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El Columpio Asesino (Zaragoza, 09-05-08)

Pese a que son cinco años los que han pasado desde su homónimo debut discográfico, El Columpio Asesino no han transitado con demasiada asiduidad por la capital aragonesa salvo en dos ocasiones: una brevísima intervención en la FNAC (que sin duda no era el sitio más adecuado para su directo), y en febrero del pasado año en una sala ya más acondicionada, el Centro Cultural Universidad (de hecho sonó allí mejor incluso que en la Casa del Loco).

Por lo tanto, entre la salida de su nuevo disco La gallina (Astro, 2008) y sus escasas escapadas hacia tierras mañas, la expectación había crecido más de lo esperado entre el público zaragozano. Y es que estamos ante un grupo que no se estanca con el paso del tiempo: La gallina es más personal, más íntimo y menos rompepistas que De mi sangre a tus cuchillas (Astro, 2006); la integración en la banda de Cristina a los coros y voces (vaya voz) y Fernando al bajo; el nuevo tratamiento del sonido del Columpio… Muestras de cómo prefieren estar en continua evolución sin preocuparse en cómo podrá afectar a sus fans.

Como teloneros DeVito abrieron la noche con su explosiva combinación de electrónica machacona y riffs roqueros (la copia más fiel de Klaxons). Sirvieron para que el público estuviera lo suficientemente despierto para poder captar todos los detalles del concierto de los pamplonicas. Por su parte los de Iruña salieron a escena con una actitud mucho menos sobria y seca que la vez anterior, desbordando humor y ganas de pasarlo bien desde el primer momento en que Álbaro (voz y batería) empezara a dar los primeros “cacareos” de la noche. Como era de esperar, los primeros cortes fueron extraídos de su último trabajo, comenzando por ese single que huele a todo menos a single, El destacamento. Quizá en estos primeros compases hubo algún momento dubitativo (por problemas de sonido y por sincronismo de la banda) que poco a poco fueron solventando conforme fueron cayendo los siguientes temas, el festivo México, el clásico Edad legal o la irónica Moscas. A medida que iba transcurriendo el concierto, más cómodos se encontraban tanto el público como el grupo, cuya comunión iba aumentando progresivamente. El estado un tanto ebrio de los integrantes de la formación, junto con ese espíritu hooligan -o como se quiera llamar- que parecen haber heredado de tierras mexicanas simpatizó con el público maño. La tremenda entrada de la sala junto con los momentos más bailables y machacones del concierto (Ye ye yeah, Castigadora, Floto) produjeron un tremendo movimiento en la parte delantera de la audiencia, lo cual enaltecía más aún a la banda.

Ante este ambiente totalmente festivo, supieron sacar a relucir su otra faceta más personal y quizá experimental con canciones como Cenizas, que nos dejó a Álbaro por primera vez sólo ante el micro ataviado con un sombrero negro y unas maracas. El simple acompañamiento de un corto riff de la guitarra hacía de ésta una propuesta nueva en el grupo navarro, que iba creciendo según Sable (trompetista, percusiones) y compañía iban añadiendo batería, teclados y una capa de electrónica un tanto ambiental a las voces de Cristina y Álbaro, dándole un toque totalmente embriagador y muy bello a la propuesta “asesina”. El lado menos agresivo de la banda volvió a surgir con No tienes que decirme nada o Yo soy tu hombre, dejando para los últimos momentos su parte más hedonista con La marca en nuestra frente es la de Caín, uno de los temas más celebrados. Después de un bis, decidieron terminar el concierto (pese a las ganas de continuar) con la machacona Lucas 44-48, convirtiendo la sala en una ebullición de rock, electrónica y actitud totalmente fiestera, dejando al público en la cima del éxtasis justo cuando finalizó. Quizá la sonorización no fue del todo buena, pero el vínculo creado entre el público y El Columpio Asesino fue tan sorprendente que merecerá la pena contar los días que faltan para su próxima visita.

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