósito y durante mucho tiempo para que llegue un momento en que la gente diga: “¡Haced lo que sea, pero hacedlo ya!”. Ahora están otra vez ocupando aquello; otra vez están allí los pelusos de mierda llenando aquello de basura. Dejan que ocurra porque allí lo que quieren hacer es montar una cosa grande. Cuanto más molesto sea todo lo que ocurra allí, mejor. A ver si así les dejan meter el gran pelotazo inmobiliario. Eso ya lo hicieron las Koplowitz en Valencia, y es lo que quieren hacer aquí en el Balneario, digan lo que digan. Es la mejor zona de Málaga con diferencia. Hasta que no monten allí el mamotreto no van a parar. Como malagueño adoptivo esa es mi mayor preocupación.

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