Tengo la impresión de que un personaje de la talla de Kiko Veneno no está lo suficientemente valorado en nuestro país por el público masivo. No es extraño que algo así ocurra, pero no por ello vamos a dejar de comentarlo e intentar contribuir, aunque sea a través de un texto en miniatura, a que su figura termine encaramada al lugar que le corresponde. En Córdoba, con una Plaza de la Corredera repleta de gente –puede sonar a contradicción con el comienzo del párrafo, pero una cosa no tiene nada que ver con la otra-, el catalán dio un recital redondo en donde repasó parte de sus mayores logros y en el que apenas hubo rastro de su último trabajo, Dice la gente (Elemúsica, 2010).
Enmarcado dentro de la quinta edición de La Noche Blanca del Flamenco, el concierto supuso una nueva y fantástica página dentro de la historia de un personaje imprescindible para la música de nuestro país, tremendamente carismático y con una ristra de clásicos importante. No faltaron Joselito, En un mercedes blanco, Memphis blues o Los delincuentes, todos ellos sonando de forma impecable desde el minuto uno. Cerró con un Volando voy que venía más a cuento que nunca ya que la cita flamenca de este año rendía homenaje a una leyenda del espacio como es Camarón. “¡La noche es blanca pero el vino es tinto!”, anunciaba, mientras la gente olvidaba, al parecer, lo que era cantar y bailar.
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